Capitulo 5

3227 Words
Jemima. —¿Qué vas a cocinar?. —me toca la cocina como cada miércoles por la noche, mi mamá cocina al mediodía todos los días menos los domingos, y en las noches nos dividimos con mis hermanos por orden de nacimiento, mi papá el sábado en la noche o los domingos al mediodía, después es comida comprada. —Kezi quiere sopita. —mi hija a mi lado parada en una escalera que le hizo mi papá así llega a todos lados hace el intento de lavar las verduras que voy dejando en una fuente con agua, pasa las manitos desesperada dándome risa pero hace el intento de lavarlas. —¿Le vas a poner choclo?. —Si, me lo estaba olvidando, tráelos. —se para al lado de mi hija que sigue haciendo nada aunque ella cree que si. —Yo te ayudo amor. —Tio Adi a no queo. —nos miramos con Adiel divertidos. —¿Qué no quieres? ¿Mi ayuda?. —Zi, a no queo. —¡Pero que mala!. —Deja que el tío te ayude hija, así lo hacemos mas rápido. —Sta ien. —pongo en la olla la carne molida así va soltando el sabor, las tediosas clases de cocina que nos hacían tomar sirvieron para algo. —¿Hija me pasas un caldito por favor?. —Adi la ayuda a llegar donde están, saca uno con toda su calma, lo pela y ahí me lo trae. —¿A podo poel?. —Si. —Adiel la alza acercándola a la olla con mucho cuidado—. Rómpelo con los deditos y ahí ponlo. —lo hace mirando bien lo que hace—. Vamos a picar las verduras ahora. —dejo todo en la olla así se cocina y subo a preparar la ropa de Kezi para darle un baño después de la comida. —Jemi, después quiero hablar contigo. —me giro viendo a Sefo en la puerta de mi habitación. —Si, avísame y hablamos. —Bien, —se va dejándome dudando porque estaba rara, una vez que esta la comida sirvo los platos. —Llegue, espérenme no me dejen afuera che. —Elias entra riendo donde Kezi se cruza de brazos—. ¿Por qué esa cara amor?. —A no pulas. —Entonces como estás tan apurada para comer pides la bendición. —lo mira a mi papá con los ojos gigantes y después a mi que le alzo los hombros—. Ya es hora de que comiences a dar la bendición, vamos, da la bendición así comemos. —Tu puedes Kezi. —Vamos hija, cerramos los ojitos así no te vemos. —me siento a su lado para controlar la comida, le asiento dándole ánimos, junta las manitos cerrando los ojos con fuerza. —Glacias ios a pomiita, a amo montón amen. —Amen. —levanta las manitos con los ojos cerrados. —Goa a ios. —Gloria a Dios. —decimos todos a la vez. —Lo hiciste de maravilla amor, viste que si puedes. —Eres una genio Kezi. Con los ánimos renovamos comemos de mi sopa, siempre le decimos que ella puede y que lo que no puede hacer lo debe practicar, aunque le cuesta un poco hablar porque a penas y tiene dos años, se hace entender de maravilla donde somos todos grandes ella cree que es grande también, entonces hay cosas que creí que iban a costar como a Arlo que sus tíos son casi de la misma edad que ella, porque mi tío Julián tiene su hija de cinco años cuando Arlo tiene a penas tres, y los papás de Ankatu lo mismo, por eso digo yo que puede ser que le cueste más que a Keziah donde nosotros somos todos grandes, Bena que tiene quince, y aunque por ahí se pone a la par de Kezi haciendo que mi papá se saque de sus casillas y le dé unos golpes, pero después nada mas, la cuida y la corrige como se debe. A la noche miramos una peli cristiana que mi mamá encontró, miramos de todo pero por lo general mucha acción porque son cuatro hombre que les gustan los autos y las armas, pero esta vez mi mamá ganó. —Mami echita. —Ya te hago. —voy a la cocina a hacerle la leche, se la doy la meme que la lleva colgada donde la muerde porque tiene su muñeco en brazos y en pijama donde la bañé así se acuesta relajada. —Papi agaa a mi. —Si mi princesa. —mi papá la alza acomodándola encima de él en donde se prepara para dormir—. ¿Ya te rindes mi amor?. —Zi, a cansaita. —Esta bien, duerme princesa. —Sefo me señala que vayamos afuera, está desesperada. —Vamos afuera con Jemi un rato. —Pucha, ¿no pueden esperar a que la película termine?. —No tardamos mami, es urgente lo que debo decirle. —Esta bien. —salimos las dos solas al patio, la sigo que va donde los perros que están al frente de la propiedad. —Vamos a darles de comer a los perros. —como los perros corrían por todos lados y varios escapaban por el frente queriendo atacar a las personas que pasaban, mi papá hizo todo un cerco en donde es que pueden moverse que igualmente es enorme el espacio, igual tenemos dos cercos porque son muchos, y casi a diario encontramos mas, tenemos a los mas jóvenes en la parte del fondo del terreno y los mas viejos o lastimados adelante. —Pero cálmense por favor. —saltan como locos fregándose en nuestras piernas—. Y bien Sefo, no me pediste salir solo para darles de comer. —No, no fue por eso. —¿Entonces?. —nunca la había visto asi de nerviosa, le tiemblan las manos mientras sirve comida en las fuentes—. Sefo habla conmigo. —Hoy me pasó algo muy extraño, algo que no me deja tranquila y sé que no me va a dejar dormir y que estuvo más que mal. —frunzo las cejas sin entender lo que dice—. Estoy de novia con Jonás hace casi tres años en el cual no hemos pasado de los besos. —abro gigante los ojos porque creí que ya tenían relaciones íntimas hace tiempo—. Y hoy me pasó que... —¿Hablas del de seguridad verdad?. —Si, —el corazón me late con fuerza, comienza a llorar mirando a la nada—. Nos dimos un beso. —¡Por Dios Santo!. —me tapo la boca gimiendo—. Es un hombre grande Sefo, debe tener mas de treinta. —No me importa la edad Jemi, lo que me importa es lo que me hizo sentir. —se seca las lágrimas con una sonrisa, pasa la mano por sus labios aunque creo que no se da cuenta que lo hace dónde recuerda lo que sucedió—. Me hizo sentir mujer... me hizo sentir deseada... como que estaba desesperado por mi y con Jonás nunca sentí nada por el estilo. —se sienta en el suelo como si su vida se hubiera desmoronado frente a sus ojos y no sabe como levantar las ruinas—. No sé qué hacer. —¿Hacer con qué?. —me siento frente a ella así puedo verla a la cara. —No puedo hacerle esto a Jonás, debo decirle la verdad. —Fue un beso Sefo no exageres, —me mira de inmediato—. Espera a mañana al verlo, ve como reaccionas con ese hombre y después toma una decisión, porque por el solo hecho de que te dió un beso no quiere decir que va a casarse contigo. —Eso lo sé, pero me refiero a que no puedo hacerle eso a Jonás de no sentir nada por él. —me tapo la boca donde no creí que llegara a esto—. Ya venia hace tiempo con la duda de que no siento nada y hoy lo confirme, hoy... Estuve a nada de tener relaciones con Federico olvidando por completo que tengo novio, que estoy comprometida y que planeamos la boda para el otro año. —Entonces toma ya la decisión, por mas que no lo quieras no merece que le hagas esto, y que te lo hagas tu principalmente, casándote con un hombre al cual no sientes nada, seria una vida condenada a ser infeliz Sefora. —No sé que hacer. —llora con fuerza tapándose la cara, me inclino abrazándola—. Me duele mucho lastimarlo. —Sefo vamos hermana, hace tres años que están y no tuvieron intimidad, ¿Qué hombre espera tanto?. —me mira dudando—. Siempre te lo dijimos, ve por ese lado, ve por el lado de encontrarle una infidelidad entonces. —¿De verdad creen que me engaña?. —Yo si, ni le digas a los chicos porque ellos aun mas lo van a afirmar, pero podemos hacer que lo sigan y lo encuentren con algo. —Es buena idea, así no paso por el proceso de explicarle que no lo quiero. —Bien, plan en marcha entonces, —choco mis manos asintiendo feliz—. Así buscas de verdad el amor, y no hace falta amor, creo que pasión, si ese hombre te desea pues entrégate mujer, disfruta la juventud y después buscas uno con el cual casarte. —¿Así me pasa lo que a ti?. —le doy un golpe parándome. —Estaba borracha, no cuenta. —JEMIMAAAAAA, LA NENA TE LLAMA. —VOOOYYY. —apunto hacia la casa riendo—. Ahí esta el fruto de mi calentura. —No seas tonta. —caminamos a la casa en silencio—. ¿Puedes comenzar a buscar alguna cosa para saber si Jonás me engaña?. —Bien, si puedo hablo con Elias así me ayuda. —Con Eli hablo yo o después se me enoja por no decirle las cosas directamente. —Bien. —entro corriendo cuando oigo a mi hija llorar—. Keziah hija, ¿Qué pasa amor?. —A homle malo a pum y a mi a me a meio. —la abrazo con fuerza sintiendo su cuerpito temblar—. A meio mami. —Esta bien, calma ya estamos a salvo, estamos en la casa con los abuelos y los tíos. —asiente pero aún así me abraza con todas sus fuerzas, los miro a todos que están a la espera de no saber que hacer pero si les pido algo ya están listos—. Vamos a dormir juntitas y nada malo va a pasar. ***** Matías. De camino a buscar a la jovencita de la que cuido voy pensando en lo que llevo en el bolso, menos mal que el padre de las mujeres nos dijo que nos vistamos de forma casual y comoda por si debíamos tener una pelea lo hagamos con libertad, nos habíamos puesto traje porque es el protocolo de nuestra agencia, pero esta vez vengo con pantalones vaqueros, remera de algodón y una mochila con ropa de deporte porque Jemima me dijo que quería salir a correr, todos los días a la mañana salgo a correr, este día no lo hice para poder salir con ella, y también traigo algo de trabajo por si tengo tiempo de hacerlo o si no puedo a la salida me voy directo a la oficina a terminar. —Buenos días. —bajo el vidrio así los de seguridad ven mi cara, les muestro la tarjeta de identidad que nos dio Michel ya que son turnos que rotan y no siempre están los mismos. —Pase. —Gracias. —veo la camioneta de Federico ya en el lugar donde nos dijeron que dejemos nuestros vehículos—. Nos dijeron que con ropa comoda. —No puedo, me es mas fácil venir con traje y así saber mi lugar. —lo miro frunciendo las cejas, caminamos a donde debemos esperar a las que nos necesiten. —Vi como mirabas a esa jovencita, ¿no es demasiado joven Federico?. —sacude los hombros sin decir nada—. Bien, no digo nada mas, es problema tuyo. —entramos a la casa viendo a dos hombres y dos mujeres—. Buenos días, —les doy la mano a cada uno—. Soy Matías. —Luciano. —Marcelo. —Lucia. —Anahi. —la miro recordando su nombre. —Tu eres la encargada de la seguridad. —Si, pero de los demás no de ustedes. —se sienta con su taza al lado de Luciano, ya saqué conclusiones, son dos parejas que trabajan juntos y pareja en la intimidad—. Desayunen, comienzan demasiado temprano en esta casa. —Ayer fue nuestro primer día y si, comienzan temprano. —me hago un café cargado y Federico no toma nada. —Buenas, —entra un muchacho, un jovencito, de la edad que tenía mas o menos cuando me fui al ejército—. Soy Benaias, el heredero. —El bocaza eres tú. —se ríen mientras nos da la mano. —No mientas Lucia, mira que te conozco. —¿Tu a mi? Mira pendejo, yo ya estaba trabajando en esta casa cuando a ti te hicieron, no me busques. —¿Hace tanto?. —No tanto, este bocón. —se van dos de ellos, si no estoy mal Lucia con Marcelo con el muchacho de nombre raro. —Ese es el menor de los hijos de los jefes, es un adolescente que le gusta que lo molesten. —¿Hace mucho trabajan en esta casa?. —Si, nosotros hace unos diecisiete años, cuando me recibí de policía me hirieron, Oscar fue mi instructor en la academia y me ofreció este trabajo, desde ahí es que estoy acá con ellos y espero jubilarme en esta casa. —Yo espero lo mismo, es el mejor trabajo que he tenido, los pendejos son un poco insoportables pero... —¿Qué dijiste infeliz?. —la jovencita de Federico aparece dejándolo de piedra, le da unos golpes al tal Luciano haciendo que mi amigo se ponga nervioso, le doy un golpe porque en cualquier momento se para cometiendo una locura—. Ya te dije que pendejos no somos. —¿Insoportables si?. —la chica nos mira dejando de reír. —Federico ya estoy lista. —Si señorita, andando entonces. —se van dejando un silencio enorme y mas que incómodo. —Voy a decir dos cosas. —miro a Anahi, es una mujer que aparenta ser delicada, una belleza deslumbrante pero es solo una fachada, por algo es la jefa de seguridad—. Sefora tiene veinte años y Jemima diecinueve, segundo, no confundas a los Weishler, que tengan seguridad no quiere decir que sean cobardes, los he visto hacer cosas que nosotros mismos dudaríamos en hacer. —No sé que quieres decir. —Quiero decir que solo hagan sus trabajos, el padre de las chicas se llega a dar cuenta que tu amigo en solo dos días ve con diferentes ojos a su nena, son hombres muertos, —los dos se paran acomodando la mesa—. Eso es lo que quise decir. —se van dejándome solo, estúpido Federico, pero tienen razón, en dos días mira diferente a solo una jovencita de veinte años. —Matías ya estamos listas. —esta con su hija en brazos que tiene una mochila en sus espaldas. —Hoa. —Hola preciosa. —salimos de la casa camino al garaje. —¿Manejas tu por favor?. —Esta bien. —espero a que la acomode en la silla, eligió un auto que tiene la silla de la nena ya acomodada, se sube atrás junto a su hija—. ¿Directo al colegio?. —Si, hoy tengo dos horas no mas. —por el espejo veo que esta dándole algo a la nena. —Etee noooo. —¿Entonces cuál?. —NOOOOOO. —patalea moviendo los brazos con fuerza. —Ya Keziah. —la nena deja de gritar de inmediato—. No grites que si gritas no te doy nada, se habla no hay que gritar. —le muestra dos cajitas—. ¿Cuál quieres? Y me lo dices bien y que te entienda. —Ete. —Era fácil decirlo, quiero ese mamá y listo, no hacia falta tanto drama. Creo que hoy no esta de buenas como lo estaba ayer, aunque la miro y me digo que debe ser duro ser madre adolescente, si no estoy mal en mis cuentas mas o menos la tuvo a los diecisiete años, se le fue la juventud al tenerla, ella debe decir que no pero creo que lo siente, tiene una cara de cansada tremenda, unas ojeras inmensas en su piel pálida y la nena con unas mañas que mejor intento pensar en otra cosa ya que lo que les suceda no es de mi importancia, mas que la seguridad fuera de la casa. Sentado afuera de la sala mantengo mi mente centrada en la puerta de la sala de clases y todos los que pasan, y en mi celular respondiendo un par de cosas de los hombres que se nos quieren unir para trabajar con nosotros, también estamos armando un grupo pequeño de expertos en tecnología para trabajar en espionaje y en seguridad a través de cámaras y micrófonos, la gente que nos contrata son pesados, pesados en dinero y la mayoría estafadores que jodieron a muchas personas para llegar a donde están, creo que esta jovencita que estoy cuidando son los únicos a los que llegaron donde están por trabajo no por los demás. —Ya terminé. —me paro de inmediato asintiendo, miro sus brazos que están cargados de cosas. —¿La ayudo con alguna cosa?. —¿Me a gaa upita? Pol faol. —la miro con los ojos gigantes porque en mi vida agarré a un niño, la miro a ella que me sonríe. —Toma, me ayudarías si llevas mi mochila, yo la llevo. —Si, —la alza en brazos, caminamos hacia afuera en donde la nena no deja de mirarme con las cejas fruncidas—. ¿Por qué me mira de esa manera?. —Esta enojada porque no quisiste alzarla en brazos. —¿Qué edad tiene?. —Dos y diez meses. —¿Y ya mira de esa manera?. —se rie asintiendo, pero ya me da miedo la mirada de la nena, como que cuando pueda me va a hacer una travesura. —¿Quieres alzarla así te deja de mirar de esa manera?. —No gracias. —No desconfío de ti si crees eso. —No lo creía, ni siquiera pensaba en nada de eso, sino que nunca agarré a un niño en brazos, no tengo idea de como se hace. —¿De verdad lo dices?. —De verdad. —abro la puerta del auto así suben. —Bien, no me esperaba semejante cosa. —¿Y eso?. —Porque creo que no conozco a nadie que no halla alzado a un niño en su vida, es la primera vez que lo oigo. —Soy un caso especial. —Lo veo. . .
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