Taína abrió los ojos y un fuerte dolor de cabeza le hizo quejarse y agarrar con ambas manos su frente mientras fruncía el ceño y cerraba los ojos. Sentía un pitido intenso en sus oídos y este ruido taladraba su cerebro.
Estaba acostada en algo, era duro y poco a poco recobró la consciencia. Se había desmayado, ¿No es así? Intentó abrir los ojos pero el ruido era tan molesto que no le permitía aflojar los músculos de su cara.
-Vaya, vaya, pero si la bella durmiente por fin está despertando- sintió su corazón paralizarse. Conocía esa voz. Era femenina, suave, divertida… ¿De dónde…?
Le costó pero con ayuda de sus brazos se apoyó y pudo sentarse. El pitido en sus oídos empezaba a causarle espasmos pero una migraña no la tumbaría.
Fue cuando abrió los ojos por completos que su boca también se abrió.
Escuchó su risa, sonaba divertida. Así se veía.
-¿Qué pasa, amiga? ¿No planeabas verme aquí? - Diana. Era ella. Alzó los brazos con una amplia sonrisa en el rostro - Bienvenida a mi hogar que también será el tuyo- y su voz se mezcló con la demoníaca que usaba Diabhal.
El balde cayó sobre la diosa elemental.
-Siempre fuiste tú- susurró furiosa consigo misma por haber caído en semejante trampa.
Diabhal o Diana, como fuese, se rió con ganas.
-Sorpresa, sorpresa- dijo con ironía acercándose a ella. Taína se apartó todo lo que pudo, encontrando una pared rocosa a su espalda como freno.
- ¿Qué hago aquí? ¿Por qué me trajiste?- preguntó asustada.
Para su sorpresa, no era una pared a lo que apoyaba su espalda y se dio cuenta cuando una mano apretó su pecho. Con angustia se puso de pie oyendo la risa de aquel ser demoníaco mientras veía horrorizada lo que ella consideró una pared que realmente eran cuerpos deformados estirándose e intentando atrapar algo.
El pitido en sus oídos aumentó y ella ahora levantada no pudo evitar cubrir ambas orejas con sus manos abiertas y los ojos apretados.
Cuando los volvió a abrir, tenía a Diana muy cerca de ella.
- Eso que escuchas, diosa- dijo estirando la mano para tocar su rostro. Taína se retorció apartándose cuando las largas uñas negras de el demonio casi rozan su suave piel- Son los gemidos de dolor de las almas que se están retorciendo en el Avernus- susurró y en ese momento el pitido que Taína oía se hacía más claro, eran voces, es cierto, voces que suplicaban por ayuda, algunas pedían perdón, otros sólo gritaban y algunos blasfemaban - A todas esas pobres almas tu amada Parca las mandó para que sufrieran por el resto de la inmortalidad.
-Si Mikkael los mandó para allá entonces no son tan pobres e inocentes- aseguró Taína y Diabhal miró a sus labios.
- ¿De verdad lo crees? Entonces ¿Por qué mejor no se lo preguntas a ellos?- dijo con malicia y los ojos de Taína se abrieron. Sabía lo que eso significaba: La estaba amenazando con mandarla a el Avernus. Rodeada de violadores, asesinos, de criminales sin clemencia y que no sintieron el perdón suficiente en sus corazones como para salvar su alma.
- ¿Para eso me trajiste?- preguntó ella.
- No - admitió encogiéndose de hombros y lamiendo los labios de mujer que utilizaba como coraza ocultando su real forma - Fuiste tú misma la que se trajo hasta aquí, yo sólo me ofrezco para darte un tour.
- ¿Qué? ¿De qué mierda hablas?- dijo Taína sin entender lo que hablaba ese imbécil.
- Verás preciosa- Diabhal alzó una vez su mano y aunque Taína tembló, no se apartó. Lo quería oír hablar - Cuando te di la opción de salvar o no a tu Parca, nunca te expliqué qué hacer- pasó el dedo por la punta de su nariz- Hasta que te lo dije en tu mente, ¿Lo recuerdas? - aquella voz… Taína tragó grueso, jamás lo admitiría- Tú supiste qué hacer gracias a mí y cuando tomaste las perlas tú hiciste lo correcto- sonrió sin mostrar los dientes- Diste tu alma a el infierno para salvarlo a él, justo como querías hacer- Ella se paralizó y sus piernas flaquearon. El demonio en cuerpo femenino sostuvo su cuerpo con una mano apretada sobre la cintura de la diosa.
Taína simplemente no podía creerlo.
-¿Tú…. Quieres decir qué….Yo…- Taína no podía formular la pregunta y para su sorpresa Diabhal, con su mano libre, rompió la camiseta que cubría sus pechos por encima de su brasier.
Taína dio un chillido pero su voz desapareció cuando vio algo distinto sobre su cuerpo.
Encima de su corazón había un sello. Un tatuaje que ella nunca se realizó.
-No puede ser- susurró para sí misma.
Diana deslizó con malicia el dedo por encima de el sello n***o con palabras alrededor y un símbolo de una llave antigua en el medio con cuatro ruinas escritas a cada lado.
-Bienvenida a tu nuevo hogar - dijo Diabhal y aprovechando lo shockeada de Taína tomó su cabeza por ambos lados y acercó sus labios a los suyos, plantandole un beso que aunque corto fue intenso porque el demonio tenía en sus manos a lo más preciado que La Parca una vez tuvo, el regalo que Althair le dio al nacer y que ahora él había robado, como había hecho con su infierno y como haría con lo poco que conservaría fuera de eso.
Porque si algo le dolería a el cielo es que el ángel de la muerte que es Mikkael se dejara llevar por el luto que perder a su amor significaba.
Taína sollozó en silencio pensando fervientemente en Mikkael. No podía comunicarse con él, hacerle saber que aunque presa estaba bien, decirle donde estaba y que se mantuviera muy lejos de el infierno porque el sacrificio debía valer la pena y él debía seguir sano y salvo.