-¡Gracias, Sandie!- Taína sacudió la mano despidiéndose de la peluquera mientras salía de la estética. Mikkael insistía en que debía estar hermosa no sólo para él, sino para ella misma, por lo que una visita al menos dos veces al mes estaba en su lista mensual.
Caminó a través del centro comercial sintiéndose observada. Frunció el ceño mientras sus ojos de colores intentaban con disimulo encontrar a quién la vigilaba. Ella sentía que podía ser peligroso, ni por un segundo dudó de su instinto.
Se detuvo junto a una palma artificial como si fuese a acomodarse el zapato de tacón medio, miró a sus espaldas y algo la impactó: dos sombras negras acechaban sus pasos y se veían cada vez más cerca. Suspiró enderezándose antes de mirar alrededor, habían muchos humanos, ya no eran tantos los que salían tranquilos a hacer sus compras y aumentó el hecho de quienes iban por algo para robar, aunque fuese algo pequeño. Era un impulso de ellos.
Si las sombras se acercaban demasiado a ella algo grande pasaría y no podía permitir que más vidas humanas se perdiesen, en especial porque ese tumulto estaba agotando en cuerpo y espíritu a Mikka.
Miró alrededor y cruzó en un callejón solitario, en su mano sostenía la daga hechizada que su suegra le dio una vez. “Para ocasiones importantes, Taína, y para que siempre la uses en tu muñeca” dijo mientras le ponía el colgante en forma de pulsera. Se pegó a los ladrillos fríos esperando y no tardó demasiado en sentir una extraña compañía.
Como si de un gato gigante se tratara, una bola de pelos oscuros se acercaron a ella, sus ojos eran amarillentos y horrorosos, daba una expresión tétrica al mundo cuando lo comparamos con un felino habitual.
-¿Qué diablos quieren? Hablen antes de que los desaparezca- murmuró furiosa y el enemigo se rió, esa risa le recordó a la de los Pitufos, una voz cantarina y muy aguda que se colaba en sus oídos como si en lugar de dos fuesen miles. Querían enloquecerla. Explotó sus ojos en un color rojo intenso y la risa cesó. Con la diosa no debía jugar, nadie, a menos que quisiera ser exterminado no sólo de esta dimensión sino de todas.
-No venimoss por ussted diossa, ssino por todoss loss demáss- Taína frunció el ceño ante esa siseante respuesta- Loss humanoss sserán exsterminadoss por ssu propia mano, ssólo less damoss un empujón.
-¿Cuántos de ustedes están aquí?¿Y por qué no están en el Caisleán? Este es territorio humano, no tienen permiso de estar en la Tierra- dijo firmemente y la risa molesta volvió.
-Diabhal ess nuesstro líder, ssolo lo esscuchamoss a él, nadie máss noss rige.
-¿Ah sí?- dijo Taína- Estoy segura que a La Parca le encantará oír eso para alargar sus torturas, demonios- ellos empezaron a reír pero Taína no perdió tiempo, con dos pasos largos ella se acercó a los demonios con forma felina y los apuñaló con la daga mágica haciendo que de ellos brotara un horripilante chillido que, de ser escuchado por el oído mortal, haría que una multitud les rodeara en menos de dos minutos. Sólo cenizas quedaron en donde estaban los demonios y un asqueroso olor a azufre llegó a la nariz de la diosa Elemental.
Necesitaba saber más de Diabhal y qué tanto poder tenía como para dominar a los demonios quienes por tanto tiempo le temieron a sus superiores. Reunió sus cosas y aceleró el paso hacia la calle transitada en dirección a su auto aún estacionado en las afueras del centro comercial.