Manejaba hacia esa lejana prisión ubicada entre medio de aquellas altas montañas. Los lentes de sol los tenía colocados sobre los ojos, protegiéndolos de los rayos que le golpeaban el rostro de frente.
Vio a lo lejos aquella imponente construcción gris y suspiró. Mierda, no quería volver a verlo de nuevo en lo que quedaba de su miserable vida, pero ahí estaba, manejando directo hacia él.
Los portones de metal crujieron al abrirse, regalándole una visión completa del triste estacionamiento del lugar.
—Alfa Kal — saludó el guardia a través de la ventana.
Ella asintió a modo de respuesta y ubicó su auto en el espacio libre. Bajó del vehículo, dejando sus lentes sobre el asiento del piloto, y suspiró pesado. Seguro aquella entrevista sería una mierda y no estaba de humor.
Una guardia la
