Capítulo Seis.

3007 Words
Capitulo Seis. Nota importante: ¿Cómo están? Espero que bien. Quisiera volver a explicarles que la novela se desarrolla en tres momentos, dos de ellos en pasado. El reencuentro de Abril y Santino se sitúa en el año 2025. No he perdido el hilo, ni me fui de tema. Simplemente quería mostrarles cómo fueron sus inicios en el The Clímax y lo que ha pasado desde que conoció a Abril. Espero que les guste está segunda parte y en breve, estaremos leyendo los capítulos del reencuentro. Sin más preámbulos, los dejo En el día en el que  nuestros protagonistas se conocieron. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Marzo, 2021 Buenos Aires, Argentina.   Este caso no era uno de los más importantes de su carrera, sí el más polémico. Hacia cuatro años el señor Carlos Alberto Sáenz, había hallado al amante de su esposa asesinado en el departamento donde hacían sus encuentros a escondidas de él y aunque muchos alegaron que el imputado conocía al occiso y que sabía de la aventura siempre negó todas las acusaciones. Era cierto que su esposa lo engañaba y que como ese, había tenido decenas de amantes durante los siete años que llevaban de casados. Era cierto que habían discutido ante cientos de personas en un reunión donde habían decenas de invitados dado que él era parte del directorio del Banco Central y como tal no podía faltar a esos eventos importantes.  Esa misma noche dieron un espectáculo frente al público y vocifero asesinarla o asesinar al hombre con quién lo engañaba si no lo dejaba. El asunto era que esa misma noche, ese hombre apareció muerto y todas las sospechas apuntaban a él, al Sr. Sáenz. La investigación fue mala desde un comienzo. Se perdieron pruebas y contaminaron la escena. No verificaron la coartada del imputado y como estaban en época de elecciones y la presión mediática no los dejaba un segundo respirar, lo condenaron, sin sustento alguno,  a reclusión perpetua. Cuatro años fueron los que estuvo recluido en la penitenciaria de máxima seguridad y dónde ha tenido que vivir situaciones donde se vio y sintió ultrajado físicamente.   -          Declaró, al sr. Carlos Albertos Sáenz inocente de culpa y cargo, debiendo el Estado pagar una indemnización por la suma total de 250.000$ dólares los mismos que deberán depositarse en el término de 30 días empezando desde hoy. ¡Eh dicho! - y el fuerte sonido del martillo sobre esa pequeña tarima de madera dando por finalizada la sesion y dibujando en el rostro del Licenciado Rivas una amplia sonrisa. -          - Un nuevo caso ganado para su haber. – le dice a modo de susurro un colega del equipo. - ¿Cómo es que lo haces? – le pregunta incrédulo y Santino ladea su cabeza para mirarlo y volver a oírlo decir lo mismo. - ¿Cómo haces para ser tan exitoso? ¿Cuál es tu secreto para ser lo que eres? – y él sonrió de lado y le susurró algo al oído que lo dejó inmobil. -          Hay quienes nacimos para brillar en todo lo que hagamos . . .  Todo el esfuerzo que hagas a ti, te será insuficiente y sintiéndose insuperable y omnipotente es que salió de la sala. -            Santino era el mejor en el campo y por eso cobraba lo que cobraba. El dinero que ganaba, gran parte se iba en la compra de juguetes sexuales y en el pago de sus sumisas. Es decir, él retriubía económicamente o materialmente a sus esclavas, por lo que ambos tenían lo que deseaban. Él más placer y ellas, entre tantas cosas, a él; cosa que era mucho. Ni bien salió de tribunales se dirigió hacía el estacionamiento donde lo esperaba uno más de sus caprichos, su Porsche 918 Spyder valuado en más de U$s 900.000 de color gris. Santino era demasiado ostentoso en cuanto a su auto, no tan así con su casa. Se sentía imponente cada vez que paraba en una esquina y decenas de ojos se detenían a mirarlo y a desear algo que jamás, ni en miles de vidas, lograrían obtener y eso era su auto y estilo de vida. No podía quejarse. Tenía una posición privilegiada tanto en el estudio jurídico como en el The Clímax, pese a haber dejado de asistir con frecuencia. No tenía siquiera que desear obtener algo, porque le era fácil tenerlo en sus manos. Era como solicitarlo y ya tenerlo a sus pies. Pero eso mismo genera, cómo es de esperarse, cierta envidia en sus colegas, como en sus pares en el club. Especialmente en aquel que había sido sumiso de Clara, un tal Gastón, de echo no se había molestado en memorizarse su nombre, porque simplemente estaba por debajo de él. -          Felicitaciones Dr. Rivas. – le habla uno de su equipo de abogados al alcanzarlo al llegar al estacionamiento. Lo cierto es que necesitaba hablarle sobre otro caso que no compartía con él, pero que lo entendía como el mejor en el campo, y lo era, para poder asesorarlo. Pero Santino no era de esos, lo que se dice buenos compañeros, porque no le interesó, en lo absoluto prestarle atención y este, que, aunque pertenecía a su equipo era prácticamente nuevo y no lo conocía del todo. Rivas, sin tomarlo en consideración simplemente le hizo señas con su cabeza en agradecimiento y siguió sin decir más nada. -          Que hombre más extraño. – se quedó el colega parado en medio del gran espacio repleto de autos al mismo tiempo que lo veía llegar hacía el sueño de casi todo mortal; ese precioso Porsche 918 Spyder. Muchos aseguraban que todo su dinero provenía gracias a lavado de dinero, o que tenía algún tipo de proximidad con narcotraficantes, pero lo cierto es que cuando tienes a tu cargo los casos más importantes del país y eres parte del equipo de abogados que trabaja con clientes de renombre internacionales, es normal tener una cuenta bancaria abultada. Marchaba por las calles de buenos aires, atento al semáforo y a las normas de tránsito, entre estas la velocidad máxima permitida dado que cuidaba más a su auto que a su vida misma, pero ese mediodía las cartas no estaban echadas y el destino le pondría en su camina a alguien que le pondría el mundo patas para arriba. Detenido en el semáforo su celular suena y cómo él respetaba al pie de la letra las normas, solo observó brevemente la pantalla para leer en ella “Dr. Galindez” y fruncir el ceño para poner sus ojos en blanco. Su jefe era muy allegado al hermano de su defendido, por lo que seguramente quería enterarse sobre cómo había ido el juicio, pero si quiero siendo él su superior, infringiría una ley de tránsito, por lo que al escuchar el sonido de la bocina del auto que estaba detrás de él, puso el auto en marcha, pero a tan solo dos metros, una bicicleta se le cruza de frente logrando embestir al ciclista. Su instinto lo hizo bajar inmediatamente de su auto para corroborar los resultados del accidente. Por suerte la baja velocidad a la que iba logró no hacer demasiado daño, solo una de las ruedas se torció un poco, pero nada grave, aunque lo que no notó, es que la chica que venía conduciéndola terminó con sus rodillas lastimadas. Era evidente que ella era la inconsciente que iba a alta velocidad. Esas heridas no eran graves, por lo que no le prestó atención y dedico todo su interés en su mayor tesoro sin tomar en consideración que la chica estaba gritándole. -          ¡¿Pero eres idiota?! – le grita histérica y si quiera se molesta en voltearse a mirarla, aunque puede ver en el suelo varias cartas y de echo estaba pisando una. Puso sus ojos en blanco, era una maleducada como varias en esos barrios bajos. - ¡¿Piensas quedarte ahí o vas ayudarme?! –  insiste, pero él descubre en la “trompa” de su auto un pequeño rayón, que lo volvió loco y entonces sí, le dio toda su atención a esa chica. Ni bien se volteo a mirarla, el tiempo se detuvo ante sus ojos. Cabello n***o como la noche y un fleco que le caía hasta sus cejas, de tes blanca, labios rosados bien gruesos y ojos cafés. Una milésima de segundos se tomó para recorrerla por completo y detenerse en sus enormes pechos. En todos esos años en los que había sido parte de esa vida plagada de pasión y lujuria había tenido el placer de estar con decenas y decenas de mujeres, altas, bajas, flacas, rellenas, abogadas, empresarias, veterinarias, psicólogas, docentes, modelos, médicas. Él sostenía que el cuerpo de la mujer era arte y él era el artista que tenía el don de sacar lo mejor de ellas, hacer resaltar su belleza y creía firmemente que en el sexo se mostraban tal y cómo eran porque era más que desnudarse, que desprenderse de sus ropas ante él. Ellas le cedían su cuerpo y pese a su forma de buscar placer en cada uno, los cuidaba como tesoros. Parpadeo dos veces, necesitaba volver en sí esa chica había pasado sin mirar el semáforo y le había provocado un rayón en su auto y encima lo estaba insultando. Era tan hermosa como grosera. -          Ay, Dios estos tipos no saben si quiera lo que es la humildad. – la escucha decir con total enfado y éste  que, aun se lamentaba por lo que le había provocado a su auto, pero no le decía nada dado que además de babearse con sus grandes pechos, su vestimenta le demostraba su situación económica y al observar las cartas que aún seguía recogiendo del suelo y darse cuenta que era algo así como cartero, es que aun menos le reclamaría. Era obvio que ni el pago de quince días trabajados le servirían para pagar el arreglo. De todos modos, no le permitiría su mala forma de dirigirse hacía él. Si había algo que lo enojaba más que anda era la falta de respeto hacía su persona, además de que se metiesen con su bien más preciado, su Porsche 918 Spyder. Por esos motivos no le iba a dejar pasar ese comentario. -          ¿Perdón? ¿Se refirió a mí persona como “estos tipos”? – le pregunto molesto por su falta de respeto observándola recoger hasta la última carta de la acera. Una vez que la chica termina de tomarlas del suelo se le acerca lo suficiente para notar que le lleva “una cabeza” de altura. Él abre sus ojos de par a par, era la primera vez que alguien lo desafiaba. -          Si ¿Algún problema? – esta actitud hizo que un fuego comenzara a correrle por las venas. Se sentía ofendido y eso debía corregirse con un castigo. Esa chica grosera debía pagar su falta de educación, su falta de respeto hacía personas como él. -          Tienes que disculparte. – le dice serio y tajante al cruzarse de brazos y ve cómo ella comienza a dirigir su mirada a ambos lados hasta que posa su dedo índice en su pecho y a modo de burlas es que le muestra una expresión de duda y al decirle “¿es a mí a quien le está diciendo?” conteniendo la risa es que él, aún más ofendido que hace segundos le contesta– a ti. – la señala a la altura del rostro y da un paso hacia atrás. - Debes disculparte inmediatamente. – ella puso sus manos en la cadera y soltó una gran carcajada y aunque no se lo hizo notar, se quedó hipnotizado por la expresión de su rostro despreocupado y el sonido de su risa. Esa chica era hermosa. En su sencillez era realmente hermosa y él lo estaba notando. Pero ella, como buena mujer grosera tenía que decir algo que le provocara a él más ofensa.   -          Usted si que está mal de la cabeza. – era evidente que esta mujer necesitaba alguien que el enseñara a cómo comportarse ante personas cómo él, que le arrancara de los labios esos modos y le enseñara a que todo mal acto tiene sus consecuencias. De momento a otro ve que ella da unos pasos acercándose lo suficiente hacía él y es tal la invasión que siente que sin correrse extiende su mano haciendo que se detenga inmediatamente. -          Está invadiendo mi espacio personal. Exijo una disculpa inmediatamente. – esta conversación no lo llevaba a ningún lado y realmente estaba perdiendo tiempo. Miró unos instantes su reloj y notó que iba diez minutos atrasado y lo único que quería era que esa chica sacara su bicicleta del camino y poder retomar su ruta. Luego de hacer que se detuviera e insistir para que se disculpe antes de que cada uno siga su camino, escuchó de sus labios y vio de sus manos la peor ofensa y la única ofensa que le han hecho nunca jamás.   -          ¿Sabe qué?, ¡Púdrase! -     Tal fue la sorpresa que se llevó que no supo que decir y se quedó mirando como se alejaba con su bicicleta e insultando mientras pateaba las piedras que tenía a su paso y maldecía el haberse cruzado con él. De igual manera se quedó él, quien ingresó dentro de su auto y se condujo hacia su trabajo, pero sin dejar de pensar en esa mujer, en esa maleducada, grosera y rebelde. Por alguna razón su cuerpo les pedía a gritos tenerla. Su sangre se sentía caliente en sus venas, su corazón quería salirse de su boca y su m*****o, comenzaba a experimentar algo que no era extraño para el, pero sí lo eran las circunstancias. Cuando quiso darse cuenta, miró su entre pierna y notó su gran bulto ¿se puso duro por esa chica descarada, descortés e impertinente. Se bajó de su auto e inmediatamente, cómo si tuviera algo qué ocultar, es que pasó de todos sus colegas que lo saludaban al pasar hasta llegar a su oficina y encerrarse allí dentro. -          ¿qué acaba de suceder? – se preguntaba mientras se dejaba caer en su silla. Se volvió a mirar la polla y seguía tan dura cómo la piedra y era la primera vez que le sucedía. En su cabeza no se dejaba de repetir ese ida y vuelta de palabras con esa desconocida que si quiera conocía su nombre, pero había logrado lo que ninguna de sus sumisas había podido y solo con estar presente ante sus ojos. Si quiera Sheyla, quien era una experta en arte del sexo. Intentaba no pensar en lo sucedido, pero nada lograba “enfriarlo” y el dolor era insoportable. Se dirigió hacía su armario y desde el fondo del ultimo estante, hacia arriba, tomó una pequeña caja fuerte y se la llevó al baño de su oficina. Bajó la tapa del inodoro y tomó la cada para colocar la combinación de números “172131642329” y logra abrirlo. Dentro de él había varios juguetes sexuales, de vez en cuando los había utilizado con Clara, cuando era su sumiso y siempre los dejó allí por si en algún otro momento la ocasión lo ameritaba a utilizarlos de nuevo. Dentro había, un consolador de tamaño normal, un anillo para el m*****o masculino, unas bolas chinas, una joya anal y el juguete que lo ayudaría a poder descargar su deseo, una v****a artificial.  La misma era de color rosada con todo el exterior en rojo y n***o. Tenía dos botones los cuales moderaba la intensidad de succión y la presión de las paredes para presionar el m*****o dentro de él. Introdujo su polla erecta en ella y directamente activo la contracción, con lo que la presión le generaba un placer diferente a lo que había experimentado anteriormente con otras mujeres. En su mente se reflejaba aquella desconocida y fantaseaba las mil y una forma de desnudarla y castigarla. Desde arrancarle la ropa con las manos y sujetarla del cabello hasta hacerla arrodillar y meterle el m*****o en la boca hasta ahogarla. Hasta sujetarle los brazos y recostarla sobre el frente de su lujoso auto, separarle las piernas y romperle ese minishort para penetrarle cada agujero hasta que le grite basta, hasta que sus deseos lo bañen por completo. -           Ohh. Ohhh . – gemía mientras sus ojos permanecían cerrados y podía visualizar a esa chica descarada con sus piernas abiertas ante él y el introduciéndole por completo su aparato dentro de ella. Deleitándose con su cuerpo responder a la pasión que le esta regalando. – ohh nena… ohh que estrecha. – decía y se mordía el labio. Podía ver en su mente cómo ella le clavaba sus uñas en sus brazos que apretaban y pellizcaban con fuerza sus pechos. – ohh… ohhh.. –   Ella gime, él no deja de penetrarla . . . Ella lo encierra, él se hunde más en ella . . . Ella muerde todas sus pasiones, él abre su boca queriendo llenar sus pulmones de aire . . . Ella aprieta más su m*****o, . . .  y él deja liberar con un fuerte grito un torrente de deseo dentro de ella, para abrir los ojos y darse cuenta que había llenado por completo aquella v****a artificial y que había, por primera vez, logrado rebozar, desbordarlo de su liquido viscoso . . . de lo que conocemos como semen.   -           ¿qué pasó? – se pregunta mirando su mano empapada y su polla, aun erecta en una mano y en la otra aquel coño artificial que aun derramaba, de lo cargado que estaba ese liquido que deseaba llenarle en la boca a esa chica.   No sabía cómo lo haría, pero se había obsesionado con ella y haría lo que fuera por tenerla.
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