Capítulo 8. Solo quiero su vestido, es decir, si usted quiere viajar a la ciudad sur
Adaia fue llevada hasta la estación de bus, como Mary lo había ordenado. El conductor se aseguro de que ella adquiriera un pasaje con la tarjeta de crédito que ella le entrego, pero Adaia no era tan tonta como ellos pensaban, la jovencita sonrío tímidamente mientras observaba al hombre a su lado, le llamó mucho la atención que no se moviera de ahí,
-- ¿Por qué no se va? – se preguntaba ella, por más que su cabeza intentaba comprender lo que ese hombre quería, nada le daba una respuesta. De pronto recordó la llamada de la noche anterior, el hombre que estaba con ella, recibió una llamada molesto, él debía recibir a alguien en la propiedad, ella miró la tarjeta en sus manos y pudo leer un nombre,
-- Mary Grant – de pronto como su tuviera un rompecabezas sin armar en su mente algunas piezas comenzaba a colocarse solas en él, y Adaia se preguntaba si esa mujer a la que encontró en el camino podría ser aquella a la que el misterioso chofer debía recibir el día anterior para su jefe, la misma que ella debía reemplazar ese día.
Algo dentro de ella le decía que podría ser así, ¿Quién más iba a ser? Comenzó a preguntarse Adaia, ella misma había caminado por ese lugar sin encontrarse con un alma, y de pronto esos autos pasaron por allí, eso no podía ser una simple coincidencia.
-- ¡carajo! – susurro, y él hombre volteo a mirarla, Adaia se asusto al ver su rostro serio, parecía que no se iba a mover de su lado hasta verla montada en ese autobús,
-- ¿Le ocurre algo señorita? – le pregunta y ella niega, pero luego asiente,
-- Debo ir al baño señor – le dice y se levanta, no lleva nada además de su bolso y no piensa dárselo a él, es todo el dinero que tiene, pero la tarjeta de esa mujer, no le importa para nada, no tenía pensado utilizarla nunca, si ese hombre la uso fue porque quiso, o ¿por qué esas eran sus órdenes? Pensó ella.
Adaia se levantó y comenzó a caminar en busca de un baño de damas, se dio cuenta que el hombre no la siguió, sin embargo, no dejaba de observarla con la mirada, cuando encontró uno, ella ingreso en él, se miró en el espejo y pudo notar las marcas de moretones que tenía en el cuerpo debido a la actividad nocturna, fue algo que no esperaba ver, y se arrepintió por ello.
-- Esa mujer debe pensar que estuve con su hombre – susurro ella, y ahora se arrepentía de haber aceptado su ayuda, ha oído de todo lo que pasa en la ciudad, esas tipas con dinero no se quedan tranquilas si creen que sus parejas están en peligro, Adaia mira su bolso y piensa un segundo, en como escapar. De pronto una joven mujer ingresa al baño también, vestía un conjunto modesto, algo sucio la verdad. Ella la miro y pensó rápido,
-- ¿Le gustaría hacerme un favor? – le pregunta desesperada, la joven la mira y observa el hermoso traje que llevaba Adaia, y nota las marcas en la parte alta de su cuerpo,
-- ¿Qué quiere de mí? – le pregunta algo molesta e irritada, piensa que Adaia es una muchachita adinerada lista para aprovecharse de ella,
-- Solo quiero su vestido, es decir, si usted quiere viajar a la ciudad sur, yo puedo regalarle mi pasaje. Incluso le regalo esta tarjeta, puede usarla si desea, tiene mucho dinero en ella, solo necesito que aborde este autobús, y no se lo diga a nadie. Un hombre afuera la seguirá hasta que lo haga, luego usted será libre de hacer lo que quiera, ¡por favor ayúdeme! – le dice y la joven piensa que es una broma, claro que era una posibilidad única, ella sin dinero queriendo salir de ese pueblito horrible, no podía creer que todo lo que Adaia le decía era verdad, sin embargo, también eran ciertas las historias de las niñas de familias que querían huir de los compromisos en los que sus padres las metían sin que ellas quisieran.
La joven todavía dudosa se asoma por la puerta y observa al hombre que menciono Adaia, efectivamente él estaba bien vestido y de vez en cuando miraba el reloj y la puerta del baño, así que la muchacha regresa y mira a Adaia con desconfianza,
-- ¿Por qué debería aceptar? – le pregunta, y Adaia la mira en silencio. Ella levanta los hombros y comienza a caminar hacia la salida,
-- ¿Y por qué no? – le responde antes de llegar a la puerta, en ese momento la joven la mira y la detiene,
-- ¡Espera! – le dice, y unos minutos más tarde con unos lentes oscuros cubriendo sus ojos, y un pañuelo ocultando su cabello la joven sale del baño y se dirige al bus con destino a la ciudad sur, vestida con la ropa y los zapatos que Adaia había vestido hasta ese momento. La única diferencia entre ellas era la bolsa, un pequeño detalle que el hombre de Mary Grant nunca se percató…
Adaia permaneció en el baño de damas por mucho tiempo, ella no salió hasta que estuvo segura de que el bus al sur había partido y los hombres que la llevaron a la estación ya no estaban ahí, luego tomo un bus con destino a la ciudad del este.
Alejandro llegó a la residencia de los Berinson pensando encontrar a su novia allí, pero solo encontró a una Mary Grant altiva y llena de rencor, quien se burlo de él y terminó echándolo como la basura que es, además de escuchar que era el novio de la mujercita que pasó la noche con su prometido, y que según él pensaba ella se había ido con el chofer de la familia Berinson, es decir con el señor Abimael, quien solo observaba la escena con el rostro enrojecido por la vergüenza y sin decir media palabra.
-- Esto no se quedará así, toda la ciudad sabrá la clase de personas que contratan en esta familia – gritaba Alejandro, mientras intentaba señalar a todos los empleados presentes, sin embargo, todos los que estaban ahí eran demasiados viejos como para imaginar a la hermosa Adaia con alguno de ellos,
-- Si no se retira en este momento, no me quedará más que llamar a las autoridades señor, y usted terminará en prisión por invasión a la propiedad privada – le dice Mary, aunque no le convenía hacerlo, pues quería guardar a Alejandro como una pieza clave, saber donde se encuentra y que hace esa mujercita por su tarjeta de crédito fue una gran idea, y ahora saber que este hombre la estaba buscando podría beneficiarle a la larga, para ella lo más importante ahora era que su prometido nunca encuentre a la tal Adaia, como la llamó Alejandro a gritos cuando bajo del auto.
Sir Artur recorrió a toda velocidad en su auto el camino opuesto, pero nunca encontró a la mujer, sus ánimos y su preocupación se hacían cada vez más pesados y grandes mientras el tiempo transcurría, no podía imaginarse que algo malo le hubiera pasado en el camino, pero todo parecía ser así.
Su teléfono comenzó a sonar, debía volver para estar a tiempo en la presentación de su prometida, estaba el tema de su prima Ana pendiente, debía aclarar de una vez por todas la situación con ella, y dejarle claro que no habría ninguna posibilidad, y si tenia que utilizar a la señorita Grant para ello debía hacerlo.
Así que dio media vuelta y decidió volver, pero en su mente no olvido el rostro de la jovencita con la que paso la noche anterior, nunca podría olvidarla, pues debía cumplir con ella, como el caballero que es.
Adaia llego a la ciudad del este, una hermosa ciudad costera donde encontró un pequeño apartamento cerca al mar, un lugar tranquilo donde los turistas iban y venían, y donde los locales apenas notaban su presencia el lugar ideal para mantenerse oculta por un tiempo, mientras pensaba que hacer…