Sintió esos insistentes golpes en su puerta y decidió finalmente atender, aquel resfrío no lo dejaba anticipar quién podría ser, pero estaba bastante seguro que le rompería el cuello ya que los jodidos golpes le estaban rompiendo la cabeza. Se quedó completamente inmóvil cuando lo vio, evidentemente ebrio, parado en el umbral de su puerta. —¿Nate? — susurró conteniendo a su lobo que saltaba de felicidad. —Sí, soy yo, jodido lobo de mierda — masculló con un poco de dificultad y bastante mal humor —. Déjame pasar — ordenó empujándolo lejos de la puerta e ingresando sin ser invitado. Marcel lo contempló unos segundos y, finalmente saliendo de su estupidez, se apresuró a ayudarlo a llegar a salvo al cómodo sillón. —¿Estás bien? — preguntó al notar su creciente enfado. —No, no lo estoy — e
Download by scanning the QR code to get countless free stories and daily updated books