Sábado por la madrugada No puedo dormir, el calor es sofocante y las sábanas se me pegan al cuerpo. Ahora comprendo la aversión de Evan al clima cálido. Gruño, mirando hacia la cama a mi costado, donde duerme Marion. Ella parece cómoda, claro, acostumbrada a andar tapada hasta el cuello pese a estar a cuarenta grados afuera. Hillary y Lisa también duermen, aunque ellas más por borrachera que por verdadero cansancio. La rubia sí conoció a alguien en ése antro a donde fuimos a parar, luego de una larga estadía en las paradisíacas playas de Long Beach. Es la primera vez que voy y ya me he enamorado del lugar. Volveré sin dudar, y el trío del que soy amiga también, ahora que hemos decidido juntar nuestros ahorros para viajar en yate para el siguiente año. Se vale soñar, ¿no? Ninguna hac