Evan baja de su Audi, se acomoda la bufanda negra que le cae sobre las solapas de su abrigo gris humo.
Es la misma bufanda con la que una vez me sujetó las muñecas sobre la cabeza, provocándome la misma urgencia que ahora mismo me abochorna la entrepierna.
La ligera brisa helada le lame los cabellos mientras saca su portafolio, luce tan cómodo en este ambiente frío que me hace replantearme si acaso no fue un esquimal en su vida pasada.
La analogía me provoca una sonrisa instantánea, que se ensancha en cuanto se da cuenta que lo miro.
Sus orbes cafés destellan con una chispa de arrogante reconocimiento, sonríe ligeramente e inclina suavemente la cabeza en un saludo caballeroso, que pasaría como un intercambio de cortesía con cualquier persona.
Lo he visto hacerlo con Rita Tennynson.
