Desde el porche de la casa de María Cromwell se escucha un bullicio bastante confuso. Distingo la voz de ella, y de Margot Insaurralde, pero también la de dos personas más. Antes de siquiera tocar la puerta, la dueña de la casa la abre de sopetón, llevando una expresión exasperada y desarreglada.
—¡Hasta que al fin llegan! —nos da paso apresurándonos, agitando una mano al aire.
—Pero vinimos directo… —balbuceo excusándonos ante su severa mirada.
—¡¿Por qué tu tío no contesta el teléfono?! ¡Lo estuve llamando toda la mañana! —Alessander y yo intercambiamos una mirada desconcertada, y él se encoje de hombros, ganándose que ella lo acribille con sus ojos.
—Desde hace unos días que está más deprimido, y anoche mencionó algo de desconectarse de todos para centrarse más en mi tía y aclarar la mente —las voces van disminuyendo en volumen hasta apagarse en un incómodo silencio—. Aún no obtiene resultado con lo que intentó — susurro con pesar.
—Pues, eligió el peor momento para “desconectarse” de todos —recrimina con un suspiro frustrado, pasándose la mano por la cara con un notorio estrés—. Vengan, deberán pensar de mientras cómo lo localizan para que aparezca por aquí ya mismo.
En la sala se encuentra Margot en el mismo sitio en el que habitúa estar –según ella, aquel sillón floreado le recuerda a su jardín y a la comodidad de su hogar–, y dos personas que nunca vi: una mujer cachetona de unos treinta años, de cabello n***o azulado hasta la cintura y unos grandes ojos color miel, junto a un hombre de estatura media, hombros caídos, y canoso. Ambos nos observan, deteniéndose unos notorios segundos más en mí.
—Les presento a Elleonor Carduccio y Alessander Di Lorenzo —anuncia dirigiéndose a ellos—; y chicos, ellos son Esther y Lionel Danvers. Son miembros de Protectores, y están de paso por una misión en Seattle. ¡Y llegaron a buen tiempo!
—Realmente todo se dio muy de prisa —concuerda Esther con un extraño acento, asintiendo y juntando las manos sobre su regazo—. Esperábamos esa información desde hace semanas, y nuestros informantes e investigadores no lograban localizar en dónde se realizan las reuniones secretas de “P. H.”, ni hallaron ningún rastro de las invitaciones que se envían… Hasta hace tan sólo diez horas, en donde la información nos llegó como rayo.
—¿P. H.? ¿Qué significa? —pregunto desconcertada por completo. Además, ya no sigo tan al día las investigaciones que María y Margot movilizan diariamente sin descanso, por lo que me salté varias novedades.
—Son las siglas del grupo elite dentro de Protectores —explica el señor Danvers con la voz cargada de frustración, y noto que, a diferencia de su hija, él no posee un acento diferente al estadounidense—. Se hacen llamar los Purificati Hæreditatem, obviamente el nombre en latín —mofa con sorna—. Significa Herencia Purificada, que es lo que ellos creen que son: un grupo destinado a reinar por sobre todos, que creen ser merecedores de veneración y gloria.
—Y que también están en contra de la Alianza —concluye el ojiverde, sentándose en el sillón esquinero—. Ahora, bien. ¿Quiénes son los que integran esa basura elitista?
—Comenzando por Jacob Miller —el señor Danvers saca del bolsillo interno de su campera unas gafas con un aumento bastante notorio, y una lista con muchos nombres escritos a mano uno bajo el otro, con una caligrafía desprolija que denota prisa—, pues bien; Pablo Riveros, Aaron Bernard, Celeste Simon, Massimo Dubois y Nadia Philippe, son los nombres de casi todos los de Alto Rango dentro de Purificati Hæreditatem ya que son encargados de subdivisiones en Francia, Portugal, Tanzania y Suecia.
—Pero son sólo cuatro países y cinco nombres —cuestiono enumerando y tratando de hacerme un mapa mental de los puntos que cubren.
—Massimo y Nadia son esposos, lideran la división en Portugal y son de los más apegados con los ideales que comparten en ese grupo —continúa Esther tomando la lista de nombres—. Incluso apostaría a que sus familias son unas de las fundadoras.
—¿Y en qué nos perjudican? —Alessander se levanta, parándose frente a la ventana que da a la desolada calle— Ya que, al parecer, sólo conspiran contra su propio líder.
—Nos perjudica —el tono de voz de María carga un enojo demasiado palpable, pero, recordando que ella es parte de los Protectores, entiendo perfectamente que esté con ese humor—, en que Takehiko sí apoya a la Alianza, incluso tiene un pacto con Ernesto Figueroa, quien es el líder de Lux, y quien lleva la palabra en el Consejo de Paz representando a los vampiros.
—¿Lux es otro clan? —Margot contiene una risa ante mi pregunta y mi expresión desorientada.
—Exactamente —contesta, hablando por primera vez desde que llegamos—. Es uno de los clanes “amigos” de la Alianza y, justamente, el más poderoso hasta el momento. Y por ese mismo motivo es muy necesario mantener el orden entre nuestros aliados, y a los líderes que apoyan la causa del Ángel tal y donde están.
—Y es por eso, que deberemos ayudar a derribar este grupo antes de que logren su cometido, y que el caos se desenlace como un maldito dominó —concluye la señora María, dejándose caer en su sillón de terciopelo marrón y peinando con frustración y cansancio su cabello hacia atrás—. Es por eso por lo que necesitamos que tu tío esté aquí, él tiene contactos dentro del clan Lux que nos podrían ser útiles para la reunión que se está por realizar en dos días entre el clan Prometidos, ya que se confirmó que será a unas horas de aquí, en Nevada, y los representantes enviados son justamente Nadia y Massimo Dubois. Tememos que armen una revuela contra el clan Lux, y eso desataría un verdadero infierno.
—¿Iremos a Nevada? —curiosea Alessander, dejando caer el borde de la amarillenta cortina verde agua y volteando con atención.
—Mejor comencemos cuando hayan traído a James Li Greci aquí —nos recrimina María, acusándonos con la mirada—. Es hora de que vuelvan a centrarse en los planes y las investigaciones que realizamos, ¡caray! Ya han estado demasiado tiempo de vacaciones en la nube de primavera, ¡bajen a la realidad y vayan a buscar a James!
Ambos nos miramos, y él me da una tranquila y relajada sonrisa torcida, levantándose y tomando las llaves de mi coche.
—Iremos los dos —les anuncio para que María calme un poco su molestia—. Seguramente aún estará en la cabaña, haremos lo más rápido posible.
—Eso espero. Tenemos mucho de qué hablar cuando lleguen. Todos —acentúa mirándonos con una seriedad que no quiero esperaba ver tan pronto, ya no quiero que todo se vuelva a desmoronar como hace un mes, con todo ese desastre…
Salimos luego de una corta despedida, y nos dirigimos hacia Verlot, con dos horas y media de carretera por delante. Un buen tiempo para ordenar la mente y prepararme psicológicamente para lo que nos espera al volver, que seguro, por lo que hace un mes anunció Cromwell, será mucho más caótico que lo que vivimos hasta ahora, ya que eso, era sólo el comienzo.
—¿Qué crees que encontraron? Con eso de Herencia Purificada, y los miembros de Protectores —le pregunto mientras conduce tomando la concurrida ruta 2 hacia el noroeste.
—Espero que no sea algo que nos perjudique directamente —vacila pensativo, apretando ligeramente las manos sobre el volante, con la vista fija al frente—. Siendo honesto, he escuchado algunos rumores sobre ese grupo elite, hace algunos años; siempre eran con respecto a la esperanza que tenían con un nuevo líder que poseyera valores “reales” y que supiera poner en su lugar a las demás razas. Pero nunca llegó a más que eso, unos simples rumores de unos pocos.
El resto del viaje pasó en silencio, mientras nos fundimos en nuestros propios pensamientos. Yo aún no caigo que pasó ya un mes, en el que ninguno pudo ser el mismo de antes.
Sara logró pasar un tiempo de duelo por la pérdida de su madre, ya que, cuando sucedió, no tuvo paz por unos días con las muertes y el secuestro que se desarrolló. Incluso le costó asimilar que Jones Williams en realidad era una buena persona, pero, semana tras semana, le fue otorgando de a poco la oportunidad de conocer su verdad, y llegó a perdonarlo, o al menos eso afirma.
Mariana, la madre de Alessander, tuvo el alta una semana después de ingresar a urgencias con nueve balazos, y gracias a las medicinas y frascos hechizados que María Cromwell le dio al señor Clarence para que le administrara a su esposa, se recuperó por completo cuarenta y ocho horas después.
Mi madre tardó una semana o más en salir del shock del secuestro y de ver cómo se alimentaban de su hermana gemela hasta casi quitarle la vida, y se pasó día tras día, por más del primer mes, sentada junto a ella en la dura y fría silla de la habitación 211, en donde se encuentra Lía conectada a varias máquinas que no dejan de zumbar.
Mucho no quiso tocar el tema de mi padre; siempre excusándose en estar tan cansada que no podría recordar nada, o alegando que no era el momento, o simplemente, observándome con ojos cristalizados y agobiados, para luego abrazarme y encerrarse en su habitación a dormir… Aunque el ahogado sonido de sus sollozos siempre los logro escuchar.
Sin darnos cuenta, ya estamos llegando a la entrada de Verlot, y cruzando el pequeño pueblo por la calle principal Mountain Loop Hwy, doblando en un angosto sendero de tierra que nos introduce en el bosque Heather Creek, hacia la hermosa cabaña. El sendero deja pasar –aunque con dificultad– el coche por unos dos o tres kilómetros hacia el corazón del frondoso y denso bosque, hasta un punto en el que un tronco caído y unas enormes rocas mohosas interrumpen el camino. Al bajarnos el fresco y limpio aire, cargado con el particular aroma de madera y hojas secas, nos golpea de lleno en la cara. Me aprieto un poco más los bordes de mi campera sintiendo que el frio comienza a meterse debajo de la tela de corderito.
—Ya falta poco —me recuerda él, sonriendo ante mi temblor e intolerancia al frio—. Sólo unos cuantos metros más.
—Pues, andando.
Mis dientes comienzan a castañear, y troto hacia el sur, en donde a lo lejos se distingue una hogareña cabaña recubierta de troncos gruesos por fuera, y con un porche adornado por un banco colgante tambaleándose ligeramente por el viento. Las ventanas están cerradas y con las cortinas bajas, algo que James pidió específicamente a Williams hace dos semanas, cuando recibimos información de que miembros de Errantis llegaron a Marysville, una ciudad a unas veintitrés millas de aquí, para intentar rastrear su paradero.
El sendero termina justo en lo que, en un intento por simular que es una casa familiar y llena de vida, James denomina como su “precioso jardín”, aunque en realidad más parece una extensión del sendero, plano y de tierra desnuda.
Alessander sube los tres escalones del porche y golpea la puerta atento a cualquier ruido que se escuche; pero nada, parece vacía.
—Señor Williams, somos nosotros, Alessander y Elleonor —anuncio esperando respuestas, pero mi voz retumba en un eco angustiante dentro del exagerado silencio.
El bosque está sumergido en una extraña calma, tal que ni siquiera el cantar de los pájaros se oyen, algo bastante insólito por ser mediodía. Un retumbe de miedo y desesperación se asienta en mi pecho, temiendo que los eventos aún no digeridos se repitan nuevamente, tan pronto. Alessander y yo intercambiamos una mirada cargada de emociones similares, y con brusquedad intenta abrir la manija de la puerta que se abre de par en par, sin tener el pestillo de seguro colocado ni nada. Dentro, la casa está sumida en una oscuridad perturbadora, y nuestros pasos resuenan con los crujidos de las tablas del piso de madera vieja.
Mi novio me hace una seña para que tenga cuidado, y con la cabeza me indica que vaya a inspeccionar la cocina, mientras él investiga en las habitaciones. La vieja mesa de la cocina está cubierta por una ligera capa de polvo, un pequeño candelabro sucio con crestas de vela sujeta la base de una ya consumida por completo, y a su lado, un papel arrugado, que parece ser una página arrancada de algún libro, contiene un mensaje con una caligrafía que, muy a mi pesar, reconozco inmediatamente.
“Si leen esto, es porque me siguieron y encontraron la cabaña. Créanme que hice todo lo posible por perderles el rastro, pero debía ir a Jordan y encontrarme con ella. Era mi última esperanza para poder ayudarlos y devolverles, al menos, una pequeña parte de lo que hizo este mes por mí.
La buena noticia es, que tengo lo que fui a buscar, y que pronto los veré de nuevo. Confíen en que las cosas saldrán bien, los que están de nuestro lado son muchos más de los que creemos, y de los que llegamos a contar como aliados.
Tengan mucho cuidado, hay más enemigos dentro de nuestros grupos de confianza, y más peligrosos, que los que están fuera y a la simple vista.
Mis más sentidas disculpas ante este imprevisto, Jones Williams.”