—¿Por qué? —la pregunta me sale ahogada. Evan se encamina hacia la cama y coge su abrigo. —Ninguno necesita permiso del otro para modificar el convenio, Leilah —replica con frialdad, mientras se pasa la chaqueta por los hombros, la camisa se le estira sobre el pecho con los movimientos, enmarcando sus músculos—. No te pido explicaciones de con quién quieres acostarte y tú tampoco tienes derecho a exigirlas. Es por Alan. Un atisbo de alivio se atreve a recorrerme. Sólo está molesto, quizás hasta un poco celoso. Suelto el aire contenido antes de hablar. —Lo que pasó con Alan no es lo que pareció, él me besó sin que yo lo esperara, créeme que eso no signifi… —¿Crees que me siento amenazado por un adolescente engreído? —suelta una risotada burlona que desvanece mi sonrisa otra vez—. Si