Y ahí justo cuando mi vida recobra color, me doy cuenta de lo idiota que he sido al dejarme llevar por el pánico.
«¿Y cómo no hacerlo?» me pregunto de inmediato, quizás estuvo un tanto fuera de lugar dados mis conocimientos sobre la ciencia médica, sin embargo, ello no evita que el miedo ante la posibilidad de ver mis sueños cercenados, no fuera a nublarme la vista.
Ni siquiera tuve tiempo de meditar al respecto. Ahora, con la hoja de papel en manos, no puedo evitar dejar salir varias lágrimas aunque esta ocasión no son de terror o incertidumbre, sino de alivio.
Un sosiego titánico que me abraza el alma, relajándola y devolviéndole a mis pulmones el ritmo normal de trabajo.
Arrugo los resultados del exámen sanguíneo contra el pecho, luego los releo por cuarta ocasión y me detengo a ana
