Capitulo 4

3056 Words
Matías. —Deja ya esa cara de amargado que cargas. —bufo negando donde no dormí bien para nada—. ¿Qué te pasa?. —No he podido dormir, me cuesta. —Dejar el servicio pasa factura los primeros días. —camino a mi oficina en donde hace menos de una semana que comencé trabajar acá ya que estoy fuera del ejército—. Se extrañan las camas duras y la falta de privacidad. —¿Cómo hiciste para acostumbrarte?: —¿Qué te dice que lo hice?. —Eso es lo peor que me podrías haber dicho. —me friego la cabeza con fuerza—. Bien, dejemos de hablar de eso. —Si, tenemos una cita ahora, con un tipo podridamente rico, lo manda el Mayor Méndez y quiere que los dos tomemos el trabajo porque dice que son gente importante. —Este día va mejorando puta madre. —miramos la puerta cuando entra una pareja tomados de la mano, el hombre con un pantalón deportivo, remera manga corta mostrando sus tatuajes, el pelo al rape dejando en visto los demás tatuajes en cabeza y cara, y la mujer con pinta de evangélica por la pollera de jean que tiene que le llega por debajo de las rodillas, el pelo largo hasta la cola color rubio, una pareja dispareja diría—. ¿Y esos?. —Ni idea, voy a ver que quieren porque tenemos cita con el tipo rico. —habla con ellos hasta que asiente y los hace pasar a mi oficina, frunzo las cejas sin entender—. Rizzo, llegó la cita que habíamos programado. —así que este tipo es el que está podrido en plata, ni lo aparenta la verdad, me imaginaba a un viejo con cara de superioridad, y primero no me imaginé que vendría con la mujer, y me imaginaba una mujer que no podría caminar por las joyas, pero esta mujer solo lleva el anillo de boda. —Hola, Michel mucho gusto. —me tiende la mano, me paro tendiéndole la mía. —Matías Rizzo, un gusto. —la mujer me sonríe tendiendo la mano—. Un gusto señora. —Marina, un gusto conocerlos. —Tomen asiento por favor, así comenzamos a hablar de negocios. —se sientan en silencio, la mujer es realmente hermosa, siempre me dije que las mujeres hermosas hay que tenerlas lejos, utilizan su belleza para hacer que hagas lo que ellas quieren que hagas—. Y díganme, Oscar me dijo que necesitaban una cita con urgencia. —Si, el día de ayer a mi hija la agredieron en pleno centro de la ciudad, creemos que fue un intento de secuestro, por ese motivo necesito un hombre de seguridad con ella, tenemos seguridad personal pero ella con mis dos hijos mayores no lo tienen ya que no querían, pero ahora ya no tienen derecho a negarse. —Bien, ¿usted es el de las empresas Weishler verdad?. —Así es, y mi familia es muy conocida, necesito a los mejores hombres que posea, necesito por el momento a dos, mi hijo no quiere pero debo hablarlo con él en privado, pero mis dos hijas accedieron a tener custodia. —Entiendo, —cuando Federico me mira entiendo que es un poco peligroso ya que son una familia demasiado conocida en todo el mundo—. Hablemos del dinero antes de avanzar mas. —De eso no se preocupen, lo que me pidan yo pago, si Oscar me dice que tienen los mejores hombres yo lo pago, son mis hijas y quiero que estén seguras así como los hombres que las cuiden, por pagar no quiere decir que no me interesen, por eso quiero hombres capacitados que cuiden de mis hijas y se cuiden ellos. —Bien, con Rizzo vamos a tomar el trabajo, contamos con hombres capacitados pero Oscar me lo pidió, me dijo que eran sus nietas. —así que por eso se propone sino no lo hace, por lo que sé solo con políticos hace trabajos porque pagan bien, y creo que este tipo va a pagar mejor. —Así es, es el esposo de mi mamá. —Bien, dígame la rutina de sus hijas. —Van al colegio, y la mayor a un curso y la otra al gimnasio debes en cuando, por eso quiero que hablen con ellas respecto a los horarios, pero son ochos horas diarias, si por esas casualidades los necesito fuera de hora pago las horas extras a lo que me pidan. —¿Cuándo podemos hablar con sus hijas?. —¿Mañana pueden comenzar?. —Si, mañana comenzamos entonces. —nos pasa una tarjeta a cada uno en donde hay una dirección y teléfono personal. —La dirección de mi casa y mi número personal, quiero que me digan todo lo que hacen sin que ellas lo sepan. —se van tomados de la mano y con cara de tranquilos, miro hacia afuera viendo a tres guardias dispersados, y dos camionetas. —Si que tienen dinero, cuatro hombres tienen para ellos. —Creo que es jodida la cosa. —No es problema para mi, pagan bien. —Espero no sean unas mocosas de lo mas infumable. —concuerdo con él—. Encima Oscar no me dijo nada, solo que querían seguridad para las nenas. —Espero que no me den ganas de ahorcarla a la que me toque. —Deberías ir con la que quisieron secuestrar, yo con la otra. —Bien. Casi no puedo dormir porque no me siento cómodo, se supone que es mi casa, aunque esas palabras son raras para mi, desde mis quince años que no llamo a ningún lado hogar, mi madre siempre me esperaba cuando salía de licencia pero solo unos días, esta semana son mas días sin estar en el ejército de lo que alguna vez tuve licencia. Camino desnudo por el departamento que me compré, no tengo casi ningún mueble, solo una cama matrimonial solo porque soy un hombre con dimensiones grandes, necesito algo grande, después tengo una cocina básica que no utilizo mucho ya que me la pasado trabajando, un sillón enorme y una televisión que ni siquiera he sacado de la caja, me la he pasado trabajando para poder acomodarme a este nuevo estilo de vida que me toca, mi retiro fue inminente, a mis treinta y un años no pude estar más en las fuerzas especiales por orden psicológica después de perder a tres compañeros en combate, me ofrecieron ir a trabajar a la policía y hasta las fuerzas anti disturbio, pero el trabajo que me ofrece Federico es mejor, vamos mano a mano con las ganancias, manejamos a diez hombres hasta ahora, todos retirados y seguro llegan mas, aca yo doy las ordenes nadie me manda, no podría soportar que nadie me diga que hacer, en el ejército yo decía que hacer con mis hombres, y un tipo que no tiene idea de nada mas que de estar sentando en un escritorio llenándose de colesterol no me va a decir que hacer. ..... Maldiciendo el maldito traje que me hace poner Federico manejo hacia la dirección que me dieron, voy pensando en que no voy a ser una maldita niñera, que espero no sea una pendeja del infierno que no quiera volver a verla en la vida, no es como que no tengo trabajo, lo tengo y de sobra, también tengo con que mantenerme pero la necesidad de hacer algo es mayor de lo que podría holgazanear, prefiero mantener mi día a día ocupado a estar engordando mirando tele pero eso no va conmigo. —Buenos días, soy Rizzo Matías, —le tiendo la tarjeta que el padre de la mocosa me dio a los de seguridad de la entrada. —Si, adelante lo están esperando. —Bien gracias. —avanzo mirando este lugar, un camino de piedra lleno de árboles enormes a los lados, césped por todos lados con flores y rosas, a medida que avanzo veo un galpón a un lado, salen cientos de perros que no pueden avanzar por las rejas que tienen que impide que se muevan por donde quieran, pero cuando veo la casa me doy cuenta de lo inmensa que es—. Carajo, esta gente esta podrida en plata. —bajo de la camioneta moviendo la corbata con fuerza, Federico me esta esperando. —Vas a romper la corbata. —Me incómoda carajo. —negando vamos hacia la casa en donde la mujer abre la puerta. —Buenos días, pasen por favor. —entro mirando todo, pisos blancos de mármol, unos sillones enormes color gris y una tele que parece una pared, fotos colgadas por todos lados que no les presto atención solo a la grande que es del día en que se casaron y lo que me deja sorprendido, juguetes por todos lados—. Tomen asiento, voy por las chicas. —Si. —sube las inmensas escaleras con calma, con Federico nos miramos con las cejas alzadas—. ¿Jodeme que son unas nenas? Creí que al menos pre adolescentes por lo que dijo de gimnasia. —Creía lo mismo. —quedamos de pie esperando, la mujer baja con una nena en brazos que la envuelve con todas sus fuerzas como si temiera que la dejara en el suelo. —Ya bajan pero déjenme mostrarle la casa, —se acerca con la nena que nos mira dudosa, tiene algo en la boca que lo chupa con fuerza y los pelos todos desordenados, unos ojos enormes turquesa y su pelo mas rubio imposible—. Esta en mi hermosa nieta Keziah, di hola Kezi. —Hoa, —se saca eso de la boca sonriendo con una sonrisa casi desdentada—. A sho soy Kezi. —Hola preciosa, soy Fede y este Matías. —Hoa. —Síganme por favor. —camina hacia no tengo idea. —¿Dijo nieta? ¿Esa mujer ya es abuela?. —Estoy igual que tu de asombrado, no puedo creerlo. —vamos a una habitación donde hay una mesa con ocho sillas, unos sillones, una tele, cocina y una heladera enorme. —Este es el lugar de los de seguridad, por lo menos ustedes, los de la caseta tienen sus cosas ahí adelante, acá pueden descansar, hay dos habitaciones con dos camas cada una, hay baño, toallas, comida, entretenimiento, las cosas de la heladera son para todos, no deben traer nada, acá les proporcionamos las comidas, no contamos con ayuda en la limpieza así que lo que utilicen deben lavarlo de inmediato, también todos los días vienen a dejar la comida, se hace una lista a la semana con las personas que traen la comida, si siguen algún tipo de dieta se la deben dar a Anahi para que ella anote sus alimentos. —Disculpe, ¿Quién es Anahi?. —La jefa de seguridad, pero como les dijo mi esposo ayer, ustedes son a parte de los demás, no responden con Anahi sino con mi esposo directamente. —Bien. —volvemos al living en donde ya debería comenzar el día creo yo. —VAMOS CHICAS QUE VAN A LLEGAR TARDE. —YA BAJAMOS MAMAAAA. —suspiro cerrando los ojos esperando lo peor, miro las escaleras como bajan dos chicas hablando entre ellas, una mas rubia que la otra, miro a Fede que las mira con los ojos gigantes, separa las piernas como que se le esta olvidando a que vinimos, le doy un golpe con mi codo pero no reacciona, la que tiene una mini pollera habla primero—. Soy Jemima la casi secuestrada y culpable de que estén acá, ¿Quién de ustedes es el mío?. —sonríe de lado mirándonos, —Soy Matías, voy a ser su custodio señorita. —le tiendo la mano que me la toma de inmediato. —Jemima mucho gusto. —El gusto es mío señorita. —le da un beso a su mamá y uno a la nena. —Como a las once estoy acá. —Bien, mándame mensaje. —Si, te amo mi amor hermosa, pórtate bien. —Si, a polto ien. —miro a Federico que no deja de mirar a la chica que se pone un poco incómoda de tanta miradera que le da, no creí que sea de esos que se encandila por una muchachita linda. —Deja de verla de esa manera que le estas dando miedo, debe confiar en ti no que te tome como un degenerado. —Si. ***** Jemima. —¿Vamos en mi auto?. —Puedo seguirla con mi auto. —¿Y gastar combustible al pedo cuando podemos ir en un solo vehículo?. —desde los cinco minutos que voy conociéndolo se tocó como quince veces la corbata—. Puedes sacarte la corbata, no hace falta tanta formalidad. —camino al garaje a buscar un auto, el mío esta en reparación por lo que pasó. —Woouu. —sonrío por como mira todos los autos. —Son de mi papá, pero podemos utilizar el que queramos, el mío esta en el taller. —miro viendo cual usar, quiero algo tranquilo pero no sé cual—. Bien, vamos en este. —le tiendo la llave que no agarra—. ¿Sabes manejar? Me dijiste que utilizabas tu auto. —Tu maneja. —Creí que lo ibas a hacer tu. —meto la mochila en los asientos traseros. —Prefiero que lo hagas así voy conociendo los lugares que frecuentas y como manejas. —dentro del auto nos miramos fijo—. ¿Tienes licencia no?. —Noooo, —muevo la cabeza como si estuviera loco por lo que dice. —¿Cómo que no?. —No, sé manejar y ya, total la policía no para los autos de alta gama. —¿Y por qué no haces la licencia?. —se saca el cinturón y yo salgo del garaje enseguida antes de que baje—. Espera, déjame conducir entonces, no quiero riegos. —Tengo licencia hombre, deja ya el miedo. —saludo a los de la entrada y ahí subo a la ruta —Muéstrame la licencia, no te creo nada. —En mi mochila esta, fíjate en el bolsillo de afuera, esta mi billetera, ahí dentro está. —hace lo que le digo sacando el carnet, lo lee con detenimiento—. ¿Y? ¿Soy o no soy?. —Si, eres tu. —Ahí tienes miedoso, a la primera me dieron la licencia. —Pues hoy estas a prueba, si considero que no estoy seguro contigo al volante no manejas mas. —Aaaaggggg que malo, manejo desde hace tres años y nunca choque ni me chocaron. —¿Tu eres a la que agredieron?. —se me borra la sonrisa de inmediato porque estos dos días no he dormido casi nada. —Si, y gracias a todo lo que mi papá me traumo pude esquivarlos y llegar a salvo a mi casa. Ya no me pregunta nada, voy al colegio en donde me muero de vergüenza cuando entra conmigo pero queda fuera de la sala esperando, y aunque no creo que en algún momento me sienta comoda teniendo a un hombre detrás mío que mide como dos metros, que debe pesar unos ciento cincuenta kilos de puro musculo, y dentro de todo apuesto, pero lo necesito, necesito que alguien este conmigo por si pasa algo parecido de nuevo, mas que nada cuando deba traer a Kezi conmigo, porque no puedo dejarla a diario con mis papás, los días de practicas no puedo traerla, no puedo estar tomando la presión y mi hija cargada en mis caderas, es imposible. Salgo de la clase apurada, camino a la salida diciéndome que quiero llegar rápido para ver a mi hija que anoche de nuevo no durmió bien y quiero tenerla, sé que mis papás me la cuidan de maravilla pero es mia, mi hija y al fin de cuentas quiere solo mis brazos que con alegría se los ofrezco apretándola como a mi me apretaban cuando tenia miedo, y aun lo hacen porque hay muchas cosas que me aterran con mas fuerza desde que fui madre. —SEÑORITA ESPERE. —me giro recordando que no vine sola— ¿Pasa algo que salió corriendo?. —mira hacia todos lados como buscando algo—. ¿Alguien la agredió?. —No no, tranquilo. —¿Y por qué salió tan apurada?. —Es que olvidé que venias conmigo y salí corriendo como cada día para volver a mi casa. —comienzo a caminar pero viene detrás mío poniéndome incómoda, de camino a la casa no soporto la incomodidad—. Y bien Matías, ¿Qué edad tienes?. —Treinta y uno. —¿Tienes esposa?. —No. —¿Hijos?. —No. —¿Te molestan mis preguntas?: —No. —Dejo de preguntar tranquilo. —pongo música así no se hace tan denso, llegamos a la casa en donde mi hija sale corriendo a recibirme con mi papá vigilándola—. MI AMOOOOOORRRRR. —la aprieto llenándola de besos en el cuello haciéndola reir—. Mi vida que te extrañé con locura amor mío. —A amo mami. —Yo te amo mas mi princesa. —miro a Matías con una sonrisa—. Hoy en la mañana no te presenté a mi hija, ella es Keziah mi hermosa princesa. —Hoa. —Hola preciosa, hoy en la mañana nos vimos. —Zi, a ije hoa. —sonríe solo un poco y vuelve a poner la cara seria. —Amor, entra que ya esta la comida, estábamos esperándote. —me da un beso en la cabeza—. Hablo con Matias un momento. —Si, —lo miro a mi custodio sonriendo—. Me gustaría que no vengas con traje, que uses ropa mas normal ya que quería salir a correr pero así no puedes. —Mañana vengo con ropa comoda. —Bien, no mas traje a no ser que sea en un evento, papi, ¿llevas el auto al garaje?. —Si, yo lo llevo no te preocupes. —entro aun dándole besos a mi hija. —¿Qué hizo de comer la abu?. —A poyito, Mmmm iko. —Mmmm que rico, nos vamos a comer todo. —Siiii. . .
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