—Señor Rogers, un joven está en la recepción buscándolo— dice la recepcionista por el teléfono. Se nota que algo le contestan y ella abre los ojos sorprendida. —Dice que es una sorpresa— la escucho decir susurrando y al momento cuelga.
—Disculpe, pero el señor Rogers no puede recibirlo. Al parecer está muy ocupado— me dice ella y gira para atender un turista que acaba de entrar.
Me siento en uno de los sillones junto al recibidor y la recepcionista me mira extrañada, pero no dice nada porque sigue atendiendo a la gente que llega. Miro el reloj que tengo en mi muñeca e inconscientemente lo comparo con el reloj que hay colgado en la pared detrás de la recepción del hotel.
Observo todo a mi alrededor y me siento demasiado extraño al estar de vuelta después de tantos años, pero ya era hora de volver.
Observo un periódico sobre la mesa de centro de la sala de espera en la que ya llevo casi una hora sentado, lo tomo y empiezo a leer las notas que hay… una llama mi atención “Estamos en 1986 y tras más de treinta años de experimentos nucleares en Nevada, el Gobierno de USA no se detiene”, leo un poco más el artículo y me doy cuenta que a unos 100 kilómetros de la ciudad queda el campo de pruebas nucleares del país, lo que me hace pensar que ahora que la ciudad ha crecido tanto, en comparación a lo que mi papá contaba que era cuando él llegó como adolescente, puede ser un peligro para la población que se ha asentado.
Estoy pensando en el artículo, cuando escucho la campañilla del ascensor al abrir la puerta y de forma involuntaria dirijo mi mirada hacia ese lugar… Ahí está el imponente Terry Phillipe Rogers, mi padre, pero la verdad es que ya no se ve tan imponente como antes. Los años ya han hecho meya, su caminar no es tan fluido como antes, aunque el respeto y posible miedo que siempre ha instaurado en los demás, sigue intacto.
Me levanto de la silla, dejo el diario donde estaba y cojo mi equipaje. Comienzo a caminar hacia él, sostengo mi mirada fija y espero que me vea y reconozca porque, aunque él no haya cambiado tanto, yo sí lo he hecho.
La última vez que estuve acá era apenas un chico entrando en la adolescencia, pero ahora soy un hombre de treinta años que después de quince años estudiando y viviendo lejos de casa, ha llegado para ser esa ayuda y apoyo que su padre necesita para dirigir de la mejor manera el Hotel – Casino El Cáctus.
Él me mira, pero al parecer no me reconoce, ya que al pasar por mi lado continúa como si nada. Trago saliva y me giro para llamar su atención, pero me encuentro con que él detuvo su caminar y me está mirando con los ojos entrecerrados.
—¿Qué haces acá?— me dice con voz grave y seria. Siento un escalofrío pasar por todo mi cuerpo.
—Sentí que era tiempo de volver— le contesto serio.
—Eres un idiota— me recrimina y se da la vuelta para empezar a caminar al ascensor.
Voy caminando tras él y llegamos directo a su apartamento en el último piso del hotel.
Sé que mi padre me quiere, pero siempre hemos tenido una relación extraña y en especial es por su forma de ser. Su carácter es algo complicado de manejar y nadie de su mismo nivel se lo aguanta, por lo que nunca le he conocido algún amigo o confidente. Mi madre estuvo a su lado por más de veinte años y realmente considero que fue una santa por soportarlo o de lo contrario su nivel de resignación fue astronómico… solo la muerte pudo separarlos.
El trayecto en el ascensor es silencioso y todo el tiempo miro de reojo a mi padre, quien solamente mira hacia el frente, con sus manos sobre el mango del elegante bastón que carga y mira atento los números de los pisos por los que vamos pasando.
Las puertas se abren y siento un nudo en el estómago al ver ese lugar en el que la última vez que estuve, mi madre me despedía cariñosa y ayudaba a organizar el cuello de mi camisa antes de darme un beso en la frente y despedirme para mi ida a un internado en Inglaterra. Ahora se siente diferente, el vacío es grande y la decoración parece detenida en el tiempo.
—Ve a dejar tus maletas, toma un baño, organiza todo y después del almuerzo te espero en la oficina del casino— espeta serio mi padre.
—Pensé que podíamos almorzar juntos— le digo un poco extrañado.
—No, tengo un compromiso, así que me voy… además que, ya que decidiste volver, necesitamos hablar urgente, antes de que los demás sepan que eres mi hijo— se da la vuelta y regresa al ascensor.
¿Qué? ¿No quiere que sepan que soy su hijo?, esa pregunta es lo primero que se me ocurre después de escucharlo y no alcanzo a contener la lágrima que baja por mi mejilla, la cual seco rápidamente con el dorso de mi mano.
Después de dejar todas mis cosas en la que era mi habitación hace muchos años, me doy un baño, cambio de ropa y bajo al restaurante del hotel para comer algo.
Es un poco abrumador ver en lo que esto se ha ido convirtiendo con los años y estoy muy orgulloso de mi padre por todo lo que ha alcanzado, pero es un sentimiento que me guardo, ya que no me siento cómodo haciéndoselo saber… para él, si uno demuestra sus sentimientos y no actúa con cabeza fría es muestra de debilidad y pues no deseo que piense eso de mí y mucho menos ahora que vine a quedarme.
Camino por el Casino El Cáctus y me dejo contagiar un poco por la alegría de los jugadores que están dichosos “ganando” y apostando dinero, así que voy hasta la barra y pido una bebida, ya que la luz de la oficina de mi padre sigue apagada, así que no ha llegado de su compromiso.
Me pongo a hablar con el barman para aprovechar y sacar alguna información de como se mueve el negocio. Me alegra saber que todo va bien y que tanto el hotel como el casino son negocios muy prósperos y hacen parte de los mejores de Las Vegas.
—Señor— alguien toca mi hombro y volteo.
—¿Si?— pregunto extrañado al ver uno de los hombres de vigilancia.
—El jefe lo está esperando en la oficina— responde y me señala la oficina que ya tiene la luz prendida.
—Muchas gracias— me levanto de la silla y extiendo un billete para cancelar la bebida. El barman lo toma y me ofrece el cambio —no, quédatelo. Gracias por la charla.
La verdad es que tengo un poco de nervios por la conversación que voy a tener con mi padre, pero también estoy emocionado porque hace mucho tiempo no hablo en persona con él… durante muchos años solo eran cartas entregadas por el servicio postal.
Abro la puerta de la oficina y mi padre está sentado dando la espalda a la puerta, por lo que camino hasta el frente del escritorio y lo saludo —Padre, buenas tardes.
Él se gira para mirarme —¿En serio piensas quedarte? ¿Por qué?— me pregunta serio y yo no sé cómo reaccionar a esas palabras. Por un momento me quedo mirándolo sin decir nada.
—No quise estar más lejos de casa… ya ha sido mucho tiempo y considero que es el momento indicado de empezar a ayudar y aprender del negocio— le contesto serio.
—Perfecto— dice en un tono tan neutro que no descifro si es en broma o si está de acuerdo con mi decisión. —Si de verdad quieres ayudarme, primero necesito tu apoyo para vencer al Hotel – Casino Orion.
Lo miro confundido. —¿Por qué?— me da una mala mirada y suelta un respiro pesado.
—Sabes que desde antes de que nacieras no me he llevado bien con Michael Wallace— yo asiento porque recuerdo que, durante toda mi niñez y adolescencia, mi padre hablaba mal de él y guardaba un rencor extraño, pero ese tema es algo que no hemos tratado nunca y no creo que sea algo de lo que hablemos ahora. —pues desde hace unos años su hija es la que está encargada del negocio y pensé que al ser mujer no iba a poder continuar con el legado de su padre, pero la desgraciada al parecer es de hierro y ha logrado posicionar su negocio como el #1 de Las Vegas y ya no soporto seguir siendo el #2, así que llegó el momento de tomar cartas en el asunto— tiene un brillo extraño en sus ojos y yo siento un pequeño frío recorrer mi columna.
—¿Y cuál sería mi papel?— necesito saber qué es lo que pasa por su cabeza en este momento.
—Necesito un infiltrado de confianza y al que nadie conozca— hace lo que parece una sonrisa— y tú eres el indicado… nadie te conoce y pues, eres mi hijo.
—¿Y cómo se supone que voy a entrar al Orion?— le pregunto curioso.
—Nos acaban de dar la oportunidad perfecta— me extiende un papel y leo lo que está escrito en este.
“El Hotel – Casino Orion, está buscando empleados fijos y temporales. Si está interesado en hacer parte del equipo de trabajo, favor asistir al Casino Orion, con su currículum, en horario de 9:00 am a 12:00 m”.
Nos quedamos un rato hablando de lo que él espera que yo haga y aunque no me siento del todo cómodo con su plan, he decidido ayudarle, porque es mi padre… le debo todo lo que tengo y lo que soy como profesional.
A partir de mañana seré “Nicolas Jones”, un joven pobre y desdichado que busca trabajo y una oportunidad de sobrevivir en la vida.
Así que, para hacer mi papel convincente, salgo a la zona más lejana de la ciudad. Compro ropa que no sea de marca y que parezca la persona común que quiero hacer creer a los demás.