Narra Eva. Escuché el agua correr en la ducha. Tobías había intervenido después de su entrenamiento. Incluso cubierto de sudor, parecía comestible. Después de una sesión, sus músculos estaban duros y definidos. Era un animal en el gimnasio. Estaba en mejor forma que muchos hombres de la mitad de su edad. Lo que no me gustó fue su culpa. Lo pude sentir, lo escuche en su voz. Era mi tío el culpable, no mi esposo. Tobías haría cualquier cosa para protegerme. No era saludable arrastrar las pesadas cadenas de la culpa. Abrí la puerta del baño. Se estaba secando con una toalla, su cuerpo reluciente. Una obra de arte masculina. Baje la mirada hacia su flácida polla, y como si la simple mirada fuera un interruptor, comenzó a espesarse. —Eva... —Me has llevado tantas veces al limite. Me prob