Harald no perdió el tiempo y de inmediato llevó a la joven rumbo a su mansión, corriendo a toda prisa, pensando que si esta era una descendiente de aquella bruja, en definitiva no la iba a dejar ir hasta que encontrara una forma de quitarle la maldición. Sin poderlo evitar, Harald comenzó a crearse todo un mundo en donde volvía a ser un humano normal, lo primero que haría, sería encontrar una hermosa mujer, enamorarse, casarse, y tener un primer hijo. Su primogénito «Si es hombre, mejor», pensaba Harald aunque ciertamente el sexo de su futuro hijo o hija ya no importaba, lo único que deseaba era tener una familia, porque posiblemente tendría 5 hijos, una familia enorme como siempre había deseado, y así poder disfrutar de todas esas riquezas que tenía. Envejecería, y finalmente moriría en paz posiblemente. No había dudas que ese era un sueño que actualmente se sentía demasiado lejano, no obstante, si esa chica tan fea que llevaba en sus brazos era una Hunter, lo podría llevar a cabo.
Cuando llegó a su castillo, llevó a la joven que, todavía continuaba desmayada, a una de sus habitaciones, ahí la revisaría bien, porque a pesar de que en esa ocasión, cuando se levantó asustada a causa de sus supuestos ojos grises, no parecía estar herida de gravedad, quería cerciorarse por completo, porque tampoco deseaba que esta se muriera y arruinara todos sus planes, ya tenía pensado curarla, porque una de las habilidades que tenían los hombres lobo, era de “absorber” el dolor físico de otro ser viviente, logrando así curarlo si este se encontraba herido, y, en este caso, aunque no le quitaría esos golpes que tenía en su rostro a su totalidad, si podría quitarle alguna fractura o herida interna o externa que superficialmente podría tener.
Así pues, de esa forma, cuando acostó a la joven en la cama, la vio con mayor detalle. Esta se encontraba usando ropa masculina, era muy fácil darse cuenta, porque esa enorme camiseta de algodón, y ancho pantalón de mezclilla, en definitiva no eran adecuados para su cuerpo, parecía como si hubiese tomado la ropa de alguien más grande y robusto que ella, y se la hubiese puesto. Aquella vestimenta que lucía la joven, se encontraba desgastada y muy vieja, al igual que esas zapatillas converse, las cuales en cualquier momento se iban a destrozar por lo usadas que estaban, «¿Es que acaso es una indigente?». Pensó Harald, viendo mientras se acercaba para quitarle la ropa, y así verificar con exactitud si tenía alguna herida grave que necesitaba ser curada. No le importaba verla desnuda, sumando que, a él nunca le habían gustado las mujeres flacas, y esta chica parecía estar al borde de la desnutrición, porque cuando le quitó esa enorme y mojada camiseta junto con su abrigo, podía ver sus costillas, y su estómago pegado al espinazo.
—Ni senos tienes… haces bien en no usar un sujetador porque ahí no hay nada que sujetar—Murmura sin nada de emoción, viendo a la joven sin camisa.
Después le quitó el pantalón, observando que esta cargaba ropa interior de hombre, al notar eso, Harald lo que hizo fue reírse para sus adentros, porque esto cada vez se ponía peor.
—No… no eres hombre…—Susurra con un tono de burla, viendo dentro de la ropa interior, para corroborar el sexo de la joven, certificando que ciertamente, si era mujer.
Y así, cuando ya la chica estaba medianamente desnuda sobre su cama, vio que tenía varios golpes por todas partes, principalmente en sus costados y piernas, al parecer alguien la había maltratado bastante, quizás se lo merecía, o tal vez no. La verdad era que no tenía idea y tampoco le importaba, lo único que deseaba era que no se muriera, es por eso que puso una de sus manos sobre la herida de su pierna más visible, cerrando sus ojos para concentrarse y así comenzar a absorber todo su dolor, de esa forma, pudo sentir que si tenía dos costillas rotas, también su muñeca, y además esos moretones que ostentaba en su rostro le causaban mucha incomodidad. Harald simplemente absorbió todas esas dolencias, curando sus huesos, la cortada de su pierna y demás, sintiendo en carne propia como conforme sus heridas se sanaban, él mismo las padecía.
—Que mocosa tan llorona ¿Te desmayaste solo por esto?—Murmura Harald aun con sus ojos cerrados.
Para ese momento, ya la había curado por completo, al punto que sus moretones apenas y se notaban en su piel, y la herida en su pierna cerró como si ya tuviera varios días cicatrizándose, quizás cuando se despertara se iba a sentir bastante confundida, pero no le importaba, porque él también tenía muchas preguntas que hacerle, así que por ahora, decidió ser un alma bondadosa haciendo esa obra de caridad, solamente porque la necesitaba, sabiendo que, él no había curado a nadie desde hace ya muchos siglos, exactamente unos novecientos años atrás, cuando sanó a un par de personas, con los cuales fue que descubrió que tenía esas habilidades y otras más que, aquella sospechosa intrusa se enteraría más adelante.
«Ahora te vestiré… no quiero que pienses que deseo abusar de tu desnutrido y feo cuerpecito». Piensa Harald de forma aburrida.
De esa forma, él comienza a vestir a la joven como si se tratara de una muñeca, porque realmente esa chica no le causaba ningún tipo de deseo carnal, lo único que sentía por ella era curiosidad, por saber si realmente era una descendiente de la hechicera que lo maldijo, eso era todo, por esa razón, no se iba a mover de ahí hasta que se despertara, sabiendo que lo haría muy pronto, porque su cuerpo ya no se encontraba en peligro.
«Dentro de dos días será mi transformación, hasta entonces tienes chance de decirme tu verdadera identidad, intrusa». Se dice en pensamientos, mientras busca un lugar para sentarse.
«¿Y si no resulta ser una descendiente de la bruja? La mataré por haber entrado a mi propiedad… mocosa insolente ¿Cómo te atreves? ¡Al diablo mi racha de 650 años! Un año más un año menos, realmente ya no me importa». Continúa pensando Harald, mientras tenía sus brazos cruzados, viendo atentamente a la joven de cabello n***o.
3 horas mas tarde
La muchacha lentamente comienza a abrir sus ojos, sintiéndose extrañamente mas ligera. Su cuerpo se sentía tan cómodo y agradable, que posiblemente asumió que ya estaba muerta, porque hasta ahora, no había sentido tal comodidad en su vida, es por eso que entreabriendo sus ojos, lo primero que miró fue el techo, viendo que este tenía dibujos de ángeles renacentistas, o por lo menos eso era lo que ella creía, porque el arte parecía antiguo. De inmediato, ella se lleva las manos hacia su rostro, restregándoselo, escuchando al instante la voz de un hombre que le decía:
—Hasta que al fin despiertas.
La joven al escuchar esa voz, de inmediato comprende que por obvias razones no estaba muerta, sin embargo, no tenía idea como había llegado a ese lugar, de hecho, lo último que recordaba fue cuando comenzó a huir de Kurt, en el momento que este pretendió abusar de ella, luego a causa de sus heridas y hambre, se desmayó, eso era todo lo que recordaba, por lo cual, no entendía como había llegado a esa extraña y lujosa habitación, eso significaba que:
«¡Estoy dentro del castillo de los Blakewood!». Piensa la joven con mucho temor, volteándose para ver al hombre que la acompañaba.
Sin embargo, en esta ocasión, ella no puede ver los temibles ojos grises brillantes de Harald, actualmente, solo puede ver el color original de sus ojos, los cuales eran azul verdosos. Cuando Harald se da cuenta que la chica lo queda viendo sin ese temor que mostró al principio, antes de que perdiera el conocimiento, se acercó a ella lentamente, moviéndose de forma sigilosa, como cuando una bestia está a punto de atacar a su presa, notando como la joven de inmediato se levantó de la cama con mucha rapidez, al parecer era bastante ágil, pensó por un instante el antiguo vikingo, acorralando a la chica, hasta que esta quedó contra la pared, y cuando la tuvo en esa posición, hizo una especie de jaula con su cuerpo para aprisionarla por completo, invadiendo su espacio personal, observando que la joven era bastante pequeña, quizás medía cuando mucho 1.65 metros de estatura, que no se comparaba con sus dos metros de altura.
—¿Notas algo en mis ojos? ¿De que color los vez?—Pregunta Harald, yendo justo al punto donde quería llegar, sin rodeos.
La joven tragando saliva, ve como ese enorme tipo rubio le invadía su espacio personal, no supo que decir, porque lo primero que pensó fue que esa pregunta fue demasiado estúpida ¿De qué color eran sus ojos? ¿Qué clase de interrogante era esa?
—¡RESPONDE! ¡DE QUE COLOR SON MIS OJOS!—Grita, comenzando a desesperarse, porque esa tonta intrusa ahora parecía ser muda.
—¡Parecen ser azules, o verdes! No lo sé—Responde de inmediato, sintiendo como al instante Harald la toma por el brazo con violencia.
El brusco hombre sujeta a la chica con fuerza, jalándola hacia otra dirección donde hubiera más luz, quizás estaba muy oscuro en esa parte, y por eso ella no podía ver nada, por lo cual la arrastró forzosamente hacia otro lugar de la habitación donde había mas luz, sujetando una lámpara, y así se la colocó cerca de su rostro, para que esta pudiera ver mejor.
—¿De que color son? ¿Brillan, son grises o algo parecido? ¡Responde!—Ordena, sin soltar a la chica que se encontraba completamente asustada.
«Este hombre está loco… me va a matar, de eso no hay duda». Piensa la joven con mucho temor.
—Eh… ahora que los veo bien, son azul verdosos, señor.—Murmura la joven, viendo con una expresión completamente aterrada a Harald.
Este finalmente la deja en libertad, arrojando la lámpara al suelo. Al parecer estaba equivocado, esa chica no era ninguna descendiente de los Hunter, quizás cuando la recogió en el bosque, estaba delirando y por eso dijo lo que dijo, pero pese a eso, la causalidad era demasiada ¿Por qué de tantas alucinaciones, tuvo que imaginarse que sus ojos eran justamente grises brillantes? ¿Por qué no se lo imaginó con dos cabezas? ¿O con forma de reptil? ¿Por qué tuvo que ser con lo que él tanto deseaba? En definitiva, su existencia era un juego de alguna deidad, la cual al parecer le encantaba hacerlo sufrir de la peor forma, y él al comprender eso, se llevó las manos a su cabeza gritando a todo pulmón, porque la frustración que sintió en ese instante, no la pudo ocultar.
—¡Maldición, maldición, maldición!—Grita el hombre una y otra vez, mientras se jala el cabello, sintiéndose al borde de la desesperación.
Mientras Harald sufre su ataque de frustración, la joven lo observaba con una expresión llena de confusión en su rostro, porque era evidente que ese tipo estaba demente, y ella aprovechando que este continuaba gritando y lamentándose, de que su color de ojos era azul verdoso, un lloriqueo que ella no le encontraba el más mínimo sentido, comienza a caminar lentamente hacia la salida, pensando que ese era el momento perfecto para huir de ese lugar, no obstante, cuando estaba a punto de llegar a la puerta, el alto rubio exclama diciendo:
—¿A dónde crees que vas?—Pregunta Harald en un tono de voz bajo y siniestro.
La chica abre sus ojos a mas no poder, y como reacción instantánea, lo primero que hace es huir de esa escena, aprovechando que su cuerpo ahora lo siente mas ligero que nunca, es por eso que, como si se tratase de una velocista, ella comienza a correr lo más rápido que puede notando que, mientras pasaba por ese oscuro pasillo, este parecía interminable, hasta que finalmente llega a unas escaleras, bajándolas de dos en dos con tanta prisa que era un milagro que no se hubiese tropezado. No tenía idea a donde era la salida, pero no le fue muy difícil encontrarla, porque la puerta principal, a lo lejos se podía ver y esta se encontraba abierta.
Y así sin buscar una explicación lógica del por qué la puerta estaba de par en par, la chica sin detenerse o mirar hacia atrás, corrió con todas las fuerzas que su adrenalina le otorgaba en ese momento, yendo a toda prisa hacia esa dirección, pero, cuando estaba punto de llegar, aquel hombre apareció posándose justo al frente de la puerta, impidiéndole el paso. Aquel rubio la quedaba viendo, ni siquiera parecía agitado mientras que ella respiraba con dificultad, jadeando del cansancio, porque el correr tanto la había agotado, en cambio ese hombre la miraba tranquilamente, con una extraña sonrisa, fue ahí cuando ella lo vio con mayor detalle, su ropa estaba sucia y rasgada, parecía como si hubiese tenido un accidente, además su cabello rubio le llegaba hasta la altura de sus hombros, amarrado en una terrible coleta, sin duda alguna era muy atractivo físicamente, pero eso fue lo que menos le importó a la joven, porque tenía cosas más importantes en que pensar.
«¿Pero cómo es posible que haya llegado tan rápido?». Se pregunta ella en pensamientos, mientras poco a poco su respiración se nivelaba.
Era imposible, simplemente no comprendía como es que ese sujeto estaba frente a la puerta, en ningún momento lo vio correr tras ella ¿O quizás sí? No tenía sentido, aunque eso era lo mínimo que importaba, porque lo único que le interesaba, era salir de ahí, es por eso que, sin perder el tiempo, le dio con todas sus fuerzas una patada directo en su entrepierna para que así, este se aparte de su camino, pero al instante que lo golpeó en esa zona sensible para cualquiera, el hombre lo que hizo fue comenzar a reírse diciendo:
—Buena patada, no lo voy a negar—Alaga Harald, al instante que alza su mano convirtiéndola en puño para golpearla, pero se detiene al notar algo interesante en la chica.
Su mirada… La joven en ese instante lo veía fijamente, tenía el entrecejo fruncido, se suponía que en ese momento debía estar temblando del miedo como hace minutos atrás, pero para su sorpresa la chica lo estaba retando con su mirada, y fue allí cuando él se dedicó a verla con mayor detalle.
Los ojos de esa chica eran enormes, de color azul intenso, tanto que se podían distinguir a pesar de la poca luz que había a su alrededor, su cabello estaba despeinado, tenía varios mechones pegados en su frente sudorosa, pero a pesar de todo, pudo notar que su rostro sin duda alguna era simpático ¿Por qué no se dio cuenta antes? Quizás porque estaba mas enfocado en buscar una cura para su maldición y salvarle la vida a esa intrusa, que en su físico, es por eso que, de inmediato bajó su mano, no la iba a lastimar, porque ya con haberle golpeado su entrepierna y además atreverse a desafiarlo con su mirada, esa mujer se merecía algo de su respeto.
«Ahora que la miro con más detalle, esta intrusa no es tan fea. Sin embargo, sigue sin ser de mi tipo». Piensa Harald, ahora cruzándose de brazos.
Y fue justamente en ese instante, mientras ambos continuaban mirándose de esa forma tan penetrante, que la chica vio un destello en los ojos de ese hombre. De un momento a otro, aquellas orbes azul verdosas comenzaron a brillar, tornándose en un extraño gris brillante, y ella al notar eso, hizo una expresión sorprendida guardando su hallazgo para sí misma, porque recordó que ese hombre la había acorralado, justamente para preguntar si ella notaba algo extraño en sus ojos, y cuando le dijo que no vio nada, entró en un cuadro de locura bastante aterrador ¿Y si le decía que ciertamente veía algo distinto? Pensaba ella, asumiendo que si confesaba aquello, posiblemente ese extraño sujeto no la dejaría ir, es por eso que, bajando la mirada hacia sus pies, la joven finalmente se atrevió a hablar diciendo:
—Déjeme ir, no he hecho nada. Sus ojos son verdes, o lo que sea, ahora que lo sabe, no tengo ninguna razón para estar aquí. Haré como si nunca me hubiese conocido— Murmura la joven, volviendo a alzar su mirada, esta vez viéndolo de reojos, notando que una vez más, sus ojos volvían a verse humanos ante ella.
«Ahora comprendo todo, este tipo no es humano… ¿Por qué no me sorprende?». Piensa la muchacha, la cual parecía guardar más secretos de lo que aparentaba a simple vista.