Salgo lo más de prisa que puedo de la casa de María Cromwell, Alessander me sigue, pidiéndome que hable con él, pero no quiero oírlo. No cuando me ha ocultado algo tan fuerte como lo de mi padre.
Subo al coche y arranco calle abajo, viéndolo por el espejo retrovisor. El dolor en mi pecho se acrecienta, pero intento ignorarlo y pensar en otra cosa. Conduzco hasta la casa de Sara, quien no he visto desde hace unos días. Se la pasa encerrada en su casa, que se volvió la base de operaciones de Cromwell. Luego de mucha insistencia y algunas botellas de vino y whisky de regalo, logró convencer a la mujer de ser su aprendiz. La ha enviado a trabajar muy duro en las investigaciones, revisando a detalle cada libro y registro histórico que ella tenía en su sótano, y Sara ha demostrado ser totalmente eficiente.
Aparco el coche en la entrada, el porche está con la pintura de fuera un poco degastada, y el farol que de noche siempre alumbraba la entrada está quebrado. Toco el timbre mientras le envío un mensaje a ella avisándole de que estoy afuera. En la espera observo la puerta de madera, se detalla más desgastada que antes, le hace falta una capa de barniz y una abolladura cerca del borde de la manija se hace más visible.
Con todo lo que pasó, Sara ha quedado bajo la tutela de los padres de Andy, porque mi madre, tras lo de Lía, no ha tenido la mente como para involucrarse en papeleos. Aún así, Sara se ha negado en vivir bajo el techo de los Morgan. La casa le fue heredada, junto con un fondo bancario en donde Julia ahorraba para la universidad de Sara, además de alegar que una cierta cifra era por caso de emergencia. Con ese dinero ella ha podido vivir durante este tiempo, pero quizás en unos meses deberá buscar un trabajo temporal, al menos.
El sonido de la llave en la cerradura me saca de mis pensamientos, y una Sara ojerosa y despeinada, aún en piyamas, me recibe con una sonrisa y un fuerte abrazo. El olor a café y libros viejos está impregnado en su ropa, y por el despliegue de papeles y mapas en el suelo de la sala comprendo que su aspecto es por desvelarse trabajando.
—Hace mucho no vienes a verme, ¿qué te trae por aquí —ella se hace a un lado rompiendo el abrazo y me deja pasar, cerrando la puerta nuevamente con la llave y con tres pestillos de cerraduras diferentes.
Su casa por dentro parece una fortaleza, las ventanas están con cerraduras y persianas que parecen de acero, hay un monitor en donde se reflejan varias cámaras rotando, enseñando lugares de todo Cashmere, y el olor a encierro denota que el café y el polvo de las cajas viejas que María le ha estado trayendo fueron los principales dentro de esta casa durante un tiempo. Ella ha cambiado mucho desde hace un mes, nos hemos distanciado un poco por su trabajo y por mi día a día. Hacía casi tres semanas que no venía a su casa, nos veíamos en la escuela todos los días, pero incluso allí ella pasaba mucho más tiempo con Andy que conmigo, al igual que yo pasaba mucho más tiempo con Alessander apartados de ellos.
—¿Quieres un poco de café? Acabo de preparar un poco —anuncia yendo a la cocina.
—No, gracias, ya tomé en el desayuno —la sigo y me siento en la mesa, mientras ella termina de servirse en una taza grande que tiene una imagen de un gatito jugando con un ovillo de lana.
—¿Qué novedades tienes? —pregunta atenta, y vuelvo a pensar en lo de mi padre, pero no sé si sea buena idea soltar esa bomba ahora.
—Vengo de la casa de María, hubo reunión de emergencia por una nueva misión en…
—Carvers, Nevada —me interrumpe ella, asintiendo con la cabeza—. Sí, ella ya me ha informado de eso a primera hora, también dijo que hacía mucho que faltaban tú y Alessander a las reuniones. Deberían estar más atentos a lo que pasa allí fuera, es un completo caos de conspiración y guerras. Por más que intenten ignorarlos, los conflictos seguirán estando, y es mejor que estén al tanto por si ocurre algo como esto.
—¿Lo sabían desde antes de hoy? —ella vuelve a asentir, y se levanta haciendo una seña con la mano para que la siga.
En la sala, donde antes estaba el televisor, ahora hay una pizarra enorme con muchas hojas colocadas en ella, un mapa cubre el centro de la pizarra, en donde muchas chinches de colores están esparcidas en varios puntos precisos, con papeles de anotaciones al lado de cada una. En la mesa ratona hay una pila de cartas abiertas, un cuaderno con anotaciones a modo línea de tiempo, un cuadro sinóptico en donde muchas flechas se relacionan con muchos nombres de personas y lugares, y dos tazas vacías adornan una esquina de la mesita, en donde Sara coloca al lado de estas dos su nueva taza cargada de café.
—Mira, aquí —señala el mapa, en donde se puede observar una lista de nombres encabezada por el de Jacqueline Blass, sobre un motel en Tonopah, a unas cincuenta y nueve millas de Carvers.
—Se están hospedando en el The World Famous Clown Motel, a poco menos de una hora en carretera hasta Carvers.
—¿Y por qué no los emboscamos? —mi desesperación comienza a aumentar, y la sed de sangre comienza a hacerse presente con demasiada fuerza, tomando control de mi mente—. ¡¿Por qué maldita razón los están dejando quedarse allí?! ¡Merecen morir! ¡Tenemos armamento, carajo!
—¡Cálmate, idiota! Baja la voz —mi amiga se aleja unos pasos con expresión nerviosa, atinando a buscar algo en el bolsillo trasero de su pantalón de piyama.
—¿Que me calme? Tenemos bolsos llenos de armamento pesado, Sara, ¿no lo ves? Podríamos ir incluso nosotras solas y destruirlos sin que nadie salga más herido.
—¿Enserio? Hay civiles en ese motel, Elleonor. ¡Personas que pueden morir si ellos escapan, o si les da una bala perdida! —mis garras comienzan a salir, y siento el ardor en mi pecho aumentar con el paso de los segundos. No comprendo el porqué de no accionar ahora, de seguir esperando, de dejarles vivir un segundo más, tranquilos, cuando tenemos esta preciada información de nuestra parte—. ¿Acaso crees que vale la pena exponer a más personas inocentes por matar a esos imbéciles?
Ella tenía razón, no era algo a discutir, aún con la ira quemando en mi interior, no podía arriesgar a más personas. Esos vampiros son sádicos, son verdaderos monstruos, sin piedad ni vacilación alguna por la vida. Pero tampoco podía dejar todo así, sin más, algo debía pensar, trazar un mejor plan eficiente que lograra funcionar. Debía asesinarlos a todos esos bastardos, pero cómo…
El reloj colgado en la pared marcaba casi las tres menos cuarto de la tarde, y el tiempo de idear algo se me acababa.
—No puedo con esto, lo siento —con un veloz movimiento tomo el mapa y me dirijo a la puerta, enceguecida por la venganza que se apodera de mi control, y es ahí el problema, dejarme nublar por una emoción tan fuerte.
—Lo siento —siento un pinchazo doloroso en mi cuello, y el brazo de mi amiga rodeándome por la espalda.
Mi vista se vuelve nublada, mezclando la ira y el sueño, y siento que caigo, como sumergirme en aguas oscuras. Intento con todas mis fuerzas despejar mi mente de la confusión y del agotamiento que invade mi cuerpo, pero no lo logro. Y todo se vuelve n***o.