Thaer tuvo una pesadilla. El Inferno se abría y podía ver a Mikkael, su hijo, en el fondo de este, alzando las manos de un profundo n***o mientras su ojos se transformaban en los de una bestia infernal y él cada vez estaba más lejos.
-¡No!- se despertó agitado y Lasha lo miró consternada.
-¿Qué pasa?- preguntó alertada.
-Es..Es sólo un…Un mal sueño- dijo él intentando controlarse, sus ojos de un intenso rojo descontrolado no le permitía ocultar su realidad.
-¿Era con Mikkael?- preguntó ella y él la miró preguntándose cómo lo sabía.
-Sí… Lo era- aceptó. Ella suspiró.
-Yo también soñé con él. Nuestro hijo está corriendo peligro, lo siento, Thaer.
Él tragó grueso.
-Althair va a interceder, es imposible que a nuestro hijo le suceda algo malo, es…
-¿Es imposible? - repitió ella- ¿Tan imposible como las masacres diarias entre los humanos? Algo tiene ocupado a Althair, Padre no está cumpliendo su deber- aseguró ella con rencor. Thaer la miró con los ojos muy abiertos.
-¡No digas eso!- le reprendió- Eso no puede ser…- murmuró intentando creérselo.
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Taína tomó un viejo libro de la antigua biblioteca que estaba en la oficina que tenía Mikkael en su hogar. Ella pensaba que ahí debía haber algo, algo que le ayudara con aquel misterio que aunque Elmira no fue del todo clara sí que le ayudó.
Ahora tenía que buscar la forma de entrar en el Inferno.
“En el jardín de flores muertas que crece junto al Caisleán, hay una en particular, famosa por ser la baya que mandó a Perséfone al infierno”.
-Tiene que ser- murmuró Taína con seguridad. ¿Qué otra planta la llevaría hacia allá?
Recordaba la historia de Persefone, siempre le interesó la mitología griega y en clases la estudió un par de veces.
“Perséfone era la hija de Zeus, dios del Olimpo y de Deméter, diosa de la agricultura. Hades, hermano de Zeus y señor del inframundo se encaprichó de ella. El relato mitológico recrea como un día que Perséfone se encontraba recogiendo flores con unas ninfas fue raptada por Hades.
Cuentan que Deméter cayó en una profunda depresión, dejando de cumplir sus obligaciones divinas, consistentes en el cultivo de la tierra. Se dedicó a buscar a su hija, vagando por el mundo con el aspecto de una anciana. Zeus advirtió que la vida de los habitantes de la tierra estaba en peligro por una tierra infértil, decidió mediar con su hermano para que liberara a Perséfone. Éste accedió, pero se guardó una última trampa. Puso la condición de que Perséfone no debía consumir alimento alguno hasta que abandonase el inframundo.
El día en que Deméter bajó al inframundo a recoger a su hija, Hades sembró de granadillas el camino de regreso. Perséfone cayó en la tentación de consumir hasta seis de ellas, violando las leyes del inframundo que penaban con la estancia en él a todo el que consumiese sus productos. Así, consiguió que Perséfone pasara seis meses, uno por cada granadilla consumida, con él en el Averno.
Así se explica el origen de las estaciones. Durante el tiempo que Perséfone pasaba con _Hades, la pena de Deméter sumía al mundo en el frío y la oscuridad, una época en la que los árboles no florecían, Mientras, cuando Deméter estaba con su hija, todo volvía a florecer dando lugar al caluroso verano y la floreciente primavera.”
-¿Qué buscas?- ella alzó la cara con brusquedad encontrándose de frente con su suegro.
-Thaer- dijo conmocionada- ¿Qué haces aquí?
Se encogió suavemente de hombros, aún así, la poderosa vibra que emanaba de su ser era tan fuerte que eclipsaba la energía de la habitación centrandola solo en él.
-Vine a buscar a mi hijo y te encuentro a ti espiando en el Sagrado Libro- aseguró- ¿Qué es lo que pretendes, Taína?
Ella cerró el libro con brusquedad y alzó la barbilla sintiéndose ofendida.
-Pretendo salvar a Mikkael, cosa que ni tú ni nadie parece interesado en hacer- ella cruzó su costado para detenerse cuando una fuerte mano apretó su antebrazo. Ella no era humana y el sólo hecho de sentir dolor le hacía replantearse el poder que tenían los dioses, en especial Thaer.
Ella miró a sus ojos pero no había enojo ni odio, para su sorpresa, había preocupación y desesperación.
-¿Qué encontraste?
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Thaer quedó sorprendido ante la ráfaga de información que su nuera había conseguido de charlar con Elmira, también sus propias ideas le daban un trasfondo al asunto y es que no sólo el Inferno y el mundo humano corría peligro, porque cuando los demonios escaparan de uno, el otro colapsaría con ellos, sino que también, todo este proceso, cambiaría para siempre a su hijo. Mikkael estaba sufriendo en silencio pero no era nada comparado a lo que vendría pronto.
-Debo tomar la baya prohibida, Thaer- informó Taína y él abrió mucho los ojos.
-¡No, no! Eso va a hacer que quedes enlazada para siempre al Caisleán- aseguró él y ella frunció el ceño- ¿No leíste esa parte de la historia acaso? Es muy arriesgado, Taína.
-Pero es todo lo que tengo- aseguró ella- Debo hacerlo para poder adentrarme en el Inferno, debo buscar la flor en lo más hondo de ese sitio y esa será la única manera de salvarlo, debo hacerlo- aseguró ella a punto de llorar- No puedo perder a Mikkael cuando es él todo lo que yo tengo.
-Lo sé, tranquila, no lo perderemos- aseguró él aunque ambos sabían que no podían confiarse del todo- Yo… Yo creo que deberíamos buscar una opinión más. Alguien que sepa de ahí más de lo poco que Elmira y yo sabemos- aconsejó y Taína frunció levemente el ceño.
-¿No pensarás que…
Él asintió sabiamente.
-Le diremos a Mikkael- afirmó y ella sintió que era la peor idea de todas. Él se negaría por completo.
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-¡ME NIEGO A VERTE CONVERTIDO EN UNA BESTIA Y ANTES DE ESO PREFIERO ALEJARME DE TI PARA SIEMPRE!- gritó con fuerza, Thaer estaba más que incómodo ante esa riña de pareja que él mismo propició, pero era lo mejor, no podía arriesgarse a ver también el dolor de la pérdida de su leanna, lo que ocurriría con Mikkael era ya un caos como para añadirle ese sufrimiento.