Capítulo 2

1241 Words
Kevin ve desde la ventanilla a los hombres que se quedaron atrás, caminaban al borde del edificio, se lanzaron uno a uno al precipicio. Los hombres fueron desapareciendo antes de caer completamente; era como si la nada se los hubiese tragado.  Supo inmediatamente que todos ellos seguramente habían sido parte del Proyecto Explorer. Habían pasado varios años, desde aquella vez. «Todo empezó el día que la conocí». —¿Qué haces? siéntate ¿O acaso estás en un tour? —dijo  Joice en el momento que clavó una aguja en el cuello de Kevin, dejándolo semi inconsciente al instante. El rostro de Bárbara iba y venía a los pensamientos de Kevin, mientras que las luces se hacían más densas; tanto  que corrieron un par de lágrimas. —Bárbara —dijo Kevin delirando un poco. —Míralo, y saber que este es el hombre que nos ha causado tantos problemas, seguramente el señor Rogers nos recompensará. —¡Deberíamos matarlos! Comentó 1 0 8. —¡Lo quiere vivo! —respondió Joice Un arma salió de la funda de 1 0 8 y quedó sobre la cabeza de Kevin. —Estoy de acuerdo con lo que dice — dijo un hombre que se encontraba sentado hasta el momento, deberías matarlo ahora que podemos —dijo él, con una mirada penetrante, llena de odio. —¡Cobarde! —dijo Kevin, casi sin aliento. —¿Seguro está drogado? —preguntó 1 0 8. —Como caballo —Respondió Joice —Suelta el arma y siéntate ¡Aquí nadie tome decisiones  —dijo  con voz fuerte. Pero antes de poder pronunciar más palabras, el arma se despegó de su mano como si fuese sido atraída por una fuerza invisible  y se torció en dirección contraria, siendo ahora apuntado con su propia arma. —¿Lo está haciendo él? —preguntó 1 0 8 con voz temblorosa. Sonó un impacto, el arma se disparó pero la bala quedó en el aire dando vueltas frente a su cabeza a tan solo unos milímetros. —Has que se detenga — ordenó 1 0 8 dando un paso en retroceso, pero  la bala lo siguió. —No debes moverte —le dijo Joice pegando su dedo índice en los labios, como si alguien invisible, los estuviese escuchando.  Todos se veían las caras, se había dibujado una expresión de miedo en el rostro de cada uno de ellos. Kevin luchaba por volver a la realidad dentro de él mismo. Se encontraba en un vacío, estaba perdido, solo escuchaba los ecos de su propia voz. —Debes encontrarme —sonó la voz de Bárbara. Había pasado mucho tiempo desde que Bárbara había aparecido en sus recuerdos. Quizás fue por la reciente mención, o solo era un truco provocado por el suero reciente en su sangre.  —¿Dónde estás? —le pregunto Kevin, viendo a todos lados. —Busca a dónde todo empezó —respondió la voz de ella. Kevin empezó a buscar en su cabeza «como deje de ser un chico ordinario, a estar metido en grandes problemas». Los recuerdos llegaron a la mente de Kevin, recordando su vida anterior, cuando sus preocupaciones eran insignificantes. Kevin se levanta como todos los días, en un cuarto pequeño, rodeado de pobreza, las paredes muestran parte del bloque que se está comiendo creando agujeros para el hábitat de los roedores. A través de la ventana se ve aún la oscuridad de la noche y Kevin pasa su mano por los ojos restregándoselos; se siente agotado de levantarse a esa hora de la madrugada. Kevin trabajaba con su madre, la señora Martha, vendiendo frutas en un puesto callejero del centro de la Ciudad. Kevin tenía que levantarse muy temprano, para ayudarle a colocar la fruta para luego irse a la preparatoria. Kevin siempre fue sobresaliente en sus estudios, tenía una memoria impecable y tenía el récord de su escuela en aprenderse países, banderas, escudos, capitales del mundo. Esa mañana como cualquier otra, Kevin caminaba junto a su madre, llevando parte de la mercancía en un carro de juguete improvisado, que movía hasta media tonelada a la vez: el juguete había ganado la feria de ciencias escolar de la región, por tener un diminuto motor poderoso capaz de mover su peso, lo había llamado: Antcar. —Gracias hijo —dijo la madre de Kevin —es hora de que te marches. —Déjame ayudarte un poco más mamá —insistió Kevin, terminando de colocar una rojas manzanas en forma de pirámide. —No, claro que no, es hora de marcharse —le insistió ella empujando a su hijo en dirección a la escuela.  Kevin no conoció a su padre, es por eso, que desde muy chico, le tocó el rol de hombre de la casa, cargando las bolsas de las compras cuando era más chico, y luego su mamá le fue dando más responsabilidades, en cuanto iban pasando los años. —Bueno, al salir de clases paso ayudarte. —Más bien deberías  ir con uno amigos  al cine …o con una amiga —dijo ella levantando las cejas varias veces. —No mamá, sabes que esas cosas no me gustan. —Es lo que me preocupa —dijo ella. —No… bueno, las chicas si me gustan, no me gusta es el cine, o salir —dijo el apresuradamente, tratando de desenredarlo todo. —No te preocupes, y ahora anda que se te hará tarde, y si no te gustan las mujeres, igual no dejarás de ser mi hijo. Kevin se volteó y miró a su madre con enfado, pues los otros vendedores a su alrededor al escuchar esas palabras rompieron en carcajadas. Al llegar a la preparatoria el joven de dieciséis años no era el típico joven popular, que tuviese el grupo de amigos esperándolos, pese a ver estudiado en la misma escuela los seis años de estudio, todos los consideraban un bicho raro, o una rata de laboratorio. —El día de hoy, estaremos dando la bienvenida a una estudiante nueva —dijo el profesor Gueiler. Kevin se encontraba rayando la parte trasera de uno de sus libros, haciendo una figura fantasmagórica, que parecía ser una sombra. —¿Kevin podrías poner atención?  —dijo el maestro con algo de molestia. Kevin no pareció escucharle para nada, y el docente caminó en su dirección. Kevin no era el joven aplicado, solo tenía una gran memoria, lo que le daba una gran ventaja con respecto a los demás compañeros de clase. Solo bastaba con mirar una vez a la pizarra, para grabárselo todo e incluso entenderlo por su propia cuenta. A su corta edad había leído un sin número de libros. —Esto lo puede retirar al final de la clase —dijo el maestro, arrancando a Kevin un audífono que estaba en su oído, a simple vista no se notaba, porque la mata de cabello que el joven tenía, hacia imposible. El profesor Gueiler era muy famoso en descubrir trampa en los exámenes, se murmuraba que tenía una cámara en su cabello, y así es como podría saber lo que ocurría estando de espaldas.  Kevin se paró de su mesa inmediatamente, dejando caer su dibujo al suelo. La página quedó abierta en el dibujo que estaba creando. —Raro —dijo una niña obesa que estaba a su lado. —Es un fenómeno —le dijo un chico a otro, tratando de hablar en voz baja, pero lo suficiente audible para Kevin.
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