Las puertas se abrieron de golpe, Sara se puso de pie de inmediato al ver como Santiago entraba sin su permiso. Su asistente intentó detenerlo, pero fue en vano, cuando se dio cuenta, él ya estaba pateando la puerta y entrado a la fuerza.
- Déjalo, Emily. – dijo Sara en cuanto lo vio.
- Mil disculpas, señora Smith. – habló ella con mucha pena y se retiró.
Santiago caminó donde ella, frunciendo el ceño le dijo.
- ¿A qué has vuelto Sara? Me gustaba más cuando estabas muerta. Yo mismo fui al entierro y te di una digna sepultura cuando no lo merecías.
Sara estiró sus labios levemente, vio algo de miedo en los ojos de Santiago. Con su mano invitó a que tomara asiento y le dijo, mientras ella lo hacía.
- Sara Smith, para ti soy Sara Smith Reyes. – llevó sus manos al mentón y volvió a decir. – No sé a quién enterraste en mi nombre, pero te aseguro que no era yo. – movió su silla para ambos lados y dijo. – hace cinco años me quitaron mi fortuna y ahora estoy aquí para recuperarla.
- ¿Recuperarla? Intentaste acabar conmigo sin importar que era tu marido. Además, después de todo lo que sucedió, tus acciones decayeron y tuve que levantarlas de nuevo con sudor y sangre, y por lo que veo, te ha ido bien en todo este tiempo que se te creyó muerta. – Santiago sonrió con descaro. – tiene más dinero del que tenías antes y ahora representas al señor Smith ¿Te entregaste a él para que te diera toda su fortuna? ¿Qué le diste a cambio? ¿Tu cuerpo?
Sara no aguantó tanto descaro de su parte, se puso de pie y le lanzó una cachetada.
- Nunca más vuelvas a difamarme de esa manera. – dijo ella con mucho coraje. – eres el menos indicado para hacerlo, no tienes ni la menor idea por todo lo que pasé por culpa de tu padre.
Santiago volvió a sonreír, la tomó de los brazos con fuerza, la miró a los ojos y le dijo.
- No puedo creer que sigas culpando a mi padre por tus malas decisiones. Una zorra como tú, jamás sufrirá de hambre, siempre va a buscar por donde comer.
Sara se soltó de su agarre, se llenó de coraje una vez más y le dio otra cachetada para después decirle.
- La Sara que antes conociste a muerto, Santiago. La que ves ahora ya no es tonta, la que ves ahora te va a hacer sufrir y te vas a arrepentirte por todo lo que me hicieron, no descansaré hasta recuperar lo que es mío.
Santiago acarició su mejilla donde Sara lo había golpeado. La tomó de los brazos nuevamente, la arrimó en la pared y escupió.
- No tienes fortuna, Sara, ya no tienes derecho a ella, moriste hace cinco años, tu cuerpo está bajo tierra sirviendo como alimento para los gusanos.
- Qué crees Santiago, sigo viva y sigo siendo tu esposa, y si quieres el divorcio para volverte a casar, me devolverás todas las acciones de mi familia, incluyendo las propiedades. No hay divorcio, si no están de regreso las acciones de mis padres. – alzó su rodilla y le dio un golpe en la ingle para que la soltara, haciendo que Santiago se retorciera en el suelo del dolor recibido. – Ahora vete, tengo asuntos que atender y entre ellos al señor Smith.
Santiago se levantó como pudo del suelo, no dijo más palabras y se fue sin mirar atrás. Sara no podía creer que al fin pudo enfrentarlo, tantos años preparándose para que la vea valieron la pena. Frustrada tomó asiento y su mente lo llevó aquel accidente en el camión.
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“Mientras viajaba por las amplias calles y los verdes campos, Sara decidió entrar en el baño, necesitaba ir de urgencia. De repente el camión paró, ella pensó que eran más pasajeros y no le tomó importancia, luego el sonido constante de balas se escuchó un sin número de veces, seguido de ello gritos y más gritos. Sara tapó sus labios para no gritar y se aseguró con bajo llave temiendo por su vida y la de su hijo. Después el camión se detuvo en seco y los gritos y balas cedieron.
Sara salió como pudo de su escondite. Observó a su alrededor y miró a todos los pasajeros bañados en sangre. Ella empezó a temblar por la cruel escena, sus lágrimas salieron nuevamente al ver a las personas que eran mujeres, niñas, niños, ancianos y hasta bebes quienes habían fallecido. Miró a su alrededor para buscar algún sobreviviente, pero todos no respondían, hasta que ella empezó a salir del camión al percatarse de un olor a gasolina. Justo en ese momento un anciano con su voz débil la llamó.
- Ayúdame. – dijo con sus ojos cerrados, aguantando el dolor. La bala había llegado a su abdomen. El hombre no aparenta tener más de 55 años.
Sara de inmediato fue en su ayuda. Como pudo lo sacó con mucho cuidado hasta llevarlo a fuera, a los diez segundos de salir, el camión explotó calcinando a todos en su interior. Ella entre llantos abrazó al hombre para proteger y cuando lo vio, observó que estaba gravemente herido, necesitaba atención urgente. Todos sus documentos y dinero estaban dentro del carro que ahora ardía en llamas, no tenía nada ni comunicación para llamar a una ambulancia. Quizás de lo único que se arrepentía era de haber dejado su celular votado. Se puso de pie cuando vio un carro acercarse por la carretera y fue a pedirle ayuda. Él hombre amablemente ofreció su celular y ella pudo llamar a una ambulancia.
- ¿Cómo sucedió esto? - preguntó el oficial ya en el hospital. Sara le contó a detalle lo sucedió y una vez más lloró. – eres una muchacha con suerte, son los únicos sobrevivientes. – dijo el hombre. – ellos tenían órdenes a matar, espero que el señor corra con la misma suerte tuya y salga de esta. – tocó su hombro y le preguntó. - ¿Como te llamas?
- Sara, Sara Reyes. – respondió ella cambiando por completo su apellido de casada por el de sus padres.
El oficial asentó su mirada, una vez más le dio apoyo y se marchó.
Sara esperaba en la sala de espera, el anciano no era su familiar, pero sentía que tenía que estar con él. Algo le decía que esos hombres no eligieron el camión de gana, algo le decía que Cesar Mars estaba detrás de todo esto. Unas nauseas terribles la hicieron levantarse y correr hasta el baño, una enfermera vio aquello y decidió tocar la puerta.
- ¿Se encuentra bien? – preguntó
- Sólo tengo malestares. – respondió Sara al salir del baño.
La enfermera la vio muy pálida, Sara trató de sonreír, pero sus esfuerzos fueron en vano cuando su cuerpo empezó a caer. La enfermera de inmediato la sostuvo y con algo de ayuda la llevó hasta una de las camillas.
- Tienes dos semanas de embarazo. – dijo la doctora después de revisar los exámenes.
- ¿Él bebe, se encuentra bien? – preguntó de inmediato, Sara.
- Él se encuentra bien, pero la madre necesita estar fuera de tensiones y estrés, por ahora es mi recomendación.
Sara agradeció su buena bondad y acarició su vientre, aquella criatura había sobrevivido a aquel ataque, era un sobreviviente más, pero eso no tenía que saber las autoridades, pues ese día murió Sara Mars y renació otra mujer. Pensativa en la sala, escuchó la voz de un hombre.
- Familiares de Máximo Smith. – preguntó el doctor acercándose a ella.
Sara le dijo que no era nada para él, pero quería verlo. El doctor dudó un poco, pero ella se veía tan preocupada por el hombre que permitió su acceso.
En cuanto entró a la habitación, vio al hombre más estable, le había ganado a la muerte.
- Señor ¿Se encuentra bien? – preguntó Sara.
- Ahora me encuentro mejor. – respondió el hombre. – ¿Me das agua? Tengo mucha sed.
Sara sonrió y tomó el vaso con agua que estaba sobre una mesa, con la ayuda de un popote se lo ofreció y el hombre bebió sediento.
- Gracias. – dijo al terminar. - ¿Qué hacías en ese camión, muchacha? – preguntó curioso.
- Huía de mi pasado. – respondió Sara.
- Creo que todos huíamos de algo y ahora la vida nos dio una segunda oportunidad. – ambos sonrieron con mucho pesar, pero felices por estar vivos.
Durante los próximos días Sara se encargó de la salud del señor Smith, lo visitaba todos los días sin falta, también aprovechaba en conseguir medicinas para ella y su hijo. En todo ese transcurso se dio cuenta que ningún familiar se atrevió a visitarlo, curiosa de ello le preguntó.
- ¿Por qué nadie ha venido a verlo?
- Mi mujer murió hace seis meses, me la quitaron. – empezó a contar el hombre. - No tuvimos hijos porque ella no podía dármelo, era estéril, pero nunca la juzgué, la amé y la sigo amando aun después de la muerte. - Sonrió al recordarla. - ¿Y tu familia? – preguntó curioso.
- No tengo Familia. - Sara le contó su cruel destino, lo que le habían arrebatado y de lo que huía, pero no lo de su bebe.
El hombre vio en ella dolor y mucho, tomando su mano le dijo.
- El destino nos unió por alguna razón, somos dos almas desoladas que en parte buscamos venganza.
Ella sonrió con algo de entusiasmo, aquella persona era muy amable con ella. El día de alta, Sara lo ayudó y lo llevó a su mansión, nunca imaginó que aquel hombre era multimillonario, sus grandes lujos y hermosas propiedades lo decían a gritos. Ya su trabajo de enfermera sin experiencia había terminado, era hora de la despedida.
- No tienes que irte, Sara. – dijo Máximo. – yo ya estoy algo mayor para llevar mis empresas y necesito ayuda con eso.
Sara se había graduado en administración de empresas, claro que podía ayudarlo, pero le parecía un atrevimiento de su parte, no quería que las personas hablaran mal de ella ni mucho menos del hombre.
- Me quedaré con la condición de ganar un sueldo digno como su asistente, señor Máximo. – respondió ella, después le dijo como una confesión. – Tengo que decirle que estoy esperando un hijo y no pienso abandonarlo.
Máximo sonrió, era algo que la enfermera se lo había contado y él se encargaba de que Sara recibiera esas medicinas que con tanta urgencia necesitaba. Tocando su hombro le dijo.
- Lo sé, tu vientre empieza a notarse por más que uses camisas holgadas. – definitivamente él no se había equivocado de la buena bondad de la muchacha, sonrió una vez más y la aceptó.
Con el tiempo, Máximo vio en Sara aquella hija que nunca tuvo y decidió nombrarla como su representante en todas las propiedades Smith. Sara al principio no pudo aceptarlo, era mucho poder.
- ¿Quieres vengarte de lo que te lastimaron? – preguntó Máximo cuando escuchó su negación. - acepta el poder que te doy y se mi hija desde ahora.
Fue así como Sara pasó de ser una Mars a Smith Reyes, quien fue adoptada por Máximo como su única hija y heredera de toda su fortuna”.
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