-Quiero ayudarte - De inmediato Taína frunció el ceño. Si de una cosa estaba segura era que de ningún demonio, sobre todo Diabhal, ponía confiarse.
Bufó en voz alta.
- ¿Ayudarme? -repitió ella irónica - ¿Por qué será que no te creo?
Diabhal se acercó a ella y tragó grueso en especial porque no cabe duda que la presencia de l demonio alteraba más que su esencia divina, sino todo a su alrededor. El poder de la criatura era palpable y aún así eso no intimidaba a Taína quien era una Diosa bastante fuerte.
- Aunque te sorprenda, quiero hacerlo Taína - dijo la criatura - Quiero ayudarte para que salves a La Parca - aquellas palabras salían incluso forzadas de su boca y la Diosa Elemental lo sintió.
Soltó una risa suave.
- No mientas, Diabhal, mejor dime las cosas como son y qué ganas tú con esto. Todo lo que le pasa a Mikkael es tu culpa y si así lo quisieras podrías deshacer lo que lo que hiciste - Afirmó ella con ira
El ente parecía pensativo. Pero Taína no bajaba la guardia, las manos listas para atacar y su mente puesta en un sólo objetivo: El cuello físico de Diabhal.
- Quiero lo que todos quieren, Taína… ¿A ti también se te dificulta comprenderlo? - frunció el ceño sin entender de el todo a lo que él se refería. - Poder, respeto, adoración.
Bufó irónica.
- Pues creo que no pensamos igual - replicó ella - Yo sólo quiero paz.
- Y la tendrás. Así cómo toda la felicidad de el universo - aseguró el demonio y Taína tragó grueso.
- ¿A cambio de qué?- preguntó con fuerza.
- A cambio de nada - dijo de inmediato en respuesta y ella no le creyó - - Ya sabes que lo que ocurre con él es causado por mí… ¿No crees posible que en mis manos esté la solución?
Taína guardó silencio por un momento.
A lo lejos escuchó unos gritos.
-¡Taína! - movió la cabeza a todos lados, no vio nada. Aún sí, la voz de Mikkael resonaba en sus oídos. Debía de estar cerca.
La expresión de tranquilidad no abandonó a el demonio. Taína se preguntó por qué no le temía a La Parca.
-¿Cómo vas a— Taína frunció el ceño. Ella hablaba sola. Diabhal había desaparecido.
Miró a sus pies y con sorpresa reconoció en el suelo a sus pies dos cosas que antes no estaban y que de haber sido así, en la negrura que cubría el suelo.
La primera era una flor. Hermosa, de pétalos alargados y blancos, con el centro en un intenso magenta y aunque Taína no lo viera, en su pedúnculo habían unas manchas blancas minúsculas y en sus pequeñas ramas habían espinas aún más diminutas.
A su lado había una bolsa de organza. Una organza que se veía antigua y aún así se veía preciosa.
Ella miró alrededor. No sabía si tomar los artículos o no. Luego de girar completamente y afirmar que estaba sola escuchó los gritos de Mikkael de nuevo.
- ¡Leanna!¡ ¿Dónde estás, mi amor? ¡Taína!
-¡Aquí!- gritó ella y con premura tomó ambos artículos. Tenían una carga energética bastante grande y le chocó los primeros dos segundos.
Se enderezó y con sorpresa vio que la bruma de el suelo se hacía menos densa a medida que caminaba intentando seguir la voz de Mikkael.
Ella tropezó con una piedra en el suelo y cayó.
Parpadeando se vio rodeada por los brazos de su alma gemela.
-Mi amor- dijo asombrada y asustada sin poder evitarlo.
Mikkael no tenía buena cara, sin duda se había preocupado mucho por su desaparición.
-Mi Leanna, ¿Dónde estuviste, princesa? - preguntó espantado, empezó a peinar su cabello y a dejar suaves besos en su rostro.
-Ahí- señaló ella a un costado, por el camino que había seguido antes de caer de bruces. Su pie dolía un poco.
Mikkael se confundió.
- ¿Qué? Es imposible, leanna - aseguró - Pasé por ahí varias veces y no estabas. ¿Estás segura de que no te estás confundiendo?
-Yo… No - dijo Taína sin estar de el todo segura - Mikkael, me caí con esa piedra - señaló a el suelo y para su sorpresa no había nada ahí - ¿Pero qué…? - murmuró ella confundida.
Diabhal.
La había engañado.
-Ven, mi amor, ¿Puedes levantarte? - preguntó Mikkael y ella intentó sentarse.
En sus manos estaban los artículos. Ni la flor se había maltratado ni la bolsa se había abierto.
A ella le intrigaba saber qué había adentro pero aún no era el momento.
Mikkael la ayudó a levantarse y con un suspiro ella por fin se levantó.
-¿Qué es eso? - preguntó él señalando a sus manos.
Alcanzó a guardar la diminuta bolsa en su puño y lo único que Mikka vio fue la flor.
-Oh, yo… Creo que es lo que buscábamos - dijo sin estar de el todo segura.
El rostro de la Parca se iluminó.
-¿De verdad? Deberías ir con Lotto, podrá decirnos si es o no lo que—
-No, no iremos con Lotto - le interrumpió Taína negándose a estar cerca de ese o esa ente traicionero. -En…En casa podemos investigar. Estoy casi segura de que es la flor indicada, Mikka, pero sólo quiero irme.
Él suspiró antes de asentir.
-Está bien, mi amor, te entiendo, llevas mucho tiempo aquí. Lamento mucho haberte dejado sola, maldita sea la hora en que se me ocurrió - dijo decepcionado de sí mismo mientras tomaba la mano de su Reina.
- Hey - Taína golpeó su brazo - No digas eso, Mikka. Mira, tuvo resultado ¿No? Para eso vinimos- dijo ella intentando animarlo - Tú… ¿Solucionaste la situación? - en su mente no paraba de rondar el “Dile la verdad, dile la verdad, dile la verdad” pero ella planeaba resistirse a ello, al menos por ahora, cuando Mikkael mejorara ella.. Ella le diría todo. Sólo quería verlo bien y sin duda si se enteraba que planeaba negociar su mejoría con Diabhal la apartaría por completo sin pensar en su propia salud.
Más que eso. En su propia pertenencia al mundo que conocía y a ser el ser que conocía.