10

1526 Words
**Capítulo 10** Cuando Liam volvió a la mesa, su guardaespaldas lo seguía como si fuera su sombra. David no sabía por qué eso le molestaba tanto. Rápidamente notó que también se había vuelto a colocar su gabán, abrochando hasta el último botón. Se sorprendió al ver que nadie pareció notar nada raro, ni preguntó nada al respecto. —¿Qué es tan divertido? —preguntó Liam al escuchar las risas de todos en la mesa, quedándose de a un lado—. Si solo necesitaban que me retirara para pasarla bien, debieron haberlo dicho. La mesa se quedó en silencio. —Tú, ogro —se dirigió a David—, estás en mi lugar. "¡Si, definitivamente me está odiando! ¿Qué pensaría Liam si supiera que este 'ogro' es el mismo hombre al que se sometió en aquel cuarto oscuro? ¿A quién rogó, con placer, y le llamó Amo a pesar de su voluntad? ¿Quién lo llevó a un subespacio y de quien huyó en la madrugada? ¿Le gustaría lo que ve, o se odiaría a sí mismo? Tal vez ni siquiera recordaba ese momento. Al parecer, el chico tenía muchas cargas sobre sus hombros. David no quería ponerle una más. Ahora solo tenía que decir algo provocador y gracioso para liberar la tensión. —Aun no, pero cuando quieras —sonrió David, esparramándose más en la silla. Tomó un trago de su cerveza y le guiñó un ojo. Sintió un golpe en su tobillo, por debajo de la mesa, propinado por Taylor, que era quien estaba a su lado ahora, pero no dolió tanto como las siguientes palabras de Liam. El hermoso rubio resopló y se sentó en la silla libre. Aunque intentaba disimular, era obvio que estaba aliviado por el cambio. ¿O tal vez no? David no lo sabía con seguridad. Liam era un tanto difícil de leer. —Si estás coqueteando conmigo, olvídalo. Puedo tener malos ratos, pero no malos gustos. No eres para nada mi tipo —las palabras desdeñosas salieron de la boca de Liam como dagas que se clavaron directo en el corazón de David, quebrantando un poco su seguridad y su autoestima. Odiaba reconocerlo, pero así había sido. Aunque por nada del mundo lo demostraría. Así que contraatacó. —En tus sueños, principito. Tampoco eres de mi tipo, como ves —levantó su cerveza—. Prefiero la cerveza artesanal local, que los vinos raros con nombres que no puedo pronunciar —levantó una ceja con sarcasmo. Liam abrió la boca para replicar, pero fue interrumpido. —¡Salud por eso! —dijo Chris levantando su copa al centro de la mesa, con una sonrisa incómoda. Todos respondieron de la misma manera y esperaron por un momento a que los contendientes, también lo hicieran. Liam levantó su copa mirando a David desafiante, y David levantó su botella. Los cristales sonaron al chocar como si fueran la campana de un ring de boxeo, enviando a cada luchador a su esquina… por ahora. *-*-*-*-* Los días pasaron y aunque Liam había logrado sacar un poco de su cabeza aquella silueta oscura que lo acariciaba, lo sometía y lo hacía suyo de la manera más magistral, ahora había vuelto con mucha más fuerza, en sus sueños, en sus pensamientos, en sus momentos de lujuria. Y aunque a veces intentaba darle un rostro a aquella persona, no lo había logrado, pero últimamente el pensamiento se veía interrumpido por el rostro y el cuerpo de un imbécil, que hasta en sus sueños era inoportuno. Liam no entendía cómo podía mezclar a estas dos personas. Su Amo misterioso era fuerte pero delicado, era educado y cordial, comprensivo, caballeroso, condescendiente, pero a la vez estricto, serio y exigente, todo en la medida exacta, en el momento exacto. Un verdadero Dom. ¿Cómo podía siquiera intentar meter a un hombre así en el mismo molde que a David Olson, un troglodita ordinario, tosco, relajado, irrespetuoso y que no se tomaba nada en serio? Era sencillamente exasperante. No, simplemente no encajaban, no había manera de asociar ambas personas, su razón se lo impedía, pero muy en el fondo de su estúpido corazón quería tanto materializar a ese hombre de ensueño perfecto para él, que lo hacía, incluso a veces se arrepentía de haber huido como un cobarde. Los sueños son deseos reprimidos, o por lo menos, eso dicen las revistas Cosmopolitan en las que ha sido portada más de una vez, y que se empeñan en hablar de los astros, las parejas compatibles y el estúpido destino, 'nada que ver con la triste realidad de los que nacimos para estar solos'. —Señor Maxwell —unos golpes en la puerta de su oficina y la voz de su secretaria lo aterrizaron. —Adelante Mary. La secretaria ingresó en la oficina—. Señor, Lisy acaba de llamar de la recepción, dice que hay un paquete para usted. —¿Y? ¿Por qué no lo envía aquí arriba? Dile a Jackson que vaya por él. —Mmm… señor… lo siento, pero Lisy dijo que dejaron estricta recomendación de entregarlo en la recepción y en sus propias manos. —¡Mierda! ¿Alguien piensa que estoy desocupado? Y a todas estas ¿quién es tan importante como para que se cumplan estas indicaciones, en un club privado y con un socio VIP? —No lo sé, señor. —Está bien, Mary, gracias —la chica se retiró. Liam levantó el teléfono y se comunicó a la oficina del Jefe de Recepción. —Habla Lisy Reynolds, ¿en qué puedo servirle? —fue la respuesta de lamujer. —Señorita Reynolds, ¿qué es eso de que hay un paquete para mí que debo ir hasta allá a buscarlo? —Oh sí, Señor Maxwell, lo siento, pero fueron las estrictas indicaciones del remitente. —¿Y quién es tan importante para que se sigan con tanto celo sus indicaciones? —Liam estaba empezando a molestarse. No acostumbraba a recibir nada que no pasara antes por las manos de su guardaespaldas. Ya había recibido muchos mensajes y regalos de odio y amenazas de fans locos o pretendientes obsesionados. En el club lo sabían y cuidaban mucho de sus miembros y socios… —Perdón, señor Maxwell, pero el remitente pidió permanecer en el anonimato —y eso fue todo para que Liam explotara. —¿Estás loca? Debo ir por un paquete personalmente, y ni siquiera puedo saber de quién se trata. ¿Y qué hay de mi seguridad? —Su seguridad está a salvo con nosotros, señor, se lo garantizo —respondió la mujer. Eso solo podía significar una cosa: ellos sabían quién era el remitente y debía ser alguien de confianza para el club, un m*****o tal vez, o de lo contrario no estarían haciendo esto. —Está bien —resopló—, iré en un momento, pero como el paquete atente de alguna manera hacia a mí, voy a quejarme directamente con los dueños del club. —Lo tengo claro, señor, y nuevamente le pedimos disculpas por incomodarlo —Liam colgó la llamada sin responder, dejó lo que estaba haciendo y se levantó, se colocó su chaqueta y se dirigió hacia allí. En cuanto salió de la oficina, Jackson se pegó a él como su sombra. —Señor, no debería ir —le habló su guardia, que ya estaba al tanto. —Debo hacerlo, puede ser algo importante. —Y puede ser algo peligroso, señor… —¡Jackson! —detuvo sus pasos un momento y se volvió hacia el hombre detrás de él—, ya dije que lo haré, solo quédate cerca por si lo necesito. —Sí, señor —el mayor bajó la mirada. Liam odiaba a los hombres con tan poco dominio, pero no lo culpaba. Liam se acercó al pulido y amplio mostrador de mármol, donde se encontraba un chico pulcramente uniformado, y le habló. —Hola, hay un paquete para mí… —Oh sí, permítame, señor Maxwell —el chico se alejó un momento y volvió con la señorita Reynolds, quien traía en sus manos el paquete. La caja era un cubo de madera rústica de unos aproximados 20 cm. Cuando la mujer la puso en sus manos, no solo sintió lo pesada, sino también lo fea que era. No tenía ningún pulimento, nada de acabado. Incluso tenía que tener cuidado de no lastimarse con una astilla. Podía sentir el cuerpo de Jackson tensarse detrás de él. Frunció el ceño y levantó su mirada hacia la chica. ¿Acaso se estaba burlando de él? ¿De qué se trataba todo esto? La mujer pareció leer las preguntas en su mirada—. También dejaron esto —le entregó un pequeño sobre blanco. Bueno, por lo menos traía una tarjeta. Invadido por la curiosidad, sostuvo la pesada caja entre sus brazos y sacó la tarjeta solo hasta la mitad, donde pudo leer una inscripción, que le hizo temblar las piernas y tambalear el paquete en sus manos hasta casi dejarlo caer. “No se ve bien sino es con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos”.
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