Capítulo Cinco.

3492 Words
  Capitulo Cinco.    Junio 2014, Buenos Aires Argentina.   Santino y Clara tuvieron infinidad de encuentros en el The Clímax, y como había prometido, le había ayudado a ascender en cuanto a su prestigio y éxito como abogado en cada caso importante que llevaba a cabo y por supuesto ganaba y su cuenta bancaria iba aumentando en cientos de miles de dólares.  Su nombre resonaba en cada punto recóndito de Latinoamérica y no dejaba de llover le casos no solo a él sino al estudio jurídico para el que trabajaba. Su exitosa forma de llevar adelante cada uno de ellos le había logrado posicionar en uno de los lugares más deseados del estudio lo cual era la oficina de junto al jefe, y él había logrado hacer en tan poco tiempo lo que muchos demoran hasta una década. Respecto al The Clímax, Clara tenia razón, desde aquella noche, ella le empezó a enseñar todo lo que sabe y la forma en la que ellos, como amos, debían tratar a sus sumisas, como sumisos. Le explicó que toda relación se encuadraba dentro de un acuerdo y por ende se dejaban pre establecidas todas aquellas cosas que como sumisos o esclavos debían dar. La particularidad de este club era que todos los que en él querían participar podían entrar solo si se realizaban estudios de enfermedades de transmisión s****l cada semana, obviamente  el costo de estás pruebas quedaba a cargo del ama o amo dominante. La exclusividad quedaba en consideración del amo es decir, nadie les negaba la libertad de estar con quienes quieran allí dentro, porque cada dominado debía rendirle respeto a su dominante, por tanto solo este podía o no, agregar o quitar clausulas como la prohibición de estar con otras personas mientras esté bajo las órdenes de su dueño o dueña. El no involucrar lo sentimental también era algo que se dejaba en claro a cada integrante dado que a ese sitio solo se iba a disfrutar y vivenciar una experiencia en el sexo como ninguna. No sé permitía el ingreso a parejas que estén unidas por el amor, matrimonios, o con algún tipo de vínculo afectivo. El club no era para ese tipo de gente. Ellos ofrecían lo que se les podía ocurrir y tenían la exclusividad de dejar entrar a las personas con las características que deseaba. Por eso, había muchas celebridades engañando a sus parejas porque era una de las reglas del club. Aunque muchos fingían no tener vínculo afectivo para poder disfrutar algo nuevo Ene le sexo dentro de la rutina diaria de pareja. Ser sumiso fue algo que jamás imagino experimentar y aunque no lo volvería hacer o eso juraba, no podía negar que todo aquello que vivió fue realmente fascinante y por sobre todo, que había aprendido. Su relación con Clara no había cambiado por haber tenido intimidad reiteradas veces, ambos sabían separar lo profesional de la intimidad. Actualmente, ella estaba iniciado a otro de sus compañeros de trabajo, aunque debía jurar que nunca, lejos de su marido, había podido disfrutar hasta sobrepasar el éxtasis de sus propios sentidos, como lo convenció con él. Clara le había explicado que ella solía hacer acuerdos con sus sumisos. Los mismos que debían firmar acatando minuciosamente cada cláusula y sin violar ninguna. Que los mismos solo tienen vigencia entre uno y tres meses, dependiendo de qué tanto le interesa su esclavo. Este era un termino que ella misma había implementado, dado que los sumisos y sumisas se sometían a una relación dónde su único “trabajo* era generarle placer a sus amos. No importaba si ellos estaban o no conformes con el acto, porque por ello firmaban un contrato antes de someterse a los deseos, al fetiche a los morbos sexuales de quienes controlan no solo sus cuerpos, si no sus orgasmos. El tener el control de la situación era algo que debía preponderar, no se podía, bajo ningún concepto delegar roles por lo que aquel o aquella que firma como sumiso o sumisa será el rol que deberá optar hasta la disolución del acuerdo. Le dijo también, que se suele ofrecer algo a cambio, así como ella lo hizo con él que para aceptar ese rol lo puso en un pedestal en el The Clímax y lo ayudó a escalar exitosamente en el campo penal. Pero no todos tienen el mismo interés y resulta ser que quién acepta ese tipo de acuerdos lo hace por algo a cambio.   Por todo lo mencionado, Santino había operado por realizar acuerdos que duren no las de un mes, con determinadas clausulas que si o sí debían acatar. Él les ofrecía todo aquello que deseaba pero si una sola regla violaban automáticamente el contrato quedaba invalidado, por lo que su documento legal era uno de los más largos con más  reglas en todo ese club. Se había echo la vasectomía hacía años y  semanalmente se realizaba estudios para verificar que no le hayan contagiado ninguna enfermedad de transmisión s****l,  Dado que si bien ellas firmaban su consentimiento, no faltaba alguna que violara la cláusula de exclusividad. Santino les prohibía estar con otros hombres a no ser que él lo ordene, que sea parte del morbo que desee experimentar. Sus sumisas eran sus esclavas y por tanto controlaba sus vidas y sus cuerpos y los utilizaba como quería y con quienes deseaba y ellas aceptaban esto.   -          Hola. – le dice la rubia ingresando a su auto, él asiente con la cabeza y sin molestarse a mirarla arranca su auto.  – he hecho lo que me has pedido. – rompe el silencio y lejos de sorprenderlo, él solo asiente.  – tengo que admitir que hace mucho tiempo no usaba un monster. En principio fue incómodo, pero luego me empecé a familiarizar con el aparato. Hacía mucho no lo utilizaba y siempre eran de longitud cinco centímetros menos y dos menos de diámetro – Sheyla era una de sus sumisas preferidas hasta el momento ya que siempre que iban por morbos realmente excitantes para él y peligrosos para ella, la muchacha los aceptaba sin pensarlo dos veces. A ella la había conocido en una de las fiestas que dar semanalmente el The Clímax y sus referencias lo habían dejado con cierta curiosidad. La rubia era una mujer que no tenía límites, que experimentaba cualquier tipo de fetiches y que hasta lo más asqueroso y despiadado era capaz de dejarse hacer y hacer por supuesto. Ya había participado en orgías donde más de cincuenta hombres la disfrutaban en una jornada y la dilatación de sus partes íntimas eran como ninguna otra mujer. No era raro que hombres importantes del club esperen ansiosos a los vencimientos de sus contratos y aunque se le permitía volver a firmar con la misma sumisa, debían esperar a que pase por cinco amos más. Por lo que no solo era la mujer más codiciada, sino la mejor paga. Tenía millones y millones. Pero Sheyla amaba tanto esa vida que, aunque tuviera treinta y dos años, seguía siendo hermosa y experta en el arte del sexo. Santino quería experimentar con un arnés monsters y le había ordenado el uso de una sesión de dildos de diferentes tamaños para dilatar la zona, dado que el m*****o artificial que deseaba utilizar tenía cuarenta centímetros de largo y ocho de diámetro. Una verdadera monstruosidad. Pero le fascinaba el poder abrirla más ante él. Rivas recordaba que, en una de esas visitas al The Clímax habían realizado un intercambio de parejas tomando Clara el rol de sumisa por esa jornada. Su amo le había penetrado con un consolador gigantesco y pudo deleitarse con la expresión no solo de ella, sino de él por alguna extraña razón le había despertado el deseo de querer utilizarlo, aunque su rol de sumiso le impedía el poder sugerir alguna práctica o uso de aparato.   -          Ponte eso. – le dijo señalando un enterito todo de red que cubría incluso sus piernas y sus brazos, encima de la cama. Eran pocas las veces que asistía al club a hacer uso de alguna de sus instalaciones, por que si había algo del cual se había vuelto ciertamente obsesivo era de la discreción. Por ello, se había hecho una casa a una hora de su domicilio la cual directamente al abrir la puerta te encontrabas con un pequeño hall de metro y medio por metro y medio, donde a la derecha, con un baño lo suficientemente amplio como para alojar hasta cuatro personas. La otra puerta que estaba ubicada de frente a la entrada, daba a una “sala” donde había de todo. Desde maquinas de sexo, hasta jaulas sexuales. Consoladores de todos los tamaños, dildos anales de todas las formas y todos los diseños, cadenas, barras de contención, etc. era el paraíso de cualquier amo dominante. Una vez que Sheyla apareció vestida con aquello, pudo notar en sus grandes pechos, que por cierto se los había operado hace año y medio colocándose cuatro tallas más grandes que la que ella misma tenía. Su monte de venus completamente depilado pero le llamó la atención un tatuaje de una leyenda con una delgada flecha apuntando hacía “abajo” que le robo una sonrisa. -          “FIRE FOR YOU” -  lee en voz alta y ella pasa la palma de su mano por allí y haciendo ademan de querer introducirse dos de sus dedos. – ¿por qué? –  la última vez que se había acostado con ella fue hacía cinco días, por lo que ese tatuaje no estaba allí. -          Porque tu haces que mi coño se vuelva un infierno cada vez que lo tocas, que lo besas, que lo penetras con lo que sea o simplemente con solo estar mirándote, eres torrente brotando desde lo más hondo de mis entrañas. – No había nada más placentero que escuchar en sus labios, en los de cualquier mujer, lo que era capaz de provocar con tan solo su presencia. Su ego se engrandecía a cada letra de cada palabra. -          Súbete a la tarima. – le ordenó, y se acercó para colocarle un arnés anticaída del tipo obrero, pero no específicamente ese. Este se caracterizaba por tener tres puntos de anclaje que sostenían sus piernas, uno que sujetaba sus tobillos, otro sus muslos y el último donde iniciaba la curva de los glúteos. Este por cada m*****o inferior. El mismo llevaba tres cinturones lumbares. Uno en la cadera, otro en la cintura y uno más que se cruzaba por delante y se abrochaban en la parte superior de la espalda. Sus brazos también estaban sostenidos en la misma forma que sus piernas y diez cuerdas se sujetaban a una especie de maquinaria que lo que hacía era elevarla a la altura que deseaba y dejarla completamente inmovilizada y dispuesta a lo que su amo deseaba hacer. -          ¡esto es excitante! – le dice ella mordiendo su labio inferior y con mucha desesperación por tenerlo dentro suyo.   Se podía ver perfectamente lo dilatado que tenía el orificio anal y no solo él, porque el vaginal también lo estaba. -          ¿has utilizado el dildo en tu coño verdad? – sus ojos manifiestan lujuria y deseo. – me gusta. – confesó. Eso quería decir que podía hacer uso de dos al mismo tiempo. Por supuesto no del mismo tamaño dado que el mal uso de los mismo puede provocar un desgarro. – comencemos. – le dijo y fue a buscar un consolador  vibrador pero diferente al que ella conocía y hasta había utilizado.   Él tenía en sus manos un aparato nuevo que había traído en uno de sus viajes al extranjero. El mismo si bien a simple vista parecía ser un m*****o artificial como cualquier otro, este tenía la diferencia de que se colocaba como si fuera una prenda interior y una vez que se introducía en la v****a, se abrochaba en la cintura y quedaba dentro hasta que el que tenía el control del mismo decidía sacarlo. -          Juguetito nuevo. – le dice ella sintiendo el fuego en todo su cuerpo. -          Esto. . . – comienza hablarle mientras lo introduce lentamente dentro de ella. – te hará ver las estrellas.  Le dijo una vez que toda la longitud ingresó en ella. - ¿quieres saber cómo funciona? – le pregunta con una sonrisa y ella asiente mordiéndose el labio inferior. – elije un color. – dice de repente y ella no comprende nada. -          ¿un color? – repitió sin entender. -          Elije entre fucsia y blanco o violeta y n***o – y ella, sin tomarle mucha importancia eligió la combinación de violeta y n***o y pudo ver en sus ojos la malicia. -          ¿por qué? – pregunta curiosa, pero él le da la espalda por ir a buscar algo en una de las mesas dentro de la habitación. Cuando al fin lo ve, se da cuenta que, en una de sus manos, la izquierda tiene algo parecido a una alarma de auto y eso justamente pensó que era. -          Ya verás. – y con una sonrisa de lado, presionó la combinación de esos botones de aquellos colores y aquel objeto dentro de ella comenzó a vibrar y no solo eso, sino que a moverse en forma de círculos. Sus gritos eran música para sus oídos. -          Oh dios . . .  oh dios . . . – gemía desatada. Sus pezones estaban duros como la piedra y sus gritos copaban cada milímetro de la gran habitación. – ohhh ohhh… ohh Santino. – Sheyla tenía la costumbre de llamarlo por su nombre, cosa que a él le molestaba demasiado y siempre terminaba castigándola en el sexo. Cosa que disfrutaba ampliamente, los dos. Mientras aquel aparato vibraba y se movía dentro de ella, él, quien ya se había sacado la remera y el pantalón y sólo estaba en bóxer, comenzó a sentir un dolor agudo en su m*****o. Deseaba entrar en ella. Sin más, se acercó lo suficiente y tomando el control de la maquina que la tenía elevada, la activó para que suba sus extremidades inferiores, lo cual provocaba que se diera la vuelta, que quedara en posición horizontal con la visión de sus zonas intimas en su cara. Podía ver cómo desde su interior un líquido viscoso en color blanco salía de ella, y cómo los espasmos sacudían su cuerpo. Sin mencionar sus jadeos y gemidos que eran tan elevados que se podían escuchar a cientos de kilómetros la redonda. -          Ahhh.. ahhhh sigue, sigue… ohh dios.. – sus extremidades se entumecían y la experiencia de tener ese pene artificial dentro suyo moviéndose salvajemente era magnifica. Santino se acercó a su zona anal y sin decir una sola palabra paso su lengua sobre el mismo, esto hizo que ella comenzara hacer movimientos de “contraer y soltar”. El sabor de la humedad que generaba ese aparato en su coño, era completamente exquisito. -          Deliciosa. – dijo introduciendo su lengua en ese orificio que estaba bastante dilatado. Por un rato estuvo así, lamiendo e introduciendo su lengua, mientras sus manos apretaban sus glúteos y le clavaban las uñas. – me pones a cien. – le dijo mientras dejaba de lamerla y comenzaba a introducirles los dedos. – veamos que tanto puedes recibir. – le decía, pero ella era incapaz de concentrarse en sus palabras, ya que estaba convulsionando de placer. Él comenzó a introducir sus dedos hasta que su puño quedó dentro suyo. Sheyla estaba tan dilatada que ingresar su mano hasta mitad de su brazo era fácil. Adoraba que estuviera así para él, porque eso significaba que podía ingresar más de un m*****o en él. -          ¡hazlo ya! – le grita entre gemidos de placer y sabía a qué se refería. Sin sacar el m*****o de su v****a, se coloca el arnés con el dildo Monster y se ubicó en su entrada. No le dijo nada, y simplemente comenzó hacer presión para ingresar en el. Su zona si bien estaba muy dilatada, no quería ingresar aquello de manera brusca, dado que no quería lastimarla, desgarrarla. -          Ohhh . – gime él al ingresarle en el ano el glande de goma. – oh siii . . . – no era su polla el que ingresaba en su coño ni en el ano, pero disfrutaba introduciendo ese tipo de cosas. Cerró sus ojos y comenzó a moverse hacia delante y hacía atrás. En tanto daba masajes en forma de círculos, con su pulgar, en su clítoris. Toda la experiencia era una maravilla. Sheyla había llegado al éxtasis unas siete veces desde que habían comenzada la jornada, pero su cuerpo aún no se saciaba. Necesitaba más y más. Hora más tarde, ambos estaban cambiándose y regresando a sus domicilios. Él no tenía como costumbre llevarlas a sus casas, pero con ella el trato era diferente, porque Sheyla, era su preferida y eso lo sabían en el The Clímax. -          ¿te puedo hacer una pregunta? – había algo que a ella siempre le generó curiosidad. Él no dijo nada por lo que supuso que era el pie para que pueda hablar. - ¿Por qué nunca has besado a alguna de tus sumisas? – y él, sin mirarla aun respondió su falta de interés en eso. -          Porque no. – dijo tajante. -          ¿has besado alguna vez a alguien? – no sabía por qué, pero le había “caído” esa duda. -          Eso no es de tu incumbencia. No entiendo de sentimientos y ese tipo de manifestaciones afectivas me repugnan. No las beso porque no me interesa y tampoco lo intentaré hacer algún día ¿de acuerdo? – con esto último y su expresión ofendida ene el rostro ella comprendió que no debía volver a preguntar. -          Bueno, hemos llegado. – dice ella pero él no responde. – me iré cuando quieras llámame. – dice y él no quita su vista de enfrente ni sus manos del volante. Una vez que se bajó del auto arrancó de regreso a su domicilio. Él jamás había besado a una mujer. Santino no tenía padres, había vivido, hasta los dieciséis años que se fue a vivir solo, con su tío, el hermano de su madre quien había fallecido en su luna de miel con el padre cuando el tenía año y medio. Su tío vivía ebrio y hacía como que no existía. No lo trataba mal, simplemente lo ignoraba y de vez en cuando se traía mujeres que levantaba en las calles para tener sexo con ellas en la casa. Más de una vez debía usar sus audífonos por los gemidos de placer de las chicas que llevaba, pero una vez trajo una en particular que a media madrugada se había metido en su cama. La prostituta lo había levantado realizándole sexo oral y aunque esa noche no la folló, fue la última que pasó en esa casa. Los ahorros que tenía más el dinero que le dejaron sus padres le permitieron alquilarse un cuarto en una pensión, hasta que gracias al trabajo pudo pagarse sus estudios en la universidad mientras cursaba el cuarto año de secundaria. Con solo veinte años ya se había graduado como abogado y pudo irse a vivir a un mono ambiente. Su infancia no había sido fácil, pero no conoció el amor y siempre se esforzó por ser el mejor en todo lo que hiciera. Aquel primer encuentro con esa mujer de la noche había generado algo en su interior, un gusto particular. consideraba que ellas eran sentimentalmente libres, dado que solo se acostaban con sus clientes por una retribución monetaria y eso no le parecía mal. Con el pasar de los años, Santino había logrado llegar a la cima profesionalmente y se había vuelto el hombre más codiciado y solicitado en el campo. Así mismo, las mujeres rogaban por ser el centro de su interés y aunque jamás se le conoció una pareja, y que los rumores lo ponían en duda su orientación s****l, todas las que estuvieron con él sabían lo “macho” que era en la cama y siempre querían volver. Pero él no regresaba con ninguna y solo extendía sus acuerdos por cuatro semanas, aunque con Sheyla, había llegado a alcanzar seis semanas y eso era por lo satisfactorio que era experimentar con ella el placer y la explosión de libido de sus sentidos. Realmente ella era fuego en sus manos. Él creía que no conocería a ninguna otra mujer que lograra darle vuelta la cabeza y obsesionarlo y no de un modo sentimental, dado que no sabía que era eso y no le interesaba involucrarse por fuera del contrato. Pero todo cambiaría aquella mañana cuando salió de tribunales al ganar el caso de Saenz, quien había sido inculpado de un homicidio que no cometió y gracias a Rivas se pudo demostrar su inocencia además de conseguir una gratificación por parte del Estado por haber sido inculpado injustamente.
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