Fernando El mal humor me invadió cuando pasé en esa estación de policías más tiempo del que había previsto. Ni siquiera sabía sobre el estado de Ángel o Matteo. Los guardias encargados de mi detención parecían más preocupados por pelear entre ellos y discutir sobre un partido de fútbol en la televisión que investigar lo sucedido. Me sofocaba ver que ni siquiera tenían la intención de liberarme. Quise gritarles unas cuantas groserías, pero de inmediato la presencia de Angelo llenó toda mi visión. Ambos guardias sentados en precarias sillas se pusieron de pie para recibirlo. Pusieron malos gestos mientras hablaban con él cosas que no logré escuchar, la bonita cara inmutable de mi amigo los intimidó un poco y al cabo de un par de minutos se acercaron con las llaves hasta abrir la celd