—Leilah, respira —interviene Samuel, de pronto a nuestro lado. —Alan… —boqueo. —Está estable por ahora. Salió de cirugía hace dos horas —me informa y aunque quiero patear al rubio por no empezar por ahí, sólo tengo espacio en mi pecho para una sensación: alivio. —Tengo que verlo —digo rápidamente. —Lo arreglaré con Rick —responde Samuel. Frunzo el ceño y él parece comprender—. No pueden haber más de tres personas en la sala de espera y ya están mis tíos y él. Asiento mientras él se aleja con su celular. Neil me conduce hasta la silla que antes él ocupaba, me apoyo contra su hombro mientras él cierne el brazo sobre mí. —Lo siento, Leilah —repite. —¿Qué pasó? —inquiero. No puede ser que sea su culpa. Sus orbes azules se ensombrecen. —Estábamos en la fiesta que le organizamos —suspi