Taína sollozaba de dolor. Hacía mucho había perdido la cordura. Estaba desnuda, atada desde sus extremidades con cadenas que estaban conectadas a rocas enormes. Oía a las almas sollozantes y además ella las acompañaba.
Diabhal no había vuelto a aparecer, en cambio sus súbditos demoníacos se habían encargado de transportar a la diosa, gritando improperios y golpeándola, reían y se burlaban pero ni con toda su fuerza Taína podía escabullirse. La habían atrapado con una tela que impedía que utilizara sus poderes al estar bendecida con las lágrimas de Althair, que nadie se explicaba cómo estaba en manos de el Líder Demonio.
-¡MALDITO INFELIZ! ¡TEN EL VALOR DE ENFRENTARME SIN AMARRARME, MIERDA! - y como si sus palabras fuesen amén, Diabhal apareció frente a ella con una enorme sonrisa y con la apariencia física de un hombre bastante guapo, de piel bronceada y atlético, alto, con una camiseta negra y pantalones negros. El cabello en punta de el mismo color y sus ojos, grandes y oscuros, rodeados de pestañas abundantes y cejas a la par.
-¿Qué son todos esos gritos, mi diosa?- dijo burlón. Taína se retorció entre las cadenas y los ojos de el demonio bajaron a sus pechos rebosantes. Sin dudas la mejor decisión que había tenido era desnudarla.
- No soy tu maldita diosa y exijo que me sueltes, bastardo hijo de puta- dijo furiosa con los ojos de un rojo intenso y las venas de el cuello marcadas. En su cuerpo habían varios moretones pero ninguno en su cara. Los demonios se habían divertido golpeándola pero no tenían permiso de hacerle nada más.
Diabhal se rió. Su aura era magnética y aunque atraída, Taína suponía que era el efecto que causaba su esencia.
-Te contradices, Taína, ¿No lo ves?- dijo divertido- Dices que no eres mi diosa y sin embargo me ordenas, ¿De qué vas?- dijo sonriente.
Ella rugió y Diabhal guardó con tranquilidad las manos en sus bolsillos y se acercó a ella.
- No me toquesss- siseó furiosa y él se paró ante ella.
-No me retes, hermosa- pidió él sonriendo- Sólo por eso puedes alborotarme y no creo que quieras hacer eso.
Diabhal estiró la mano hacia el cuerpo de Taína que aunque intentó evitarlo no pudo alejarse de él. Diabhal acarició su seno izquierdo, masajeándolo y a la vez apoderándose de él, la palma de la mano era grande y sobre todo caliente, Taína trago grueso apartando la cara hacia un costado. No podía sentirse bien, era imposible que así fuera se decía mentalmente.
El demonio lamió sus labios, Taína se sentía tan suave y él… Se apartó bruscamente.
Ella respiró con desesperación, asqueada por el toque en su cuerpo sin autorización. La hacía recordar cosas muy malas de su pasado, cosas que estaban enterradas y que le hacían sólo odiarlo aún más por revolver los fantasmas de su memoria.
-Eres tan exquisita… Ya veo lo que Mikkael vio en ti- murmuré él maravillado con su suave piel, imaginando todo lo que le podría hacer, pero ella lo miró furiosa, con los ojos sobresalidos.
-¡NO LO MENCIONES! - ordenó- ¡MIKKAEL ES DEMASIADO PARA QUE LO MENCIONES CON TU SUCIA BOCA, BASTARDO!- sintió una fuerte bofetada cruzar su cara y perdió la vista por unos segundos. Diabhal fue sacado de sus casillas. Esa hija de puta le había herido con sus palabras. Taína le sonrió mientras sangraba su labio. Genial, estaba furioso y eso era lo que quería.
- Sigue con tu tetra- dijo Diabhal amenazandola con el dedo índice- Tú sólo sigue jugando con mi maldita paciencia, Taína y te juro que terminarás rogándome clemencia.
-Eso jamás- prometió la diosa elemental- ¡Primero muerta!
Diabhal se rió enloquecido, acercó su cara a la de ella y aunque Taína se retorció, el demonio era más poderoso físicamente y él sostuvo su rostro con ambas manos.
-Eso no pasará, mi diosa, porque eres inmortal- le recordó con malicia- Te tendré como esclava y me darás muchos hijos por toda la eternidad, ¿No te parece maravilloso?
Eso la paralizó y asustada Taína sólo se congeló. De esa forma la dejó Diabhal cuando desapareció ante sus ojos y a la diosa le corrieron las lágrimas por las mejillas.
Era su fin.
Ese era su propio infierno y estaba atrapada con el Líder de los demonios.
Lo único que deseaba es que, donde quiera que su Parca estuviese, estuviese sano y bien. El sacrificio valdría la pena sólo si él conservaba su vida.
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