Sofía
Los intentos de mis amigas por hacerme entrar en razón respecto al divorcio, eran demasiado evidentes.
Lo supe cuando la atrevida y siempre vivaz Emiliana nos metió a una tienda de ropa interior, en donde seguramente buscaría con descaro alguna prenda que le ayudase a mantener la llama de pasión con su marido y probablemente (estaba casi segura) que animaría a la siempre tímida Lia a hacer lo mismo.
Ambas esperaban que su plan saliera a la perfección, que me animara a comprar algo semejante para convencerme del deseo que todavía sentía por Fernando y de esa forma pudiera al fin reconciliarme con él. Me hubiese gustado decirles que el problema no era ese, que iba más allá del simple anhelo hacía su cuerpo, pero me convencí de que hacerlo podría convertirse en un arma de doble filo
