Capítulo 4: A Pasos de mi Pasado

1338 Words
Estamos saboreando panqueques. Enseguida que llegué ordenamos, moríamos de hambre. Mi amigo Peter es rubio gracias al tinte, él se aburre con frecuencia y cambia de look. En este momento nos engullimos de deliciosos panqueques y admito que somos buenos glotones. —Sabrosos estos hot cake y tú impuntual —se mete un gran bocado a la boca. —Te secundo, los pancakes están exquisitos —lo señalo con el tenedor. A Peter le gusta llamar las cosas distintas de las demás personas, por ejemplo: celular- móvil. Siempre me sorprende con palabras nuevas. —Eres una arpía, me haces sufrir —habla con la boca llena y se tapa con la mano. —No te veías sufriendo cuando llegué, estabas en compañía del moreno y en modo conquista. Peter saca una tarjeta personal, la coloca en la mesa y la desliza hacia mí. —Antes de que se me olvide, lee por ti misma. Sostengo la tarjeta, la leo sintiendo los ojos de Pet encima. Interesante, el moreno es decorador de interiores. —¿Es lo que estoy pensando? —pregunto y doy un bocado de mi pancake. —A veces tú y yo no estamos en sincronía amiga. Lo miro indiferente, pero tiene razón. —Quieres que decore tu cuarto, imagino. —Levanto ambas cejas. —Con ese moreno quisiera decorar varias cosas de mi alcoba, la pared, la alfombra y sobre todo la cama —suspira rodando sus ojos soñadores—. Te equivocaste, es perfecto para la academia de Camil, siempre es bueno dar un voto de confianza al nuevo talento y necesitas un decorador. Sé que él y Camil se llevarán bien. —Lo reflexionaré, no está nada mal tu idea. Tendré que ver sus trabajos, referencias… —me interrumpe y continúo comiendo. —Me mostró su carpeta, créeme, es bueno y sabes que jamás mezclo trabajo con mis conquistas. Por eso me atrevo a recomendarlo, además, no creo que suceda algo entre nosotros, es bisexual y sabes que no comparto —negó con la cabeza. —Por Dios, hablas como si te fueras a casar —dije entre risas y me pasé la servilleta por mis labios—. No tiene nada de malo para un revolcón, Pet. —Querida, ese no es el asunto, fue muy claro al verte. Sus ojos se le querían salir de órbita y casi babea en tus bubis —las señala y arruga el entrecejo. —Nada pasará, las conquistas de mi amigo son restringidas. —Cambiando el tema, cuéntame del semental que te retrasó. —El sobrino de Demetrio lo contraté, ¿recuerdas? —asiente y apura con la mano. —Está envuelto en chocolate, con eso te podrás imaginar mi nuevo antojo. —Eres una maldita golosa, necesito ir a la finca Arken, pronto. —Aunque es un insolente deseo probarlo una vez. —Veo que estás ingeniando tu nuevo movimiento. —De eso no dudes. —Vamos con los negocios, Kendra —se ajusta la corbata y me relamo la lengua con varias ideas que surgieron. Entre papeles y firmas nos ponemos serios, nos envolvimos en el trabajo. Por eso me encanta Peter, bromeamos, pero a la hora de negocios somos profesionales y competitivos. … Estoy caminando hacia el estacionamiento, Peter se estacionó al frente y se ofreció a traerme, pero me negué; él iba atrasado para una junta. Estoy sacando la llave del carro, en eso me detengo, una voz extraña grita mi nombre. Me tenso, siento que esa voz me trae recuerdos y al voltear me niego a creerlo. Me encuentro a pasos de mi pasado, los años han hecho estragos en ella, pero son inconfundibles esos ojos marrones. Es imposible que recuerde sus ojos, suponía que no recordaba nada sobre ella y me equivoqué. Esos ojos están incrustados en mi mente, en lo más profundo y han salido a superficie sin ser invitados. Viene con ese porte que los años no le han arrebatado, está demacrada y desaliñada, pero conserva esa frialdad. —Kendra, es hora que tengamos una charla de madre a hija —suelta así tan viperina y me río como demente. Sostengo fuerte la llave, está incrustada en mi palma y me entra una ola de rabia. —Señora, no la conozco, así que apártese —hablé con la mandíbula apretada. Me giro, me aparto con largas zancadas hasta llegar a mi carro y desbloqueo las puertas. —Te he estado observando, ¿cómo explicas que esté frente de ti? —no respondo—. Tú no eres tan distinta a mí, he visto tus pasos. Me acerco endemoniada hacia su despojo de cuerpo y la encaro. —No te atrevas a compararte conmigo, tú jamás has sido madre y menos has llegado alto. Eres nadie —hinco mi dedo índice en su corazón y ella me mira estoica. —Nunca me propuse llegar alto, pero sí vivir con riquezas —confirma orgullosa. —Pues continúa con tu mundo de banalidades, aunque pareces una pordiosera. La miro de arriba abajo, ella alza su mentón y no se amedrenta. —Humíllame para que saques ese dolor, pero aun así me tendrás que soportar y mantener. Camina hacia el lado del pasajero, abre la puerta y me niego a ayudarla. La sostengo fuerte del brazo, me mira con ojos de halcón y sonrió maliciosa. —Te largas ahora mismo, no te debo nada y menos te daré ni un centavo. Empieza a reírse, es asqueroso, su olor hediondo inunda mis fosas nasales y me contengo de taparme la nariz. —Lo harás Kendra, porque empezaré a difundir tu pasatiempo favorito, incluso, iría donde la esposa de Andrés —entrecerré los ojos—. Sí, el abogado bonito y chulo —habla entre risas y suelta el veneno. —Es tu palabra contra la mía, además, qué rayos me importa esa mujer —viré los ojos para arriba—. No me conoces, no sabes nada de mí… —Te haré tu maravillosa vida, un infierno, incluso, Camillia esa linda rubia que amas me quiere. Mis ojos se agrandan y ella nota el miedo al mencionar a Camillia. Me odio por flaquear delante suyo. —Oh, sí, esa niña me conoce y me quiere porque pido limosna frente a su universidad —asintió sonriendo con ironía—. Tiene un increíble corazón, me lleva comida y… —¡Cállate, no te atrevas a lastimarla! —alzo mi voz y quita mi mano de su brazo. —No lo haré, si cedes —me lanza una guiñada y se sienta en el asiento del pasajero. Rabiosa, azoto la puerta, rodeo el carro y la malparida me saluda sonriendo. Tranquila Kendra por Camil tengo que ceder, respira y exhala. Pronto pondré esto a nivel, enojada, no puedes pensar con claridad. Al estar montada, enciendo el carro y la volteo a ver. —Esto apenas empieza Rebeca, te estás metiendo con la persona menos indicada. —Eres mi hija, vives podrida en dinero y te mueres por compartir —trepa sus mugrosos tenis en el dashboard. La golpeo fuerte en sus piernas, consiguiendo que los baje y alza las manos en son de paz. —Oh, no sabes nada de mí —la encaré decidida a joderla—. Te demostraré que amenazarme, no te llevará lejos. Sí, tendrás dinero de mí, pero no como crees Rebeca. —¡¿Qué demonios harás?! —cuestionó aterrada—. ¡No juegues conmigo, pequeña zorra! —gritó y salgo del estacionamiento. Eso es perder el control, porque no tendrás más de lo que te mereces y de eso me encargaré. —Acertaste, soy una zorra, no estaba pensando claramente al recibir tu visita. Ha regresado la bruja que soy, no desesperes, pronto te informaré —me coloco el cinturón de seguridad. Acelero y freno de cantazo consiguiendo que Rebeca se impulse adelante y me mira asustada. —Por favor, cinturón de seguridad. No quiero infringir las reglas —le tiro una guiñada y sonrío abiertamente.
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