Unos minutos más tarde, diviso el lounge donde quedé con Alan y me invade una grata alegría por verlo sentado frente una de las mesas redondas, ha pedido una cerveza y su dedo índice se pasea por el borde escarchado del tarro. Viste una chaqueta negra de varios cierres y unos vaqueros. Cruzo el dintel de madera, bajando la cabeza para no estrellarme contra los cascabeles que cuelgan del adorno navideño. Adentro el ambiente es cálido y combina muy bien con el aroma a especias y la melodía navideña de fondo. Nunca antes me imaginé escuchar “Holy night” en un sitio que de inmediato te sumerge en un aura sofisticada, aún en medio del centro comercial. —Lamento la tardanza —digo, mientras me saco la pesada bufanda rosa que me envió mi madre media semana atrás. Alan alza el rostro y sonríe de