Terminada la noche varias de las empleadas de allí, las cuales desde mi apreciación eran corteses a diferencia de donde estábamos, se encargaban de explicarnos a Samanta y a mí que el sujeto que me había perseguido era un magnate árabe, mismo que cada vez que gusta de alguna chica se la lleva sin más, pagando por ella para después desconocerse su destino. Se había corrido un rumor que después de que se aburría de la joven terminaba con ella de la peor manera, desapareciendo su cadáver para de esa forma no dejar rastros para las autoridades. Escuchar semejante comentario me hizo mirar a Samanta, denotando a través de mi semblante que sentía temor ya que entraba en los gustos de esa extraña persona. —¿Quieren decir que estoy en peligro?—inquirí en medio de la angustia que me i