—¡LA LEGÍTIMA REINA DE STAIRGOLD SE OPONE A QUE SU CORONA SEA USURPADA!
Los ojos de las cortesanas brillaron de emoción, algunas se pusieron imprudentemente de pie y otras dejaron oír claramente sus suspiros cuando vieron y escucharon la voz del Duque de SunsetWall Henry FitzRoy. Era el hombre, después del rey, más deseado de toda la corte, alto, de pelo n***o y escultural anatomia.
Sí, ese era el hombre que había llegado escoltando y protegiendo a la reina.
—Creo que para jurar ante Dios fidelidad y lealtad a este reino te fuiste a unas vacaciones muy largas —Allieth dio pequeños pasos hacia el frente y subió los escalones que la dejaron a la misma altura de Victoria.
La pelirroja retrocedió tres pasos, parecía querer buscar refugio pero es que la mirada de Allieth era aterradora, parecía querer arrancarle la cabeza en ese mismo momento.
—Allieth —Carl la llamó y en los ojos de la reina se pudo ver la ira y el resentimiento—. ¿Qué sucede? ¿Por qué te fuiste? ¿Qué clase de… —demandó el monarca y Allieth le dio una sonrisa que causó escalofríos en muchos de los presentes.
Un silencio perturbador se extendió entre todos como el fuego. Nadie podía hablar.
—Te fuiste —continuó y sentía su corazón vibrando y a punto de salirse del pecho.
—“No, tu me querías lejos de aquí” —Allieth movió sus manos con la fluidez que la caracterizaba—. “Ambos sabemos que nunca me quisiste como reina”.
—Allieth… ¿Mi hijo? —Carl preguntó luego de la dura respuesta de Allieth.
—”¿Hijo?” —La reina dejó caer una lágrima pero su mirada seguía siendo la misma—. “¿Qué hijo reclamas?” —esta vez movía sus manos con más violencia y su postura era más imponente.
—El hijo que llevabas en tu vientre cuando escapaste de aquí.
Allieth sonrió ampliamente cuando escuchó esas palabras.
—“Yo no escape, o tal vez sí, pero de la muerte que tu y tu amante planeaban darme” —sus manos cayeron a lado y lado de su cuerpo cuando dejó de hacer las señas para que Carl entendiera su punto.
—¿Qué? —Carl estaba confundido—. ¿De qué hablas?
—”Tres días te pidió, tres días para sacarme del camino y tres días le diste porque ustedes solo querían “ser felices como siempre lo soñaron, como lo planearon en esos campos verdes donde pasaban el verano en los castillos de SilverRiver, cuando idolatrabas su cuerpo y le decías… Te amo”
Carl dio tres pasos hacía atrás y Allieth tres al frente, sorprendido por las palabras que acusaciones que estaba soltando tan fluidamente Allieth, se dio cuenta que era por eso que ella estaba llorando esa noche en la bañera antes de la cena, era por eso que había sentido tanta indiferencia, era por eso que…
—”Si buscas a tu hijo, lamento decirte que ya no existe, que ya no tendrás un heredero de mi parte, que toda esperanza de parir se ha ido junto a mi bebé, ese que tú y esta maldita mujer —Allieth señaló a Victoria—, quisieron quitar del camino —Allieth miro al suelo y luego levantó la vista de nuevo—, fue imposible para él continuar con vida luego del parto”.
Las señas se volvieron altivas, violentas, las manos de Allieth parecían volar por los aires. Su pecho estaba agitado por la ira, por el dolor, sus ojos maldecían a Carl.
La corte estaba estupefacta mirando la actitud de la reina, era como una batalla.
—Te vas por más de 6 meses, regresas haciendo acusaciones falsas y me dices que mi hijo ha muerto, mi único hijo y heredero al trono y vienes como si tuvieras derecho alguno sobre la corona y llegas escoltada por un hombre que no soy yo.
Allieth miró a los guardias con firmeza ignorando a Carl
—”Saquen de mi castillo a la Marquesa de Mulberry Gardens” —volvió sus ojos a Carl— “Y no te atrevas a intervenir” —los guardias que también habían aprendido el lenguaje de señas con el que se comunicaba Allieth, buscaron la aprobación de su rey.
—¡No tienes pruebas! —Tal vez esas no fueron las palabras que Carl debió usar.
Allieth que ya le había dado la espalda y había bajado dos escalones, detuvo su paso y busco los ojos de Carl, él no se había fijado pero estaba seguro que había algo diferente en ella.
—”No necesito pruebas, sabes que lo que digo es cierto. Derramaste maldiciones sobre tu reino cuando la metiste entre nosotros dos” —Victorio volvió a darle la espalda al rey y continuó caminando firmemente apoyada en el Duque Henry.
Sus doncellas, que estaban felices de verla, la siguieron con ese paso delicado que las caracterizaba, Allieth sentía que sus piernas iban a fallar en cualquier momento, había estado justo frente al verdugo de su hermana, quiso arrancarle los ojos con sus propias manos a Victoria y sin embargo logró mantener la compostura.
—Acá es donde nos separamos por un momento, tengo asuntos que resolver —le susurró Henry muy cerca del rostro.
El camino desde allí se le hizo corto hasta sus aposentos privados, sus doncellas abrieron la puerta para ella y con los ojos llenos de lágrimas recorrió el lugar.
—Su majestad, permítanos —la doncella más adulta empezó a desvestir a Allieth, a quitarle las capas de prendas que componían su vestido, mientras que las otras dos preparaban su baño.
—¿Agua de rosas y leche? —preguntó una doncella de sonrisa alegre y mejillas rosadas.
Allieth la miró con desprecio, con desconfianza y la chica casi se hizo un ovillo, su reina nunca la había mirado de esa forma.
Afirmó suavemente y la chica se fue corriendo.
Varios golpes violentos a la puerta las hizo sobresaltar, sin embargo Allieth estaba firme en su posición, sabía quién era el que estaba tras la puerta. Les dio la orden de abrir a las doncellas y ellas se inclinaron cuando Carl entró por esas puertas como una rafaga de viento.
—¡SALGAN!
—Pero su majestad, la reina va a tomar su baño de la tarde y…
—¡SALGAN!
Las doncellas tan leales como eran, miraron primero a la reina y ella les señaló la puerta, era una orden para que se fueran.
—”¿Qué?” —Allieth movió sus manos con desgano y restando importancia a la presencia de Carl.
Sin embargo el rey no dijo nada, se quedó solamente observándola y ella se quedó fría e inamovible con los ojos clavados en la tina de agua caliente. El olor perfumado no era de su agrado.
—Mírame —le ordenó Carl.
Pero Allieth no se movió ni un poco.
—¿Dónde estuviste? ¿Por qué llegas con ese maldit0 Duque? Eres mi reina y te fuiste, llegas aquí con acusaciones falsas y yo… Allieth yo casi muero en tu ausencia.
Un sonido parecido a una carcajada ahogada salió de lo profundo de Allieth y Carl se sintió burlado.
El rey estaba confundido, molesto, dolido, su reina no parecía su reina y su hijo ya no estaba. Tomó por los brazos a Allieth con violencia y la empujó hasta la cómoda alta en la que ella solía guardar sus cosas más preciadas. Contra todo juicio que le dictaba que no, Carl puso su frente sobre la de Allieth, la olió y aunque fue consolador, también fue transgresor.
Se abalanzó sobre los labios de Allieth y los tomó con impaciencia, con necesidad, con deseo. La había extrañado.
Sin embargo no espero la cadena de acontecimientos que se vendrían enseguida.
Con toda la fuerza que tuvo, su reina lo empujó, se limpió los labios y le dio una sonora bofetada.
—¡NO! —le gritó.
Fue más un gemido y Carl sabía que ella no hablaba bien, que en realidad casi siempre eran gemidos, pero estaba seguro de que eso había sonado más claro que nada de lo que jamás había balbuceado su reina.