—Sabes que se puede cuidar sola, ¿no?— indagó Bruno cruzando sus brazos sobre el pecho. Ian amplió la sonrisa. —Pero es más divertido si estoy pegado a su lindo culo como una garrapata — respondió demasiado divertido. —No me jodas — gruñó con mal humor. —Sabes que eso quiero hacerlo solo con tu hermana — presionó. —Escucha… Y no llegó a hacer nada más porque Cló apareció en la sala, cargando aquella mochila en la que apenas llevaba dos cositas para el viaje. La castaña miró a los dos hombres y rodó los ojos, ya se estaba cansada de ser el árbitro de cada pelea. —Ian, déjalo en paz — rogó agotada. —El no me acepta como cuñado. Cló linda — dijo mirando fugazmente al cobrizo que apretó la mandíbula con fuerza —, dile que soy bueno — pidió poniendo cara de niño inocente. —No hagas es