Me timbran al teléfono de mi apartamento y me avisan que Alejandro está abajo, pero no sabe si subir por mí o si yo bajo, así que le envío la razón de que ya voy para allá.
Respiro profundo y antes de salir me miro en el gran espejo que tengo en el corredor entre mi habitación y la sala, tomo el labial y lo paso por mis labios, arreglo unos cabellos que estaban fuera de lugar. Me giro y miro mi cuerpo cubierto por este hermoso vestido en el espejo y vuelve a gustarme mucho lo que veo, por lo que salgo con una sonrisa en mi rostro.
El ascensor abre sus puertas, doy un paso al interior volviendo a ver mi reflejo en el espejo, pero rápidamente doy la vuelta y me pongo a mirar la cuenta regresiva que muestra el piso por el que va bajando el ascensor y siento como si fuera un conteo especial para mí, con el que voy a hacer mi debut… Sé que solo son mis nervios los que piensan eso, pero no hay nada que hacer.
Se abren las puertas del ascensor, salgo. Me quedo viendo al hombre espectacular que hay frente a mí con una gran sonrisa, pero vuelvo a tener la sensación incómoda de saber que, aunque es muy guapo, yo no siento mariposas en el estómago al verlo y la verdad es que es frustrante.
—Belleza de mujer— dice con tono coqueto.
Solo le sonrío y me acerco para saludarlo nuevamente. Nos saludamos con dos besos en la mejilla y luego me ofrece un brazo para que lo tome y vayamos directo al salón de recepciones del ala derecha del casino.
Cuando entramos todos nos voltean a ver, la música se detiene y el hombre encargado de la animación del evento anuncia mi llegada.
—¡Démosle la bienvenida a la cumpleañera!— grita y yo sonrío como si estuviera teniendo el mejor momento de la noche, aunque la verdad es que me dan ganas de salir corriendo de vuelta al último piso del hotel y acostarme en mi cama.
Junto con Alejandro caminamos y saludamos a todos los invitados que nos cruzamos en el camino. Aprovecho para buscar a Lana por el lugar, pero no logro ver a mi amiga del vestido azul eléctrico y se me hace un poco extraño.
Todo el salón está hermosamente arreglado con luces, algunas cintas de colores claros que contrastan perfecto y los arreglos florales en las mesas son del color de mi vestido… todo luce tan lindo y elegante, que es notorio que quien estuvo detrás de todo esto es Lana y la sigo buscando para agradecerle, pero nada que aparece.
—¿Estás feliz?— me pregunta Alejandro y me hace salir de mis pensamientos.
—Ah, sí— contesto un poco confundida. —La verdad es que todo está hermoso.
—Tu amiga se lució— comenta él y le respondo con una sonrisa.
—¿La has visto?— le pregunto curiosa.
Él se ríe y me responde —nunca— suelto una risa y de repente caigo en cuenta que es verdad que nunca se han visto.
Le voy a hacer un comentario, pero nos vemos interrumpidos por el animador que me pide dar las palabras de agradecimiento y apertura a esta fecha “especial”. Me llama para que me acerque al escenario dispuesto y me señala el micrófono para que hable.
Respiro hondo y le doy una sonrisa fingida, pero empiezo a caminar porque efectivamente soy yo la que debe decir esas palabras, ya que no solamente es mi cumpleaños, sino que ya es una fecha en la que hacemos la gala especial del año en el Hotel – Casino Orion.
Alejandro me toma de la cintura y camina junto a mí, hasta llegar a las pequeñas escaleras del escenario y ayudarme a subirlas, pero él se queda abajo.
Tomo el micrófono con una mano, sonrío a todos y les hago un asentimiento, terminando así de saludar a todos.
—Buenas noches a todas y todos— inicio mi discurso que ya me lo sé de memoria porque llevo más de quince años dándolo. —Agradezco su presencia en este día tan especial, no solamente celebrando mi cumpleaños número treinta— trago saliva —sino porque como es costumbre en este día, haremos una bella colecta de donaciones que irán a varias fundaciones sociales. Ya todos saben dónde depositar el dinero o los cheques— comento, pero de todas formas señalo a las tres personas sentadas en una mesa diagonal al escenario y que tienen unos baúles medianos al frente— No siendo más, por favor continúen teniendo una feliz velada, disfruten, tomen y beban libremente— finalizo y mientras, los aplausos de todos acompañan mi descenso por las escaleras.
Alejandro me espera con una gran sonrisa en la parte baja, me tiende la mano y la tomo para continuar caminando hacia la mesa principal, en la que están nuestros lugares.
—Me alegra mucho que por fin puedo estar un cumpleaños a tu lado— dice Alejandro y me acerco a darle un dulce beso en la mejilla.
—También me alegra— le contesto en un susurro y nos sentamos.
Sin darme cuenta en qué momento, estamos enfrascados en una conversación monótona y sin ninguna alegría, con un empresario del entretenimiento, muy conocido en Las Vegas, e internamente me río porque me parece irónico que una persona que viva de entretener a los demás, pueda ser tan aburrida.
Me levanto de la mesa con la excusa que voy al baño y dejo a Alejandro con el señor Smith hablando de algo relacionado con minería y cosas de esas… la verdad yo solo asentía y ponía atención a la gente alrededor, en especial miraba contenta cómo grandes empresarios se acercaban a hacer sus donaciones en la mesa destinada.
¿Dónde demonios está Lana? Ya ha pasado más de una hora que llegué a mi fiesta y aún no logro verla, así que me acerco a uno de los meseros que trabaja con nosotros y se la pregunto, pero él solo me dice que la vio hace como dos horas atrás, yendo hacia la cocina del hotel. Le agradezco y empiezo a caminar para buscarla, pero me detiene uno de los dueños de un casino cercano, me saluda y halaga todo lo de la celebración.
Después de intentar por varios minutos, el poder ir en busca de mi amiga y no lograrlo, me hace volver a la mesa en la que Alejandro finalmente dejó de tener al “divertido” acompañante. Cuando voy llegando hasta la mesa, veo al chofer de Alejandro que lo busca entre la gente.
—Te están buscando— le digo a Alejandro al oído y él voltea. Cuando ve a su chofer se levanta y le hace una seña para que se acerque.
El señor le dice algunas cosas y por la cara que hace Alejandro se nota que es algo serio, pero no me quiero meter, así que miro para otro lado y espero que sea él quien haga algún comentario.
—Belleza mía— me giro haciéndome la desinteresada —debo irme porque hay un problema en el hotel y debo solucionarlo— se excusa.
—¿Pasó algo grave?— inquiero preocupada.
—No, tranquila. Solo un inconveniente que debo solucionar rápido— nos despedimos de beso en la mejilla. —Perdón por tenerme que ir… de verdad quería estar contigo esta noche.
—No te preocupes— le sonrío y digo en un susurro que no escucha —tenemos toda la vida— le di un beso rápido y le hice una seña para que se fuera tranquilo.
Lo veo salir caminando rápido, cuando alguien llega por detrás y me pega un susto, al voltear veo a Lana conteniendo una carcajada.
—¡Que no te acerques así!— ella no se aguanta más y explota en una carcajada que si no fuera por la música fuerte, todos estarían mirándonos.
—¡Touché!— me saca la lengua y sonríe divertida.
—¿Me puedes decir dónde estabas?— le pregunto inquieta.
—Solucionando una cosa con la comida— hace una mueca de aburrimiento que me hace reír —pero ya está todo bien— ahora hace una mueca “alegre”.
—Llegaste en el momento indicado para no quedarme sola… sabes que hoy es el día del año en el que más conversaciones extrañas me persiguen— le abro los ojos en señal de tragedia.
—¡Hey, pues acá estoy al rescate!— me guiña un ojo. —Oye, pero ¿acaso no estabas con Alejandro?— asiento, pero antes de contestarle algo, ella pregunta —¿dónde está?— estira su cuello y empieza a mirar detrás de mí como buscándolo.
—Se tuvo que ir por un problema en el hotel— contesto y subo los hombros.
—¡Touché!— grita y suelta una carcajada —estoy empezando a pensar que él no quiere conocerme y siempre sale huyendo— dice bromeando y las dos nos reímos.
—De verdad que es muy extraño que en tanto tiempo no se hayan podido conocer— hago una mueca y ella la responde igual.
En el momento que los meseros empiezan a llevar la cena a las mesas, mi amiga sale corriendo al escenario y se apodera del micrófono, llamando la atención de todos los presentes.
—¡Buenas nocheees!— grita emocionada y hace reír a todos. —Antes de que nos sentemos a degustar la deliciosa cena que ya nos están sirviendo, los invito a que cantemos el “Happy birthday” a nuestra hermosísima anfitriona, la Señorita Alessandra Wallace Marcucci— me señala y todo me voltean a ver, por lo que pongo una gran sonrisa en mi cara, pero odio ser el centro de atención. Ella lo sabe a la perfección y por eso mismo es que lo hace.
Todos me cantan y yo no puedo quitar la vista de las velas grandes y doradas que hay en la parte superior del ponqué de cuatro pisos y que tienen un notorio e indiscutible número treinta. Suelto un suspiro pesado y luego vuelvo la mirada a Lana, la cual me mira divertida y sé que sabe lo que estoy pensando en este momento.
El resto de la noche la pasamos juntas y entre las dos nos ayudábamos para huir de las conversaciones extrañas e incómodas que salían de varios invitados, eso sí, siempre pareciendo unas damas y en especial, yo debía conservar la percepción de mujer seria, segura y empoderada que he tenido siempre, ya que este mundo de las apuestas y el turismo está en manos de puros hombres.
No sé cuántas horas llevo deseando volver a mi apartamento, pero finalmente está sucediendo. Voy caminando con Lana por el corredor, las risas no nos dejan casi ni movernos como personas normales y se lo atribuyo a los varios cocteles que bebimos esta noche.
Como es de suponerse Lana se quedará conmigo y ahora las dos nos miramos con cara de desasosiego de pensar que debemos hacer nuestra rutina para quitarnos el maquillaje, sacarnos nuestros lindos, pero ya incómodos vestidos y ahí sí, nos podremos acostar a descansar algunas pocas horas, porque en un Hotel – Casino de la “Ciudad del pecado” lo que menos se hace es dejar de trabajar en pro de la diversión de los huéspedes y clientes.
La noche está más caliente de lo normal por lo que cambio de pijama a una más corta y de tela suave, entonces me siento un poco más relaja y liberada. Al salir del baño, contengo la risa que me causa ver la cara de Lana con la que me está mirando.
—Si fueras hombre, serías un viejo verde— le digo en broma y hago una mueca de asco.
—Ay, mi amor, venga y déjese querer— dice haciendo una voz gruesa como si fuera un hombre y no logro contener una carcajada.
—Ay, señor, porque me quiero, ni loca voy con usted— le contesto siguiendo el juego.
—¡Touché!— suelta y nos reímos.
—¿Tú no te cansas de bromear?— le pregunto curiosa y ella me responde con una sonrisa y subiendo los hombros.
—Jamás— guiña un ojo. —Bueno, pero vamos a dormir porque más tarde toca empezar con las entrevistas para los nuevos puestos— se acomoda en la cama.
—Descansa— también me acomodo y espero poder descansar porque las entrevistas son algo que me parece sumamente agotador y desgastante.