Defensa de la ciudad

1828 Words
El plan que su padre había ideado para a****r el ejército enemigo aluz, junto con el comandante Nelson, había resultado en una gran victoria, pero a un costo inimaginable, puesto que miles habían perdido la vida en la confrontación belica el ejército estaba diezmado, la mitad de los hombres enemigos de Aluz y sus aliados de Alfgard, habían resultado muertos en combate o heridos de gravedad, pero aún con semejantes pérdidas de recursos, máquinas de asedio y ejército el contingente de el invasor Fäsir Mutamer seguía siendo bastante mayor a comparación del ejército combinado de los reinos del norte y al ser, mucho mayor, tenía reservas de hombres que aún podían presentar un serio desafío para la defensa de la Ciudad de Carianis. A pesar de que, en escencia, el plan fué un éxito de ataque preventivo en cuanto a evitar que los aluces se organizaran en un asedio que podía resultar, devastador para la ciudad, no había logrado el cometido principal de por lo menos anular o vencer la mitad de las fuerzas de la armada aluz, y ahora se enfrentaban ante un escenario de guerra brutal inminente por el control de la ciudad, además era visto como una guerra de revancha por parte de los aluces. Las fuerzas de catapultas, mangoneles, lanzapiedras incendiarios y trebuchets, del rey aluz, habían sido desplegadas en frente de las murallas de Carianis, y no faltaba nada para que diera comienzo al bombardeo de la ciudad de parte de proyectiles que intentarían reducir la muralla a polvo Stella además de el consejo de la ciudad organizaban y administraban la creación de defensas, el reclutamiento de nuevos soldados, y debatía con los generales del ejército la estrategia militar a seguir para una defensa exitosa frente al avance de los enemigos En las horas anteriores la gente se había dedicado a preparar una reserva de barriles llenos de agua, y alimento para resistir el asedio, se habían acordonado ballesteros entre las callejuelas y edificios de la ciudad, además de la muralla, para que en caso de que la muralla cayese y los contingentes aluces entraran e invadieran la ciudad, se plantara batalla calle por calle, casa por casa, para evitar la caída de la ciudad mítica, aquella que sus primeras piedras habían sido levantadas por los aldebran, y los Alfensier, hace ya más de mil años de antigüedad. Los campesinos y trabajadores comunes fueron capacitados de manera apresurada en el manejo de la ballesta, del combate de hacha y de la lanza, a falta de espadas y escudos, se les entreno en poco tiempo a los hombres mayores de 15 años para arriba para poder enfrentarse en una lucha a un soldado aluz, se celebraron ceremonias en honor a los antiguos aldebaraníes, y la gente se preparó para la guerra por la ciudad que se vendría a continuación, mucha gente tenía pánico, la ciudad nunca había sida sometida a un asedio por parte de una nación extranjera en los últimos cien años, algunas personas huyeron de la ciudad por la entrada norte, otros decidieron unirse al los defensores voluntariamente, varios defensores eran hijos de campesinos, artesanos, comerciantes o de otras ocupaciones que tenían de 14 a 17 años, por la amenaza de la caída de la ciudad se reclutaba a cualquier persona que pudiera empuñar un arma y un escudo. Se fortificó el castillo que era una enorme fortaleza central de varias torres, de aproximadamente 8 metros de alto, y se acordonaron entre los edificios próximos hacia la muralla de la ciudad para darles una provisión de aceite hirviendo para verterlos en contra de los soldados enemigos por las almenas, llamados matacanes, si lograban entrar a la ciudad, se cavaron fosos en las avenidas para prevenir que el ejército enemigo se moviera de manera cómoda por la ciudad, además de todo aquello se guardaron las reservas de agua y comida en un refugio subterráneo, custodiado por setenta soldados y se procedió a guardar a los animales que no se iban a usar en la batalla en sus establos, los graneros se vaciaron y se escondieron en los refugios subterráneos para preservar la mayor parte de alimento. Stella mientras estaba completamente sorprendida en cuanto a lo que estaba sucediendo, tenía tan solo 16 años de edad, y tenía la inmensa responsabilidad de comandar un escuadrón por la supervivencia de la ciudad, se sentía no preparada, que no había aprendido lo suficiente ni sobre armas ni sobre como manejar un escuadrón, pero su padre, insistió en que ella aportara con el capitanear una escuadra de ballesteros, entre los que se encontraban voluntarios y voluntarias, dada la prisa para acordonar las defensas, y preparar a cada hombre en edad de luchar para contribuir, en total aproximadamente unos siete mil hombres y mujeres decidieron contribuir como conscriptos del ejército, estaban dispuestos a morir por su libertad en vez de ser subyugados por los aluces, de los que se decía no tenían piedad cuando lograban conquistar una ciudad. La ayuda que había prometido el rey del principado de Purias, estaba tardando más de lo habitual, las carretas tiradas por caballos habían dejado de pasar por la ciudad, porque todos los caminos hacia afuera estaban rodeados por soldados aluces, estaban enclaustrados, Stella, acordonó sus ballesteros en la zona de la puerta este para poder disparar a los soldados que estaban bloqueando la entrada a los comerciantes y los granjeros, y lograron disiparlos después de que unos cuantos cayeron por las flechas de las ballestas, mientras las catapultas y los trebuchets aluces comenzaban a lanzar sus proyectiles en contra de la puerta sur, se preparó el contingente de los ejércitos de Alfgard y de Carianis, aún a pesar de haber recibido voluntarios, el ejército de la ciudad aún era inferior en número a los aluces, por lo que se atrincheraron dentro de las murallas para luchar calle por calle cuando lograran entrar. De pronto los proyectiles de los aluces abrieron una brecha en la puerta de la muralla sur, y se prepararon para entrar, pero una enorme marea de soldados cargando tablas de madera les impidió la entrada hacia adentro de la ciudad, los trebuchets tuvieron que abrir otra brecha en la muralla para poder entrar, y de inmediato una lluvia de flechas comenzó a caer sobre los aluces, Stella y sus ballesteros se habían colocado en los edificios altos y lograron hacer caer a muchos soldados enemigos, mientras los aluces, apenas entrar a la ciudad comenzaron una lucha encarnizada por la primera línea de los defensores de Alfgard, y los arqueros aluces, fue una lucha colosal, mientras que los lanceros de la ciudad y los que luchaban con espada impedían por el momento que los enemigos aluces entraran como una estampida de toros a la ciudad, se oía una algarabía y vorágine de golpes metálicos, flechas surcando los aires y gritos de lo soldados que caían heridos comenzaron a llenar las calles de la ciudad a medida que los enemigos lograban como un río empujar a los defensores hacia dentro de las murallas y de la ciudad, los aluces empujaron como una marea humana la resistencia hacia el interior de la ciudad, peleando cada palmo de terreno, los campesinos les aventaban aceite hirviendo desde los techos de las casas, otros les aventaban desechos o platos de cerámica, asimismo, los enemigos nativos del desierto no se rendían tan fácil, pero los defensores tampoco, cada casa y calle que avanzaban les costaba muy caro en vidas, entonces cuando hicieron retroceder las defensas hasta el centro de la ciudad, en el castillo de Tars, una inmensa construcción de gran altura, con varios torreones y atalayas a los lados, de las cuales disparaban flechas los arqueros, mientras los pocos que quedaban al mando de Nelson y Stella, seguían combatiendo en las estrechas calles de la ciudad empujados por la estampida de aluces que seguían avanzando como una tormenta de arena, Stella comenzó a tener sus dudas de si podría salir con vida, si la ciudad se perdería para siempre, si su familia sería cruelmente asesinada, se encontraba a merced de la batalla, en un torreón sosteniendo una ballesta junto a su escuadrón situados en otras ventanas del castillo, de pronto se empezaron a escuchar a lo lejos los golpes sordos del viendo de los proyectiles de los trebuquetes aluces que impactaban en el castillo, mientras abajo se escuchaban los gritos y alaridos de batalla de el último contingente de soldados a espada de los Alfgardianos, se encontraban unos trescientos guerreros resistiendo junto a los conscriptos y la caballería de la ciudad en las callejuelas, tratando de incendiar las catapultas con aceite y fuego, lograron incendiar dos trebuquetes que se empezaron a consumir por las llamas, pero varios seguían lanzando rocas al castillo que resistía sin rendirse, rodeado de su foso y enclavado en su isla central el Castillo de Hiperborea resistia con gran impetu y valentía sin igual a los aguerridos aluces, en las murallas retumbaban los proyectiles pero resistía cual mármol infranqueable, el castillo como último baluarte defensivo de la ciudad ejercia su defensa, con runas grabadas en sus hachas, escudos y espadas los guerreros de Alfgard defendían con gran furor y trabajo como estatuas de mármol que resisten una lluvia de granizo o de piedras así defendían su posición ya que de ellos dependía en gran medida la batalla ya que eran el último bastión de la ciudad y lo defendían puesto que la vida entera de los habitantes dependía de ellos, hasta partirse la espalda en la batalla por la defensa, los niños y las mujeres se escondían indefensos en las casas, esperando que no entrara algún soldado aluz, cuando de pronto sonó un cuerno de batalla en las lejanías, los refuerzos proveniente de el aliado del Principado de Purias habían llegado, caballería, elefantes de guerra y piqueros comandaban el contraataque encabezado por el rey de Purias y la comandante Valiquia, la reacción fue de un rayo esperanzador de poder salvar la ciudad nordica de los invasores del sur, era posible ganar, la situación de los refuerzos llegaba en una situación muy desesperada, en medio del caos indudablemente fue una llama de esperanza que se encendió en medio de la conciencia de las personas. Los proyectiles enemigos de los invasores volaban y destruian casas y edificios con cada impacto, la gente se arremolinaba en sus casas o refugios subterráneos, entraban en los templos de domo de piedra circular, se escondían en el castillo esperando poco de las circunstancias pero entonces es cuando la situación inesperadamente comenzó a dar un vuelco poco a poco ya que los maltrechos defensores se veían por fin apoyados por un contigente de un reino del norte lo cual era sin dudas algo muy escencial para la defensa de la ciudad que por momentos desfallecía debido al intenso fuego que consumía las casas de la ciudad. Podrán matarnos Podrán torturarnos Podrán despojarnos Podrán encarcelarlos Pero ni siquiera muertos nos rendiremos En la eterna batalla nuestro espíritu
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