—¡Aaaagh!— grito de frustración parada frente a mi gran armario, sin poder decidir cual de los vestidos de gala que tengo, será el que voy a usar esta noche.
Mientras saco gancho por gancho y coloco sobre mi cuerpo los vestidos, al tiempo que me miro en el espejo intentado decidirme, suena el timbre de mi apartamento y volteo los ojos.
—Empezamos…— suelto un respiro pesado.
Abro la puerta y ahí está Lana, mi mejor amiga. Viene con una sonrisa de lado a lado y una pequeña caja en sus manos.
—¡¿Cómo está la cumpleañera más bella?!— grita mientras hace un baile extraño y no puedo contener la risa.
—¡Cállate! Sabes que no quería llegar a este cumpleaños— le hago un puchero.
—Jajajaja, pareces una chiquilla haciendo berrinche… si uno de tus empleados te viera así, no se lo creería— me reprende como si fuera una mamá.
—Tú eres mi empleada— le digo “seria” y me quedo mirándola fijo.
—Uuuy, golpe bajo— dice bromeando y se lleva una mano al pecho a lo que me río. —Sí, soy tu empleada, pero también soy tu mejor amiga y creo que la persona que mejor te conoce en este mundo, ¿o no?— dice segura.
—Es verdad…— le sonrío y guiño un ojo.
—¡Touché! (tuché)— dice victoriosa por haberme ganado. —Y como te conozco tan bien, acá te traje un delicioso detalle de cumpleaños y espero me invites a desayunar un trozo con un café— me sonríe y hace ojitos de perrito.
Recibo la caja que trae en sus manos y al abrirla veo una pequeña torta de dos sabores, chocolate y vainilla con semillas de amapola. La miro, se me marca una sonrisa gigante en mi rostro y la boca se me hace agua.
—¿Acerté, verdad?— dice con picardía.
—Sería el colmo que no lo hicieras, siendo que nos conocemos hace más de veinte años— volteo los ojos y camino a la cocina a servir el café y partir las dos porciones de torta.
—Touché—lo dice con voz aburrida porque sabe que en eso tengo razón y yo le guiño un ojo, victoriosa.
Después de nuestro delicioso y especial desayuno, le pedí ayuda para escoger el vestido de esta noche.
Entramos a mi habitación y abro los ojos como platos cuando veo el desorden de ropa que tengo.
—¡¿Estás loca?!— grita Lana cuando ve la montaña de vestidos que tengo en el piso junto al espejo. —Creí que el problema era que no tenías, pero el problema es que tienes de sobra— me mira.
—Es mi fiesta y no tengo idea de qué ponerme— digo aburrida y soltando un suspiro.
—Te ayudo, pero con una condición— dice Lana emocionada.
—La que sea…
—Por eso es que te amo, amiga de mi alma— se lanzó y me abrazó de manera efusiva. —Te ayudo con tu vestido, pero me prestas alguno para esta noche.
—Me parece perfecto— le contesté feliz de tener ayuda.
Después de unos cuantos minutos en los que Lana recogía vestido por vestido de los que tenía en el suelo, los revisaba y me los entregaba para que los volviera a colgar si eran descartados para esta noche; por fin tenía en mis manos el vestido elegido…
Me quedé mirándolo completamente embelesada y ahora mi cumpleaños no pintaba tan mal como al inicio pensaba. Volteo a mirar a Lana y está que no cabe de la felicidad con el vestido que escogió, se mira en el espejo y con el vestido sobre la ropa ya está planeando la noche.
Se estaba haciendo un poco tarde, así que nos apuramos en salir de mi apartamento en el último piso del Hotel – Casino Orion. Voy muy silenciosa en el ascensor, mientras que Lana va tarareando una canción que no reconozco. Cuando llegamos al primer piso, ella se despide rápidamente de mí y se va a hablar con el supervisor de vigilancia.
Yo observo a toda la gente que entra y sale por la recepción y no puedo evitar sentirme orgullosa de lo que he logrado en estos años, al mando.
Paso por la boutique que tenemos en la zona del hotel y que está un poco alejada de la entrada del Casino. Veo unos hermosos zapatos en la vitrina, así que decido entrar y finalmente los compro, dejando así encargado que los suban a mi apartamento.
Son el complemento perfecto para el vestido que usaré esta noche en mi fiesta de cumpleaños, pero por ahora me concentraré en el trabajo y revisar que todas las cosas estén yendo bien.
Camino hasta la recepción del hotel y apenas Andrew me ve, pega un respingo que por poco me hace soltar una risa, pero, al contrario, pongo mi cara seria.
—Andrew, buenos días— lo saludo amable, mientras estiro mi mano para tomar la libreta de los huéspedes y revisar.
—Buenos días, jefa— me saluda cordial y hace un asentimiento con la cabeza. —Estamos llegando al tope… solamente tenemos libres tres habitaciones— me comenta serio y yo le doy una sonrisa de suficiencia.
—Perfecto… Ya sabes que si llegan más huéspedes los envías al hotel del Señor Alejandro y les haces saber que tienen acceso libre a nuestro casino y demás eventos.
—Claro que sí, jefa— en ese momento llegan algunos huéspedes por lo que me retiro y lo dejo seguir trabajando.
Voy al casino y me emociona ver que está lleno, la gente se ve alegre y efectivamente es un lugar en el que se pierde la noción del tiempo. Escucho a lo lejos las máquinas tragamonedas avisando que hay un nuevo ganador y seguido suenan unos gritos alegres.
Sigo caminando y revisando como están las cosas… los empleados me miran y asienten en forma de saludo, pero siguen en sus labores. De repente Lana llega corriendo hasta donde estoy y me toma por el hombro, asustándome porque no la vi venir.
—Uy, perdón jefa— dice conteniendo una risa y yo volteo los ojos.
—Te he dicho que no te acerques de esa forma— la reprendo.
—Bueno, venía a decirte que necesitamos contratar más personal porque varios empleados pidieron libres estos días de vacaciones y como podrás darte cuenta, estamos a reventar— muerde su labio a la espera de mi respuesta.
—Claro que sí, pongan un anuncio para las vacantes temporales y me parece conveniente hacer otro con al menos diez puestos fijos más. Entiendo que el trabajo es agotador y aún más si deben cubrir el trabajo de alguien más— le digo y ella se lanza a darme un abrazo.
—¿Ves por qué es que todos te aman y respetan? ¡Eres la mejor jefa del mundo!— me hace reír, pero me suelto rápido de su agarre y la miro entrecerrando los ojos —ups, perdón… eres la mejor, así seas malhumorada— se da la vuelta y me lanza un beso.
Después de dar una vuelta por todo el casino, me fui a mi oficina a trabajar en varios documentos que tenía pendientes. Me concentré tanto, que, si no fuera porque recibí una llamada, ni me habría dado cuenta de la hora.
—¿Aló?— contesto al tiempo que pongo mi firma en un contrato de entretenimiento.
—Hija, feliz cumpleaños— es la voz de mi padre y siento que se me aprieta el corazón al escucharlo después de varios días.
—¡Papá! Qué emoción escucharte— le digo conteniendo las lágrimas.
Con mis padres no me veo hace más de un año y las comunicaciones no son tan fáciles. Además, mamá desarrolló Alzheimer temprano por lo que hablar con ella se volvió prácticamente imposible, debido a que no recuerda muchas cosas.
Ahora ellos viven en Chicago, en la casa que fue de mis abuelos maternos cuando llegaron a Estados Unidos. Tienen dos enfermeras y el personal de servicio de la casa.
—Llamaba a felicitarte y escuchar tu voz… espero no haberte interrumpido saliendo a almorzar— dice mi padre y caigo en cuenta de la hora y que estoy retrasada para la invitación a almorzar que me hizo Alejandro.
—Gracias papá— me llena de alegría tener a mis padres vivos, pero siento mi corazón apretado al escuchar su voz cansada y sé que últimamente no ha estado muy bien de salud, además de la angustia que debe sentir a diario de ver a mi mamá cada día más ida.
—Tu madre te manda un beso grande— me comenta con ternura y yo contengo las lágrimas porque sé que eso lo está inventando para hacerme sentir mejor… lo que él no sabe es que me mantengo en contacto con el médico que la atiende y sé el estado de salud de ella. Estoy al tanto que la enfermedad está muy evolucionada y que pronto puede entrar en la etapa final.
—Dile que gracias— digo con voz entrecortada —Dale un beso aún más grande de mi parte— antes de ponerme a llorar, prefiero despedirme —me hace muy feliz haberte escuchado en este día… definitivamente es el mejor regalo que pude tener. Los amo demasiado— mando un beso que me responde con una risita que me hace sonreír —te dejo porque voy tarde al almuerzo con Alejandro.
—Ve, hija. Después nos cuentas qué tal sale la fiesta de esta noche y dale mis saludos a Alejandro— se despide y colgamos.
Tomo rápidamente mi bolso y salgo apurada de mi oficina. Me despido de los empleados que me encuentro por el camino y llego a la entrada principal del hotel donde me está esperando, se puede decir que mi novio, con un traje gris oscuro que le queda perfecto y que lo hace ver demasiado atractivo.
—Perdón la demora— me disculpo.
—Tranquila, belleza. Feliz cumpleaños— nos saludamos de beso en la mejilla y me entrega un regalo. —Ábrelo— me guiña un ojo.
Destapo el regalo y es una caja de joyería muy bonita, al abrirla hay un hermoso collar de oro con un dije en forma de concha de mar.
—Está hermoso, gracias— me acerco y le doy un beso rápido sobre los labios, en señal de agradecimiento.
—Sé que te encanta el mar y tienes una colección de conchas por lo que sabía que te gustaría— comenta seguro. Toma el collar con sus manos, yo me giro y recojo mi cabello hacia una lado y él lo abrocha sobre mi cuello. —Perfecto… ¿Vamos?— me extiende su brazo para que lo tome de gancho y salimos del hotel.
Afuera nos está esperando su chofer en el hermoso Rolls Royce gris de Alejandro. Él me ayuda a subir al auto y después salimos rumbo a un lujoso restaurante donde tiene una mesa reservada.
Con Alejandro nos conocemos hace muchos años y hay un gran cariño entre nosotros, de hecho, se puede decir que más que ser novios, somos muy buenos amigos y nos confiamos muchas cosas. Sé que más adelante nos casaremos y realmente él es un buen hombre, adicional que nuestra unión fortalecería mucho más nuestros negocios, creando así un gran imperio hotelero y dándole más fuerza al Casino Orion.
Pasamos un rato muy agradable en el restaurante, pero es hora de volver a nuestras responsabilidades, además que debo irme a arreglar para mi fiesta de esta noche.
—Belleza mía— toma mi mano y le da un beso en el dorso en señal de despedida. —En la noche nos vemos— le respondo con una sonrisa y sale de vuelta al auto.
Hoy me tomo el resto de la tarde libre, al igual que Lana quien ya me está esperando en la puerta de mi apartamento y se le nota la ansiedad que tiene.
—Ya iba a llamar a la policía para que te empezaran a buscar— dice en broma.
—Estaba almorzando con Alejandro… tampoco me demoré tanto— le contesto volteando los ojos y restándole importancia.
—Veo que te dieron un lindo regalo— comenta y se acerca a ver el collar que llevo puesto.
—Sí. Él sabe lo que me gustan y me dio una que me acompañe de vez en cuando— contesto con una sonrisa leve.
—Touché— dice Lana y volteo los ojos porque esa es su palabra favorita y la utiliza dependiendo la ocasión para que signifique algo diferente y sé que en este momento la dijo dando a entender que el regalo de Alejandro es de poco esfuerzo, pero que se sabía me gustaría.
Entramos al apartamento. Yo me voy al baño en mi habitación y ella se va al que se encuentra en la habitación de huéspedes. Nos tomamos nuestro tiempo para relajarnos y aunque me muero de ganas de acostarme a dormir un rato, no lo hago ya que después se me haría tarde y como la cumpleañera que soy, no puedo quedar desarreglada y mucho menos mal presentada.
Entre Lana y yo nos maquillamos y peinamos. Sé que es algo por lo que normalmente uno llamaría a una estilista, pero hace algunos años hicimos un curso de eso, solo por pasar tiempo juntas y ahora se volvió como nuestro momento especial… nuestro ritual pre - fiesta.
Mi vestido es color palo de rosa brillante, largo, con una abertura grande en la pierna, el corsé es con copas que asemejan unas conchas de mar y tiene unas tiras muy delgadas. Los zapatos que compré en la mañana ya están en mi habitación esperando a ser usados y como lo pensé, quedaron perfectos con el vestido.
El vestido azul eléctrico que escogió Lana esta mañana, la hace ver muy hermosa, sus ojos verdes resaltan, sus atributos se ven tentadores y su cabellera rubia con ondas la hace lucir como una princesa.
—Wow, chica. ¡Luces preciosa!— le digo y ella suelta una risa tímida.
—Gracias, gracias— dice con falsa modestia y suelto una carcajada. —¡Mentiras!... y tú no te quedas atrás, es que definitivamente pareces una modelo… creo que la mitad de los empresarios de Las Vegas quedará con el corazón roto— me guiña un ojo.
Nos quedamos un rato hablando, pero después Lana se retiró para asegurarse que todo lo de la fiesta estuviera en orden y así poder bajar a hacer mi gran aparición.
La verdad es que no soy muy fanática de celebrar mi cumpleaños, pero ya es una tradición y más cuando soy la dueña y jefa del Hotel – Casino #1 en Las Vegas. Esta no es solo una ocasión para que los demás me celebren, sino que es el punto de encuentro de muchos empresarios de turismo, juegos y espectáculos, por lo que más de una sociedad o contrato sale de este día.
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