Capítulo 19

3110 Words
Luego que cruzaron la valla, la preocupación había caído encima de los hombros de estas dos jóvenes, las cuales estaban arrepintiendo de haber salido ese día tan temprano y haberse encontrado con esos dos cuerpos. Quizás si hubiesen escuchado a los hombres, las cosas serían diferentes ahora. Pero quizás no, pues la montaña de igual manera hubiese sido tomada. Lo cierto es que no había tiempo para estar culpando se culpando a otro o pensando que hubiese pasado. El motor del vehículo parecía estar a punto de reventar pues iba a todo lo que podía, el corazón estaba palpitando de una forma exagerada. —Oh, gracias a Dios ahí está —dijo Paul viendo a las dos chicas bajarse el auto. Todo el lugar estaba militarizado, por así decirlo, pues los hombres no tenían uniforme que los acreditarán de un departamento gubernamental, solo tenían la insignia de la letra p y la letra e, lo cual no se sabía que significaba. La cara de ninguno de los hombres daba tranquilidad absoluta, parecía unos criminales, unos mercenarios, que en cualquier momento eran capaces ya accionar las armas en contra de los civiles. Stacy y Lucía se encontraban junto a Vicent y Paul; en el medio, y estaba rodeados por estos hombres. Daba la impresión de que eran prisioneros. —¿Qué está ocurriendo aquí? —pregunto Susy. —¿porque se encuentra agachados en ese lugar? ¿Acaso son o somos prisioneros? —No, Claro que no —dijo el mismo hombre que habían dejado minutos atrás. Lo cual sorprendió mucho a las chicas, que hubiese llegado tan pronto. Susy miro a los lados, y parecía que no había llegado en algún tipo de vehículo. Arrugó su cara, dándose cuenta que este hombre no era alguien común. Se paseaba sin uniforme por medio de los hombres armados. Definitivamente era el jefe. Aunque la incógnita de cómo había llegado tan rápido no había sido respondida aún. —Ya que están todos reunidos, y no esperamos a más nadie, según los registros, solamente son ustedes lo que están aquí ¿Es correcto? —preguntó el señor Rogers. —Si, somos todos —contestó Vicent, es representación de todos, quizá era por sus caras, o porque el que tenía más autoridad, más antigüedad, pero se sentía animado hablar, y los demás aliviados de no ser ellos los que hablaran. —Ya veo. Su contrabando de la fauna de este lugar, realmente no nos importa, y de nuestra parte pueden seguir haciéndolo si les place. A partir de hoy ustedes pueden decidir en convertirse en nuestros amigos o en nuestros enemigos, todo va a depender de ustedes. Si llega algún ente gubernamental, llámese cómo le dé la gana, solo con levantar el teléfono, lo tendrán solucionado. Por eso queremos que se convierta en nuestros amigos, nuestros aliados. Nos iremos hasta el lugar y nada habrá pasado, pagaremos por sus servicios y por los daños causados. Solamente nos va a interesar una respuesta, la cual usted ya sabe qué requiero. No creo que se ponga a la defensiva, de proteger a unos extraños que ni siquiera conocen, qué podría tener en su poder un arma química, capaz de acabar con una ciudad entera e incluso del país. —¿Quiénes son ustedes y que quieren de nosotros? —pregunto Paúl. —Me sorprende tu pregunta mi amigo Paúl. Pensé que me dirías algo así como ¿cuánto me pagarías? —tú parece ser la más lista de todas —dijo al señor Rogers mirando Lucía. —no sé porque no te vimos antes, posees unos ojos y un cerebro único —Y usted es el hombre más repugnante de este mundo, y el más despreciable — respondió Lucía. —Ya veo, lista no pareces ser. A veces no sé si es temor o ansiedad lo que recorre cada poro de las almas de las personas —dijo el señor Rogers al ver que ninguno se movía o respiraba —Nosotros somos un grupo de investigación con apoyo gubernamental por supuesto, tenemos inmunidad, en todo el país y parte del mundo; es decir podremos matarlos aquí mismo y nada ni nadie nos culpará, porque todo se tratará de un bien mayor. —Por favor señor, deje que nos marchemos en paz —dijo Stacy, la cual estalló en lágrimas. —¡Claro, claro! Solo quiero saber ¿dónde están? —¿Quiénes? —preguntó Vicent. —Uno jóvenes, los cuales son muy peligrosos, tienen un arma química letal, que el simple hecho de estar cerca de ella, te hace alucinar y decir cosas incoherentes. Jasmín y Susy se miraron cuando este hombre terminó de recitar las palabras, pues estaban dudando de lo que estaba pasando. —¿En verdad, todo esto se trata de eso? —preguntó Lucía. Jasmín y Susy se le quedaron viendo, con algo de temor en los ojos, pues la menos capaz de delatar era Lucía. —¿Ustedes saben donde están? Si es así solo díganlo, no tenemos que estar encubriendo a nadie. Estos señores parecen saber lo que hacen —dijo Paúl. —¡Cállate idiota! —le dijo Jasmín —nosotros no sabemos donde están. Si, es verdad que los ayudamos en su momento, los trajimos hasta aquí, pero el muchacho luego de tomar agua se levantó y se llevó a la otra chica con él, esa es la verdad. Y si ustedes están aquí, es porque saben que yo no les estoy mintiendo supongo que tienen algún tipo de rastreadores. Revisen, les aseguro que les dirá, que aquí en este lugar no hay nadie. Todos se quedaron atónitos, tras la información que acababa de dar Jasmín, la cual parecía ser la más tonta del grupo, pero parecía en ese momento ser la más inteligente. Sonó tan convincente que Susy, hasta dudó de lo que en verdad había pasado. —¿Cómo te llamas dulzura? —preguntó el señor Rogers acercándose a solo dos pasos de la chica. —Jasmín —respondió ella un poco nerviosa, volteando el rostro. Vicent tenía la intención de levantarse, pero Susy le tomó la mano, y le apretó con fuerzas, haciendo con la cabeza un gesto de negación. El solo golpeó el suelo con el puño cerrado. —Jasmín, eres muy valiente, y al parecer tu no valoras tu vida, pero veamos si valoras a tus amigos —dijo el señor Rogers, sujetando por el cabello a Lucía, la cual daba con sus manos en el aire, por no poder sostenerse en el piso. Este hombre tenía una fuerza descomunal, pese a su cuerpo poco formado, y su baja estatura, cargaba a Lucía como si fuese un muñeco de trapo. Paúl y Vicent se levantaron, pero los cuarenta hombres que tenían a su alrededor apuntaron y cargaron sus ametralladoras, apuntándolos. —No hace falta, bajen las armas —dijo el señor Rogers —ellos seguramente entendieron el mensaje. Vicent y Paúl que habían elevado sus manos, se volvieron agachar en el suelo. —Por favor suéltala —dijo Jasmín, que estaba allí de pie aún. —Que lindo rostro, ¿no tienes tatuajes? Me pareces conocida —preguntó el señor Rogers a Lucía. Ella asintió con la cabeza, con su mano, corrió la tira de su blusa, que estaba en su hombro, mostrándole algo al señor Rogers. —¿Qué? ¿tú? —preguntó el señor Rogers dejando caer a la chica. —¿Qué sucede? —preguntó Jasmín. El rostro del señor Rogers estaba algo crispado. Los demás volvieron a elevar el rostro; Lucía tenía una especie de mancha en su hombro, el cual más que todo parecía un lunar o una marca de nacimiento. —¡Debemos llevarla! —dijo el señor Rogers. —Enseguida —dijo uno de los hombres de Rogers. —¡NOOO! —gritó Jasmín, y los gritos y lloriqueos de Stacy y Susy se sumaron también. —Ahora, las cosas cambiaron un poco, les aseguro que se me está agotando la paciencia. Las manos de Susy temblaban, estaba a poco que comenzaba hablar. —Y ya le dijimos que no sabemos nada de lo que nos esta diciendo, así que por favor deje ir a mi amiga. Lucía se encontraba tranquila, como si la hubiesen invitado a tomar algún tipo de café. —Estaré bien, lo prometo. El señor Rogers se volteó para ver el rostro de Lucía, y algo de ira apareció de repente. —Tu mugrosa, me vas a decir a donde los llevaron tu y tu amiga, porque si no, les voy arrancar ese cuello —dijo el señor Rogers, sacando una navaja de su bolsillo, y colocándola justo en el cuello de la chica, la cual le corrió una gota de sangre a través de la hoja de la navaja. Jasmín cerró los ojos, y los recuerdos del joven chico guapo que acababa de conocer vino a sus pensamientos. —¡NO! —dijo Susy —¡está bien! te… Las palabras de Susy quedaron interrumpidas, pues una fuerte ola barrió el bosque completamente, acariciando el cabello rubio de Jasmín. —No temas —dijo una voz al oído de la chica, que sonó con un susurro. La piel de la chica se erizo por completo, ella se sentía abrazada. —Es hora de que mueras —dijo la voz de Jasmín, la cual se oía un poco más grave. —Muéstrate —dijo el señor Rogers alejándose un poco, caminando varios pasos hacia atrás. —Suelta a la chica —dijo Jasmín —o acaso le vas hacer lo mismo que nos hiciste a todos nosotros. —¿Con que te refieres cuando dices a todos nosotros? —pregunto el señor Rogers algo confuso. —¿Dónde crees que quedaron las almas de cada uno? —Estas mintiendo canalla —dijo el señor Rogers con una sonrisa. —¿Qué estas haciendo Jasmín? —pregunto Stacy, no lo hagas más por favor, me estas asustando, parece que estuvieses poseída. Esto es nuestra culpa, por comercializar con la naturaleza, este es un castigo divino, pero de mi parte no lo haré jamás lo juro —dijo ella levantando la voz. —Mi querido Rogers piensa lo que quieras, pero ahora estoy a cargo del niño, y de todos —dijo la voz. —¿Quién eres? —preguntó con curiosidad. —Soy tu peor pesadilla Rogers: así que aléjate, huye, es el momento perfecto para que lo hagas. —Solo estas jugando con mi mente, se a donde quieras llegar con esto. Preséntate niño, y te aseguro que esta joven no morirá hoy. La cual ha decidido mantenerse callada. —Realmente me da igual lo que hagas con ellos, por mí mátalos a todos. Pero solo quiero que me la entregues a ella —la mano de Jasmín se elevó para señalar a Lucía. El rostro de Rogers se encontraba en un alto nivel de ansiedad. —¿Qué hacemos señor? —dijo uno de los hombres de Rogers. —¿Eres idiota? —te dije que la llevamos con nosotros. —¿Llamamos a Kobok? —preguntó el hombre de Rogers, pero antes de poder rectificar en sus palabras. Ya Rogers caminaba hacia él. —Kobok, no pudo dominar a un simple muchacho, no lo necesitamos aquí —dijo el señor Rogers con una calma que provocaba algo de miedo. —Si… está bien, mi señor. —Saca a la chica del lugar —ordenó. —Ya escucharon, llevemos a la chica. —La chica viene conmigo —dijo Jasmín —no lo vuelvo a repetir piltrafa. Uno de los autos que estaba vacío se elevó en el aire, y se empezó a aplastar hasta convertirse en una bola de metal que cayó al suelo en el lugar donde estaba Rogers, que pareció esquivar por solo milisegundos. —No dejen que un simple truco los haga retroceder —dijo Rogers. La bola de metal se volvió a elevar en el aire, abriéndose, convirtiéndose de nuevo en un auto, y cayendo suavemente en el lugar donde había estado. Era como si el tiempo se hubiese regresado, o algo por el estilo. —No te lo digo más —dijo Jasmín. —Si fueras él, ya hubieses matado a todos mis hombres, pero no. No tengo idea de como te enteraste de todo; pero excelente te felicito. Ahora niño deja de jugar y muéstrate, o empezaré matándola a ella. Jasmín cayó al suelo desmayada, y Susy se levantó para recostar su cabeza a sus piernas. Todos tenían la cabeza con vista al suelo. Paúl tenía los ojos cerrados, nadie parecía haber notado, lo que había pasado con el vehículo. —¿Qué esta sucediendo aquí? —preguntó Vicent, sin levantar el rostro. —Estoy asustada —dijo Stacy. —Lucía ya había entrado en el auto por su propia voluntad, y no tenía ningún síntoma de que algo malo pudiese pasar. Los más asustados eran los hombres de Rogers, que les costó entrar en un auto que acababa de convertirse en una bola de metal. —Hasta que por fin apareces —dijo el señor Rogers, con un rostro de increíble éxtasis. —Déjalos ir a todos y esto habrá terminado —dijo Kevin el cual iba caminando dando pasos a donde estaban todos agachados. —Ja, ja, ja, ahora te convertiste en una especie de héroe o algo así, ¿quieres salvarlos a todos? —el señor Rogers comenzó aplaudir —déjame felicitarte, nunca había visto a un Hurone tan bien formado como tú, parece que te tallaron los dioses: eres una de las pocas personas que están en la cúspide del saber, no todos tienen tanto potencial como tú, el cual estas desperdiciando —estiró su mano —ven hijo, volvamos a casa. —No soy tu hijo, y tal cual como lo has dicho, estoy en la cúspide de mi conocimiento, no vengas a tratar de convencerme con argumentos simples y vacíos, no estoy para eso en estos momentos. —¡Vaya! Antes de gatear ya quieres caminar, me parece interesante ¿quieres salvarlos? No hay problema, no tengo que perder mi tiempo con este tipo de personas; las cuales no entienden para nada lo que tu y yo conocemos. Solo deseo que vengas conmigo y ellos serán libres de ir a donde les plazca, ¿serías capaz de hacer eso por ellos, después que esa jovencita lo hizo por ti —dijo Rogers señalando a Jasmín la cual aún yacía inmóvil en el suelo. —Si, claro que lo haría, pero igualmente siempre buscarías la forma de herir a todos, y eso es lo que quiero evitar. De mi parte más nadie morirá por tu mano, a partir de hoy, ya no existirás. —Ya te atreves a amenazarme, ¿acaso no sabes con quien estás hablando? —preguntó el señor Rogers con algo de ira. —Lo mismo dijo el lobo, y no fue rival para mí —respondió Kevin con algo de aire de superioridad. Terminemos esto de una vez. —No entiendes muchas cosas, ese poder nos pertenece, piensas que todo acabó aquí, y que estás aquí, porque quieres. Este lugar no lo conocías hasta hace poco, lo pensaste porque nosotros nos encargamos de meter en tu ADN, reescribimos todo. Esto de hacerte el héroe estaba escrito. Y piensas que eres tú. —Mientes, no hay ninguna sobreescritura en mi ADN. —¿Por qué lo piensas? Solo porque ella te lo dijo. Ella es y será parte de esto, venderse como una persona débil e indefensa. La doctora Tamara, está jugando contigo: solo estás defendiendo a la persona equivocada. —¡Calla! —dijo Kevin, el cual se estaba tapando los oídos como si fuese un preescolar. —¿Piensas que esto fue casualidad? Que débil eres aún. Ya está pasando, en cualquier momento dejarás de ser tú mismo, toda esa base de datos se irá borrando lentamente, hasta que nuestro proyecto se ejecute en su totalidad, y desde ese momento te convertirás en nuestra arma, me vendrás a buscar de rodillas, porque, al fin y al cabo, soy el único que podrá ayudarte en ese momento, soy el único que te entenderá: yo tu padre, tu mi hijo, ven a mí y abrázame. —Esta demente, y solo juegas conmigo, es todo. —Bueno pregúntaselo a ella. Kevin abrió los ojos y estaba dentro de la cueva. Tamara se encontraba allí, acostada, con la vista al techo. —¿Es verdad lo que él dice? —¿Cuál de tantas? —preguntó la chica con la mirada perdida. —La de perder todos mis recuerdos, y convertirme en un arma para Rogers. —Lo siento, de verdad, quisiera decirte que no es así, pero si lo es. No se cuanto tiempo se pueda demorar el cambio, pueden ser días, como pueden ser años. por tratar de detener la reescritura del ADN, los demás murieron, eras el último, no quería que tu fueras uno más en la lista de decesos, y decidí no intervenir, que todo fluyera a la normalidad. En fin, te lo dije, no soy una persona buena, tampoco soy de las buenas. —Hay forma de arreglarlo —preguntó Kevin. Tamara parpadeó —bueno nunca me habían preguntado tal cosa, no me lo había planteado, tendría que experimentar, y necesitaría algún tipo de recursos. —Eso es lo que quería escuchar, aquí no nos rendimos, ¿está bien? Una lagrima rodó de la mejilla de la chica. Kevin se quedó viendo a Tamara, y cerró los ojos, todo se volvió oscuro, mientras pasaba por medio de una especie de túnel, cuando volvió abrir los ojos esta frente al señor Rogers nuevamente. —Veo que ahora tienes otra actitud ¿lo ves? —dijo el señor Rogers con un tono de burla. —Si, está bien, voy a tomarlo por ahora como que sí, seré tu arma, ahora necesito que liebres a la chica —sugirió el muchacho. —No, no puedo hacerlo, ella es un caso aparte, no es algo que te incumba, es algo que un Hurone no podrá entender ni en cien años. —No lo entiendes, no te estoy pidiendo que lo hagas; te estoy mandando. Desde ahora serás mi discípulo —dijo Kevin. Los hombres que estaban cercanos al señor Rogers estallaron en risas, al igual que al mismo Rogers se le dibujó un tipo de mueca de maldad en su rostro. Kevin estaba parado en una forma distinta, estaba dispuesto a pelear. Ya no había paciencia en sus ojos, no había piedad ni nada similar dentro de él.
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