La Venganza de la Exesposa Curvy con el Gigoló

Capítulo 26 — Rompimos la cama

Los puños de Nicole cerraron con tal fuerza que las manos le quedaron tullidas, la espalda se le arqueaban nuevamente y sus caderas se elevaban ligeramente.

Era como si su cuerpo, su subconsciente, se ajustará en la posición ideal para que los besos de Patrick, entre sus piernas, lograsen el máximo alcance.

Un fuerte estremecimiento la azotó, Patrick pudo sentirlo en sus manos, las cuales usaba para sostener a Nicole por las caderas, y el estallido de Nicole se abrió paso en su boca.

Patrick degustó con gran esmero todo ese exquisito elixir, al tiempo que sentía como el cuerpo de Nicole se iba relajando entre sus manos, la respiración se normalizaba, el pulso disminuía.

Era el momento, Patrick estaba seguro de que ya no lo soportaría por más tiempo, la necesitaba, él necesitaba unirse a ella, así que en un instante, la ropa interior de Patrick voló por la habitación y él se arrodilló frente a ella, en medio de sus piernas.

Afortunadamente, la habitación estaba oscura y con la tenue luz de la luna que entraba por la ventana solo se lograban distinguir las siluetas, porque hubiera sido muy vergonzoso que Patrick viera la reacción de Nicole al detallar su enorme mástil, erguido, hinchado y libre.

Los ojos de la pobre se abrieron de par en par, ella jamás pensó ver algo así, pues siempre creyó que todos los amiguitos de los hombres tenían un tamaño estándar, con unos milímetros más u otros menos.

Pero siendo justos, Nicole solo había visto el amiguito de Walter, así que no tenía mucho punto de referencia, por lo que, o el amigo de Walter era muy pequeño, o el amigo de Patrick era groseramente grande.

Viéndola desde arriba, con una mirada llena de deseo, con todo, absolutamente todo su cuerpo palpitando, Patrick se instaló en medio de las piernas de Nicole, abriéndolas un poco más para él.

Él no podía ver su cara detalladamente y, por lo tanto, no había podido notar como las hermosas mejillas de Nicole se sonrojaba, pero sí podía sentir su agitada respiración y cada vez que pegaba su cuerpo al de ella o besaba su cuello, podía sentir los rápidos latidos de su corazón.

Ahora que Patrick estaba prácticamente sobre ella, tanteando con su mástil en la entrada de Nicole, esa pequeña puerta al placer, Patrick supo que ella estaba más que lista para él.

Y lo supo porque pudo sentir, además, como el centro de Nicole se estremecía ante su simple contacto y como ella se aferraba a él, jalando a Patrick por los brazos, hincando sus uñas con desespero, gimiendo por más, más y más contacto.

Porque en ese instante, Nicole también necesitaba unirse a él.

Suavemente, Patrick entró en ella, sintiendo como Nicole se estremecía entre sus brazos, al tiempo que los gruñidos se escapaban desde lo más profundo de la garganta de Patrick con cada movimiento.

Embestidas suaves fueron dando inicio a nuevas sensaciones en ambos, mientras que Nicole seguía aferrada al cuerpo de Patrick, calidez, ardor, deseo, sus cuerpos se fusionaban con cada movimiento como si ya se conocieran, al tiempo que los movimientos de Patrick iban aumentando en velocidad.

Nicole cerró los ojos con fuerza, la cama rechinaba, Patrick la apretaba contra su cuerpo moviendo las caderas a toda velocidad y el sudor de ambos ya chapoteaba entre sus cuerpos.

En medio de la tenue oscuridad, en el absoluto silencio de aquella pequeña casa, por primera vez resonaron de las paredes unos fuertes gemidos femeninos ligados a los gruñidos de un hombre, anunciando que Nicole y Patrick se habían fusionado por completo, llegando al clímax al mismo tiempo.

Uno al lado del otro se quedaron tirados en la cama por largo rato, esperando que sus cuerpos les respondieran, pues era como si se hubieran quitado todo el peso del mundo de encima y ahora estuvieran flotando.

Hasta que Patrick se giró hacia Nicole abrazándola contra él.

— Bien… ¿Qué te parece si ahora tomamos una ducha juntos? — Preguntó Patrick con picardía.

— ¿Juntos? — Musitó Nicole algo sorprendida.

— Sí, es por una buena causa… O dos.

— Bueno, entonces, explícamelas… — Nicole intentó contener una sonrisa, pero era muy difícil cuando se sentía tan plenamente llena y feliz.

— Primero, después de todas las ricuras que hicimos, nos hace falta una buena ducha, y para quedar muy limpios el otro se debe asegurar de fregar muy bien en esos puntos difíciles de alcanzar… — Explicó Patrick al tiempo que Nicole sentía como se le encendían las mejillas con solo imaginárselo. — Y segundo, pero también muy importante, así ahorramos el agua y salvamos el planeta, entonces, ¿qué dices?

— Que… — Nicole se hizo la pensativa.

— Hacemos dos bienes, uno para nosotros mismos y otro para el mundo, no puedes decir que no. — Aseguró Patrick apretándola más.

— ¿Sabes? Aunque suene extraño, curiosamente todas las locuras que dices, tienen mucho sentido para mí, así que… No pensaba decir que no… — Soltó Nicole, notando apenas, en la oscuridad, como Patrick sonreía.

— Eso es muy bueno, es un buen indicio…

— ¿Qué cosa?

— Que compartas y sigas todas mis locuras. — Concluyó Patrick para estamparle su apasionado beso a Nicole.

Luego de una ducha que, si sirvió para que ambos se limpiaran muy bien y hasta lo más profundo, pero que en realidad no sirvió para ahorrar agua, Patrick y Nicole se dirigieron a la pequeña cocina para comer algunos snacks y recuperar energías.

Era extraño, Patrick todavía no había recorrido toda la casa y aunque antes él había notado que era pequeña, ahora que estaba sentado en la cocina, comiendo y charlando junto a Nicole, sí le pareció muy raro que ese lugar se viera tan viejo y descuidado.

Esa no era una casa en la que él se esperaba encontrarse viviendo a una heredera millonaria, pero ese no era el momento para hacer investigaciones, sino de volver a la habitación.

Y Patrick pensaba disfrutar la noche en serio… Así, de nuevo, los besos y las caricias no se hicieron a esperar, tomando a Nicole por sorpresa.

Aunque ella no se negó en absoluto, pues cada vez que repetían, eran mayores las nuevas sensaciones y el placer crecía, Nicole no podía dejar de pensar en, ¿cuánta energía podía tener Patrick?, era incierto, pues ya iban por el tercer round y él no parecía nada cansado.

Todo lo contrario, ahora Patrick embestía con más fuerza a Nicole, con más vigor, como si con cada contacto su energía se recargara.

El golpeteo de Patrick era cada vez más fuerte, Nicole gemía aferrada al copete de la cama, sus ojos estaban cerrados, su mente se blanqueaba mientras su centro vibraba.

La cama rechinaba con más fuerza, hasta que con una última embestida llena de potencia, Patrick emitió un gruñido, provocando que Nicole jalara con fuerzas el copete, sintiendo la explosión de los espasmos dentro de ella.

Y un fuerte golpe sonó.

Patrick rodó cayendo de espaldas sobre el piso y Nicole lo siguió igual, desplomándose sobre él, ambos se miraron sorprendidos.

— ¿Qué…?, ¿qué pasó? — Balbuceó Nicole, sorprendida.

— Creo que… Rompimos la cama. — Contestó Patrick intentando contener una carcajada.

— ¿Qué?

Nicole se irguió apresurada, mirando hacia su cama, confundida y efectivamente, una pata de la cama se había partido, provocando que la estructura haya terminado en diagonal.

— Ay, no… No lo puedo creer… — Se lamentó Nicole, preocupada.

Patrick la miró confundido, sentándose a su lado, realmente él pensó que ella lo tomaría como un chiste, tal como lo hacía él, pero parecía que ella estaba realmente afectada, como si se tratara de algo importante.

— Bueno… — Nicole suspiró pesadamente. — En realidad era una cama bastante vieja… Así que, supongo que era de esperarse.

— ¿Bastante vieja?, ¿era una antigüedad de tu familia o algo así? — Preguntó Patrick, confundido.

— No, es solo qué… — Nicole se cayó la boca por un instante, pensativa.

¿Qué ganaba ella con contarle a Patrick todos sus problemas?, ¿para qué iba a decirle que apenas había cobrado su primer sueldo, que era prácticamente lo que tenía y tenía que gastarlo en una cama nueva?

Ya ella vería como resolver, siempre lo hacía, eso no importaba, porque ahora que Nicole estaba tan absolutamente feliz, ella no iba a dejar que nada le empañara el momento.

— Tranquilo, no es nada.