El camino a la cárcel era lento debido a la extraña ubicación en la que se encontraba. Descendieron del vehículo y caminaron hacia el interior, con Cló demasiado seria y Bruno demasiado irritado.
—¿El baño? — preguntó el cobrizo a la guardia que los acompañaba. La mujer le indicó el lugar y él tiró de su leona.
Ni bien ambos ingresaron el lobo devoró los labios de Cló, la necesitaba, necesitaba que ella apestara a él antes de internarse en aquella sala. Por eso, sin darle tiempo a reaccionar, la levantó del suelo y la apoyó en la fría mesada de aquel lavamanos. Apenas se ubicó entre sus piernas la apretó contra su marcada erección, todo mientras degustaba con ganas la piel de su cuello.
—Bruno, te necesito ahora — rogó entre gemidos, extasiada por la adrenalina que le brindaba la situac
