CUESTIÓN DE CEDER

967 Words
Cuando pones en una balanza lo bueno y lo malo, dentro de todo, siempre existe una mínima diferencia, un desajuste casi imperceptible entre el que tiene mayor peso y el que no. Al otro día Mikkael se sentía un poco mejor, sin embargo la mancha estaba ahí, ocupando casi todo su torso, ambos fueron testigos de ella justo al despertar, creyendo inocentemente que de alguna forma su amplitud volvería a reducirse. Se encaminaron hacia la oficina de Mikkael tomados de la mano luego de desayunar. -¿Estás segura de esto? Taína, no sé si es o no una buena idea. - dijo Mikkael volviendo a pensar que estaba mal en llevar a su leanna hacia un lugar lleno de almas en pena y demonios listos para atacar. -Por favor, ya lo hablamos, Mikkael- dijo ella con el ceño levemente fruncido, él asintió con tristeza. -Entonces cierra los ojos y toma mis dos manos, escucharás llantos pero por nada de el mundo abras los ojos hasta que yo te lo diga- explicó él y ella asintió sin dejar de sentirse nerviosa. Era lo justo. -De acuerdo, Mikkael, confío en ti- aseguró y ese fue un dulce soplo de aliento para La Parca quien le sonrió y la instó a cerrar sus párpados. Mikkael empezó a murmurar palabras confusas que incluso para ella perdían sentido, era cierto eso de que es distinto el ambiente: el aire empezó a cambiar. Era como cuando la húmedad te roba el aliento, sentía frío y calor a la vez. Unos murmullos se escucharon y la diosa apretó los ojos para no tentarse a abrirlos. Mikkael sostenía sus manos y un viento leve alzó su cabello. Los murmullos se volvieron lamentos que rápidamente se transformaron en llantos. Lloriqueos ensordecedores que hacían que la diosa tuviese ganas de cubrirse con sus manos los tímpanos y gritar para que se callaran. Ese era el efecto que causaban las almas. Un silencio muerto se profundizó. Ella sintió algo en sus pies, algo duro. -Puedes abrir los ojos, leanna- autorizó Mikkael y ella lo hizo dándose cuenta de que estaba en el castillo de piedra oscura que tenía La Parca para él y los suyos- Bienvenida a tu palacio- dijo en son de broma y ella le regaló una pequeña sonrisa- Oye, ¿Estás bien? Luces pálida, Leanna- dijo preocupado y ella bufó. -No todos podemos sobrellevar la transición de la tierra al Inferno tan bien como tú, cariño- dijo con voz cantarina y él se rió con ganas. Hacía mucho que no tenía ese efecto en él, de ninguna forma Mikkael disfrutaba tanto y mucho menos estando ahí abajo. Tenía que ser la emoción que le daba el tenerla ahí que le daba aquel frenesí. -Vamos… A apresurarnos- dijo él recordando el por qué iban hacia ahí cuando un leve calambre atravesó su ombligo y se sintió por todo su cuerpo. Caminaron con las manos apretadas. Los entes demoníacos que pertenecían al castillo y que veían con sorpresa a su amo intentaron acercarse a él pero La Parca se los impidió. -Ahora no- dijo sin más. -Pero señor… -Mikkael, escuchemos. Tal vez tienen algo importante que decir- dijo Taína retrasando el paso hacia el jardín en donde Lotto vivía. Sólo él o ella podría decirles qué necesitaba para curarse. -Taína, no puedo perder más tiempo- dijo negándose pero miró a los ojos a su mujer y terminó cediendo luego de dar un profundo suspiro- Okey, okey, está bien… Vamos- dijo llamando a una de las figuras demoníacas- ¿Qué es lo que sucede? -Una rebelión pequeña fue detenida en las puertas de Caisleán- de inmediato La Parca frunció el ceño. -Fue detenida, ¿No es así?- preguntó Taína interesada por saber, pero se equivocó, puesto que los demonios no reaccionaban a ninguna autoridad más que la de La Parca. -¿Quienes fueron los rebeldes y donde los tienen?- preguntó Mikkael sintiendo un cosquilleo en su nuca fuera de lo común. -Ese es el problema, mi Rey- dijo la figura demoníaca respondiendo a su Señor- Es que los rebeldes desaparecieron frente a nuestros ojos, simplemente se esfumaron y varios demonios fueron liberados. -Vaya mierda, este maldito desgraciado va a acabar con mi poca cordura- dijo Mikkel refiriéndose a Diabhal. Taína suspiró. -Debes encargarte de ello ahora mismo- afirmó Taína y él la miró con una mueca en los labios. -Debemos ir por Lotto- aseguró y miró a su asistente quien esperaba con la paciencia de la vida eterna la respuesta de La Parca. -¿Quienes fueron los rebeldes y donde los tienen?- preguntó Mikkael sintiendo un cosquilleo en su nuca fuera de lo común. -Ese es el problema, mi Rey- dijo la figura demoníaca respondiendo a su Señor- Es que los rebeldes desaparecieron frente a nuestros ojos, simplemente se esfumaron y varios demonios fueron liberados. -Vaya mierda, este maldito desgraciado va a acabar con mi poca cordura- dijo Mikkel refiriéndose a Diabhal. Taína suspiró. -Debes encargarte de ello ahora mismo- afirmó Taína y él la miró con una mueca en los labios. -Debemos ir por Lotto- aseguró y miró a su asistente quien esperaba con la paciencia de la vida eterna la respuesta de La Parca. -¿Qué te parece si yo voy hacia Lotto y tú te encargas de eso?- sugirió su leanna haciéndolo sentir de inmediato ansioso. -¿Y dejarte sola aquí? ¡Ni hablar!- aseguró de inmediato pero Taína le sonrió con suficiencia. -¿Es que me crees débil, Mikkael?- preguntó con sus manos como jarras y él suspiró. No, no lo era. -Está…Bien- dijo resignado y miró al demonio- Lleva a mi mujer hacia Lotto sin pausar y cuídala si alguien intenta sobrepasarse- ordenó haciendo a Taína soltar una suave risita. -Sí, mi Rey- dijo dando una inclinación.
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