Capítulo 0. La Bestia inmortal
Año 1003 DC: En alguna parte de Britania (Actualmente Inglaterra)
Los guerreros del rey Svend I, se encontraban saqueando los restos de una población que, a partir de ese momento, formaba parte del territorio danés. Aquellos salvajes hombres, acabaron con casi todos los habitantes de esa pequeña aldea de britanos, los cuales apenas quedaban unos pocos sobrevivientes que, estos guerreros ya se estaban encargando de matar, al momento que entraban a sus casas, para asesinarlos, y luego incendiar las humildes viviendas. Entre esos guerreros, se encontraba uno llamado Harald, hijo de Viggo, descendiente de una larga línea de guerreros vikingos, los cuales ahora estaban bajo el mando del rey “Barba partida”, apodo que le tenían los daneses al rey, por la forma tan singular que tenía su barba.
Harald, era uno de los que más disfrutaba el saqueo y aniquilación de aldeas, porque se llevaba una gran cantidad de botín, sumando el hecho que, amaba asesinar sin piedad a quien fuera que se le atravesara en su camino, es por eso que, con su espada, armadura y rostro manchado de sangre, entraba en los hogares que aun seguían de pie, para ver si encontraba a algún sobreviviente, solamente para quitarles las vidas de la forma tan salvaje como a él le encantaba hacerlo. Y así, en medio de su búsqueda asesina, entró en una pequeña choza que estaba al final de la aldea, esta aun no se encontraba en llamas, posiblemente había personas escondidas ahí, es por eso que, con una malvada sonrisa exclamó diciendo:
—¡Les ha llegado su hora britanos!—Vocifera al momento que, con una patada, destroza la puerta de aquella pequeña vivienda.
Al entrar, se encuentra con una mujer y una chiquilla de unos nueve años de edad, ambas están abrazadas observando a aquel invasor vikingo que, tanto la madre como su hija, conocían a la perfección la fama que tenían aquellos hombres, por lo despiadados que eran. El completo terror se podía ver fácilmente en la mirada azul de la pequeña, al igual que esa expresión asustada en su rostro, la cual aquel guerrero disfrutaba en sobremanera, mientras que en la madre, era todo lo contrario, porque aquella mujer lo veía con una expresión seria en su rostro, demasiado valerosa para el gusto de Harald, quien sin mas le arrancó a la chiquilla de sus manos, jalándola por su cabello, y cuando la tenía en su poder, la mujer se levantó lentamente del suelo, extendiendo su mano, como si estuviera amagando para querer quitarle a su hija de las manos, sin embargo, nunca consumó sus intenciones.
—No le hagas daño a mi hija, si nos dejas ir en paz, prometo no hacerte daño. Suéltala ya, por favor—Advierte la mujer, esta vez de forma seria.
Harald al escucharla, comienza a reírse a carcajadas.
—¿Qué podría hacerme una simple mujer?—Cuestiona aun con atisbos de su antigua carcajada, al instante que, incrusta su espada sobre la espalda de la pequeña, atravesándole el pecho.
Cuando el cuerpo agonizante de la pequeña cae al suelo, la mujer completamente horrorizada, se arrodilla viendo como la vida se le iba a su hija, conforme los segundos pasaban, hasta que, finalmente la chiquilla muere. Es por esa razón, que ella comienza a gritar y a llorar inconsolablemente, escuchando como aquel desalmado entre risas dijo:
—No te preocupes mujer, dentro de poco acompañarás a tu hija a donde tus dioses hacen reposar sus muertos.—Deja en claro extendiendo su espada, para pretender cortarle la cabeza.
Sin embargo, la mujer envuelta en un odio inmensurable, se levanta viendo al asesino de su pequeña, y con un poder que él no se esperó, extiende su mano creando una ráfaga de viento tan fuerte, que logró arrancarle de su mano, la pesada espada del guerrero, y luego con unas palabras dichas en un idioma que él no conocía, bastó para que él se pusiera de rodillas, en contra de su voluntad. En esa posición, al mujer se puso frente a él, cogiendo la pesada espada para pretender pagarle con la misma moneda, sin embargo, ella pensó que eso sería muy fácil, ese hombre merecía algo mucho peor que la muerte, es por eso que, arrojó la espada al suelo, y sin más puso una de sus manos sobre su cabeza, porque deseaba ver entre sus pensamientos.
Al instante que esa mujer lo tocó, Harald sintió como un poder inexplicable se adentraba en su mente, hurgando entre sus pensamientos, y debilitando sus huesos, al punto que realmente no podía mover ni un solo músculo. La sensación era extraña, no sabía como explicarla, es por eso que lo único que deseaba era que ya se detuviera, porque sentía que su cabeza iba a explotar en cualquier momento, y no fue sino hasta minutos después, que aquella mujer finalmente lo dejó en paz, retrocediendo dos pasos de su actual distancia. Harald intentó extender su mano para coger su espada, y matar a esa hechicera, pero aunque lo deseó no pudo hacerlo, porque su cuerpo aun continuaba inmóvil, en esa posición de rodillas en el suelo.
—Has matado brutalmente a 1.999 personas, y ahora con mi hija, tu número asciende a 2.000. Todas las muertes que has hecho, las has disfrutado… ahora pagarás por ello—Sentencia la mujer, con un rostro completamente inexpresivo.
—Si, he disfrutado todas y cada una de las muertes que he causado, después de todo… soy un guerrero. Asquerosa hechicera—Espeta con una sonrisa, ahora escupiendo el suelo.
La mujer al escucharlo, forma una pequeña sonrisa en sus labios.
—Lo has disfrutado… porque eres una bestia. Y ahora, a partir de este momento, en eso te convertirás.— Decreta, mientras le acaricia el rostro suavemente.
—En cada luna llena, te transformarás en una bestia detestable con forma de lobo—Continua la hechicera.— Permanecerás así hasta el final de la luna menguante. Además, por si eso no fuera poco, vivirás un año por cada muerte que tus manos han causado y causarás a futuro. Actualmente llevas dos mil muertes sobre tus hombros, depende de ti, cuanto será el número final.—Concluye, esta vez sujetándole el mentón, para que aquel guerrero la viera sus ojos.
En el momento que Harald vio los ojos de esa mujer, estos eran de un tono gris brillante que jamás había visto en su vida, era aterrador, sin embargo, eso no fue nada cuando aquella bruja de largo cabello castaño, y hermoso rostro, se acercó a él para besarlo, y, al momento que sus labios se unieron con los de ella, sintió como si un veneno estuviera entrando por su boca, quemándole por dentro todos sus órganos y torrente sanguíneo, pero, aunque quiso gritar no pudo hacerlo, ya que su cuerpo se encontraba completamente inmóvil y lo único que podía mover eran sus ojos, los cuales en ese instante se tornaron del mismo color que los de aquella mujer, cuando esa maldición ingresaba a la fuerza en todo su cuerpo, transformándolo por completo en una bestia. Siendo ese, el momento justo, que su vida como la conocía, había dejado de existir para siempre.
«Te has convertido en lo que eres, y serás hasta la eternidad. Bestia inmortal». Piensa la hechicera, cuando ya ha consumado su maldición.