No sé, por cuánto tiempo he dormido. Tampoco sé que me ha despertado, pero me siento mucho mejor. Una mano acaricia mi entrepierna, y un suspiro de placer se filtra entre mis labios. Me arqueó, al tiempo que echo mi trasero hacia atrás, y siento la dureza contra mis nalgas. Los dedos trabajan en mi calor con más precisión, y me abandono al placer que los mismos, me están proporcionando. Abro los ojos y no veo nada. Luego, todo me golpea. La llegada a Miami. Quedarme en la casa de Alessandro. La ducha. Meterme a la cama con Alessandro. —Alessandro —susurró. —El mismo —susurra antes de chupar el lóbulo de mi oreja, y me abro a su asalto. Descanso mi pierna sobre la suya. La sensación que me provoca no me deja pensar. ¡Joder! No quiero pensar. Sus dedos me dejan, antes de