Capítulo 3: Mi propiedad

4268 Words
Capítulo 3: Mi propiedad —¿Cuánto quieres por ella? Voy a comprarla Mi madre alguna vez me dijo que ningún hombre con medio cerebro gastaría en una cena para mi. Desde niña siempre fui poco femenina y algo desproporcionada. Después llegó la adolescencia y heme aquí. Un tipo que parece tallado por un ángel con mis mismos gustos está ofreciendo comprarme. En tu cara mamá. Espera, eso es malo. —No esta a la venta. —Si no me la vendes consideraré el tratado de paz violado. Entonces no habrá nada que nos detenga de hacerlos cenizas. ¡Jodido infierno! ¿Porque tiene que hablar así? Quiero grabarlo para mi despertador. Espera, voy a morir. Bueno, no tendré que volver a pararme temprano jamas. No suena tan mal ahora que lo pienso y las fiestas en el infierno deben ser FABULOSAS. —¿Ella a cambio de no tomar sanciones por usar su almacén?— pregunta el líder de los idiotas. —Exactamente— responde Franco, alías “café-madera-pólvora” —Muy bien, 3mil dólares. ¿Qué? ¿Realmente están haciendo esto? Estoy muy ofendida. —¿3mil dólares? Estoy segura que yo valgo al menos 5 mil.— le grito desde el suelo al líder de los idiotas. Él se aclara la garganta con incomodidad antes de añadir. —Muy bien, 5mil dólares. —5mil era solo una propuesta, estoy segura que valgo incluso más que eso.— reclamo. ¿5mil dólares? Mis lindos pechos valen más que eso sin duda. Escuchó otro carraspeo diferente y notó que Franco esta mirándome como si quiera arrancarme la cabeza. Sigue siendo tan caliente incluso mirándome con odio. ¿Pero por qué parece tan molesto? —Diez mil dólares por la zorrita.— dice finalmente el líder de los idiotas. Franco toma aire como si intentara llenarse de paciencia antes de sacar algo de su bolsillo. Parece una chequera, llena los datos y avienta el papel al suelo de la misma forma que yo le aventaba los huesos a mi perro. —Esos son cien mil.— añade con una expresión cada vez más fría. Su ya marcada mandíbula se tensa aún más. ¿100 mil pesos? ¿Por mi? ¡En tu cara mamá! Aguarda, eso no es bueno. Literalmente acaban de comprarme. —Me la llevo ahora. —Oh vamos, mis hombres estaban realmente emocionados, ¿No puedes compartirla ni un poco? Brinco cuando Franco saca un arma de su cinturón y dispara al techo. —Nos vamos ¡ahora! Uff, su modo mandón es el mejor. Espera, me esta ordenando a mi. ¿Realmente espera que me ponga de pie? Su mirada penetrante me apresura. No puede ser. Mis manos y piernas tiemblan mientras lucho por levantarme De alguna manera logro ponerme sobre mis dos piernas y él no hace ningún gesto por ayudarme. No importa, soy frívola e independiente. Bueno, no en realidad. Estoy en el suelo de nuevo. Que humillante. —Oh zorrita ¿no te puedes levantar? Te ayudo. Alguno de los tantos idiota a mi alrededor tira de mi hacia arriba rozando convenientemente mis lindos pechos sin mi consentimiento. Si no estuviera tan drogada usaría mi pica hielo. Y claro si tuviera mi pica hielo. Siento su asqueroso aliento pegado a mi nuca mientras pega su micro pene a mi espalda. —Suéltala— la voz cimbra en la oficina monocromática creando un silencio poderoso. Solo un hombre aquí parece lograr eso. —Solo la ayudaba— dice el idiota que no me ha soltado volviendo a rozar su m*****o vergonzoso en mi espalda. Para que yo pueda sentir algo él primero debería tener algo. Patético. —¡Suéltala ahora antes de que te arranque ambas manos! Él me suelta. Literalmente. Caigo al suelo con toda la fuerza de mis 58 kilos. —Quiero que quede algo bien claro— dice Franco y es la oración más larga que le he escuchado decir hasta ahora— Acabo de comprarla, eso quiere decir que es de mi propiedad ahora, si alguien la toca o si quiera la mira se considerara una violación al tratado de paz y una declaración de guerra. ¿Quedó bien claro? Creo que estoy babeando ahora. —Nadie tocará a la chica ¿Verdad, muchachos? es toda tuya Franco, si te aburres de ella siempre puedes regresarla, pero no hay reembolsos— intenta aligerar el ambiente el líder idiota. Ese hombre como comediante moriría de hambre. Franco camina hacía mi y se arrodilla sobre una pierna para quedar a mi altura. —Levántate Jessica— me ordena en un susurro que solo escucho yo y su voz más que autoritaria suena angustiada, si fuera una situación diferente y yo estuviera menos drogada me emocionaría por el hecho de que recuerda mi nombre— no puedo llevarte, tienes que salir por tus propios pies para que el acuerdo sea valido, por favor levántate. Bueno si dice por favor… No tengo idea de como me las arreglo pero me pongo de pie. Bueno si llegue a mi casa sola en mi graduación después de beber alcohol adulterado del ponche, puedo salir de aquí por mis propios pies. Espero no estar en un segundo piso. El suelo resbaloso de la blanca oficina dificulta la tarea y básicamente me caigo un par de veces más antes de llegar a la puerta. Me arrastro a mi misma y gateo un poco hasta darme cuenta que no estamos en un segundo piso. Es un décimo al menos. —Por el elevador— le dice Franco a su escolta que al parecer ahora también es mi escolta. ¿Eso es bueno o malo? No lo se. Mi cerebro sigue montado en una montaña rusa encima de un auto de carreras. Estoy por caer de nuevo pero una mano grande me agarra por el antebrazo con tanta fuerza que seguro quedará tatuada en mi piel por un par de días. No es una queja. —Sostente, tenemos que salir de aquí. Solo aguanta un poco más. Si te desmayas estarás acabada. “No deberías involucrarte tan fácilmente con extraños” recuerdo la voz de mi mejor amiga en mis recuerdos. Se que no debería confiar ni involucrarme con él como él mismo lo dijo, pero mis opciones son un montón de idiotas que declararon abiertamente que me violarían o él. Por supuesto que elegiré al tipo guapo. Me doy cuenta poco a poco de que las drogas no habían sido procesadas por completo por mi organismo hasta que empiezo a ver que las escaleras eléctricas se convierten en un lindo tobogán hecho de arcoíris fosforescentes y tengo de pronto un deseo extraño por saltar por la ventana y volar con las aves. ─── ∗ ⋅◈⋅ ∗ ──── —Solo parejas— escucho al portero hablar con una mujer. Maravilloso, realmente maravilloso. Ahora tendré que interceptarlo cuando salga del club o entrar al club a la fuerza. Estoy por darme la vuelta cuando la veo. Está discutiendo con el portero, bueno, en realidad esta suplicándole para que la deje entrar sin pareja. No lo pienso demasiado, tomo la oportunidad sin dudarlo. Me acerco a ella desde atrás y la abrazo por la cintura. Me sorprende lo bien que su cuerpo se acopla al mio y lo poco incomodo que me siento con el contacto físico cuando tiendo a rehuirle completamente. —Esta bien, ella viene conmigo.— le digo al gordo hombre de la entrada. Por su expresión se que no le inspiró mucha confianza, en realidad parece completamente aterrado. Las personas suelen tener esa reacción al verme, los tatuajes y las cicatrices hacen todo un papel en eso. Ya que las interacciones sociales no son algo que disfrute especialmente no tengo problema con ello. Siento como ella se tensa entre mis brazos. ¿Me temerá al verme también? Sería una reacción natural, solo espero que no salga huyendo antes de que podamos cruzar la puerta. La empujo suavemente para que empiece a caminar pero no la suelto hasta que estamos adentro, ademas tengo que evadir un par de personas y cubrirla con mi cuerpo para evitar que la golpeen, tal vez es mi imaginación pero su cuerpo se siente tan frágil en mis brazos que empiezo a estresarme. Lo poco que se resiste a mis movimientos mientras tiro de ella solo lo hace más evidente. ¿Estará bien si la dejó sola? Tardó dos segundos en recordar que ese no es mi problema. La suelto pero la sostengo de nuevo cuando me doy cuenta que tiene la intención de girarse hacía mi. —No te gires.— le digo apretando su cintura para evitar que se mueva. —¿Por qué no?— me sorprende su pregunta, pese a que su cuerpo tiembla entre mis brazos su voz es firme, casi sugerente. Interesante. Ella no me tiene miedo. Se siente atraída por mi, pero ni siquiera me ha mirado. Que chica tan extraña. —No quieres involucrarte conmigo.— soy sincero con ella antes de que se haga una idea equivocada. —¿Entonces me usaste para poder entrar al club?— me pregunta y detrás de su voz despreocupada noto cierta decepción. Me muerdo la lengua antes de ceder y corregirla solo porque su voz entristecida realmente me esta incomodando. —No, yo te dejé usarme a mi. La suelto y me pierdo entre la gente antes de que pueda girarse. Robert Johansen es el proveedor más pedante que he conocido en mi vida, ni siquiera su propia esposa lo soporta, si no lo hiciéramos ganar más de 500 mil dólares al mes, sin duda ya lo habrían dejado. Lo busco entre la gente hasta que lo encuentro. Con ella. No puede ser. Esa extraña mujer pelirroja esta coqueteando por él. El que este coqueteando con él después de coquetear conmigo me molesta y me molesta que me moleste. Especialmente cuando Johansen es un hombre tan despreciable por dentro y por fuera. Ella se inclina hacía adelante mostrando su escote y él prácticamente babea sobre ella. Él se levanta y ella se queda atrás, Johansen va hacía la puerta y ella se levanta a bailar en la pista con un grupo de chicos que claramente no conoce pero ellos se adaptan a la presencia de la extraña rápidamente. La cantidad de droga en el sistema de esos chicos probablemente ayude con su convivencia. Aprovecho el momento para ir tras Johansen que ya ha salido del club. Pero cuando lo encuentro afuera es demasiado tarde. Él esta muerto. No hubo gritos, no hubo golpes, ni forcejeos. Quien lo haya atacado debe haberle llegado por la espalda y fue lo suficientemente rápido para desaparecer en poco tiempo. No pudo ir muy lejos. Rodeo el club esperando encontrar a alguien conocido. No hay nadie en la mafia que no conozca y tengo una leve sospecha de quien querría deshacerse de él y darme problemas pero no encuentro a nadie. Finalmente regreso sobre mis pasos cuando un cuerpo pequeño se estrella contra mi pecho. Es… Es ella. —¿Estas bien?— pregunto sin pensar mientras la veo sobarse la nariz después de estrellarse contra mi pecho. Ella deja de frotar su rostro para mirarme y notó el reconocimiento en sus facciones. Ella nunca me vió cuando entramos al club pero aún así me reconoce. ¿Fue solo por mi voz o algo así? —¿Estas bien?— le preguntó de nuevo después de que ella me observa en silencio un largo tiempo. —Claro, ¿por qué no lo estaría?— responde tranquilamente. —Porque corrías como una loca por la calle.— le digo con obviedad pero ella sigue observándome y sonriéndome como si hubiese encontrado un billete de alta denominación tirado en la calle, estoy seguro de que no escuchó nada de lo que dije. —Sabes mi cita acaba de abandonarme— me dice de pronto cambiando el peso de un pie a otro con nerviosismo— te gustaría remplazarlo— añade sorprendiéndome. Logró mantener el control de mi rostro al responderle: —Estoy ocupado— y lo estoy, acaban de rebanarle la garganta a mi distribuidor pero aún me sorprende su audacia. Las mujeres que suelen querer involucrarse conmigo son las que pertenecen a mi mundo, mujeres que son tan aterradoras como yo cuya brújula moral esta igual de desviada. Esta linda chica sin tatuajes y aún con ese brillo infantil y esperanzado en sus ojos marrones llenos de vida definitivamente es el tipo de chica que debería tenerme miedo. Tal vez sentirse atraída por mi a la distancia pero jamas acercarse lo suficiente como para hablar conmigo. Tengo los brazos cubiertos de tatuajes hasta el cuello y mi presencia completa grita ilegalidad y problemas a kilómetros de distancia. Y a ella parece gustarle. —Esta bien— me dice resignándose sorprendentemente rápido con mi rechazo.— pero que conste que yo termino contigo novio falso. Por cierto gracias por ayudarme a entrar. Adiós. Espero que me rebase con indignación y se vaya, en su lugar siento como tira de mi corbata antes de besarme. Mierda. Mis labios se mueven contra los de ella antes de que pueda racionalizar lo que estoy haciendo. No se cuanto tiempo pasa antes de que la tome de los hombros y la aleje de mi. —Esto es una mala idea, te lo dije. — le recuerdo mis palabras de antes. —“No quieres involucrarte conmigo” Eso suena muy tentador. A las chicas nos gusta el peligro. ¿Realmente esta diciendo eso? Tal vez solo esta borracha. —Bueno, supongo que ese lindo europeo que miraba mis piernas en la puerta del club estará más interesado.— me dice ella y no si esta realmente dolida conmigo o si lo esta fingiendo pero un incomodo retorcijón invade mi estomago cuando recuerdo a los dos extranjeros que la miraban mientras peleaba con el portero por entrar. Realmente pensé que ella no lo había notado pero es mas observadora de lo que pensé. Pasa a mi lado contoneándose en dirección a la entrada del club. ¿Realmente va a ir con esos hombres que le miraban los pechos y las piernas con asqueroso descaro? Suelo ser un hombre limpiamente racional, pienso cuidadosamente las cosas antes de hacerlas. No estoy pensando nada cuidadosamente cuando la alcanzo y la regreso sobre sus pasos para empujarla contra la pared y besarla sin darle la opción de alejarse. Hay algo realmente adictivo en la forma en que ella mueve sus suaves labios contra los míos. —No puedes tratar a una mujer así y esperar que lo acepte.— me reclama ella girando la cabeza para evitar que la bese. Me molesta, me molesta que me detenga. Ella acaba de hacer que pierda el control de mi mismo y no va a librarse tan fácilmente. La levantó obligándola a abrazarme con sus lindas piernas. Su vestido se sube demasiado dejándome ver su ropa interior de encaje. Carajo, voy a volverme loco. Comienzo a frotarme contra ella y ella hecha la cabeza hacía atrás completamente excitada moviéndose también contra mi. —Eres una mujer problemática— le respondo sin aliento. —Lo soy y no me disculpo.— me responde con la voz cortada y sonriente. Carajo, realmente no me tiene miedo, esta completamente entregada a mi, podría tomar su pequeño cuello entre mis manos y hacerle mucho daño y sin embargo solo cierra los ojos y hecha la cabeza hacía atrás excitada. Mi mano sube por su pierna cuando una sirena de policía inunda la calle solitaria y me doy cuenta que no estamos tan solos como pensaba cuando escucho gritos a lo lejos. Encontraron el cuerpo. Ella no parece notarlo pero tiene la piel erizada, las manos heladas y la nariz roja. Así vestida no me sorprendería que se esté congelando. —Vete, este lugar es peligroso.— le digo poniéndole mi saco y abotonando el primer botón del traje cubriendo el escandaloso escote de su vestido rojo. —Casi me violas en un callejón, me gané saber tu nombre.— me dice ella mientras le acomodo mi saco. No tengo ninguna intención de decírselo. Me doy la vuelta para salir del pequeño callejón en el que nos introducimos cuando su voz me alcanza. —Te advierto que si no me lo dices te diré Tony y a todos los hombres los llamo Tony. ¿Va a decirme como le dice a todos los hombres? ¿Y por qué Tony de todos los nombres? Es una mujer realmente extraña y se que lo dijo con toda la intención de incomodarme. Y lo logró. —Soy Franco.— respondo resignado. —Soy Jessica— me dice ella sin que se lo pregunte. Suspiro deteniéndome un segundo antes de responderle. —Hasta nunca Jessica. Realmente jamas pensé que nos volveríamos a ver tan rápidamente. Mucho menos en una situación parecida, con ella en medio de diez hombres mirándola como un apetitoso cordero herido. ¿Cómo llegó ella aquí? ¿Cómo terminó involucrada con esta bola de hombres de mierda? Tal vez hay más de ella de lo que pensaba. Se como funciona mi mundo, se lo qué pasa con las mujeres que caen en el momento y el lugar equivocado. Se lo que van a hacer con ella. Tomo la tercer decisión impulsiva en mi vida y entonces lo digo. —¿Cuánto quieres por ella? voy a compararla Me la llevaré, lo que haré con ella después es problema de mi yo del futuro. Estoy jodidamente loco. Ella esta drogada, sus ojos rojos, sus pupilas dilatadas y el hecho de que no puede levantarse es suficiente evidencia. No se que droga le pusieron pero debe ser una que inhabilita su cuerpo para que… Bueno, para que no pueda defenderse de ellos. Siento tantas náuseas con la sola idea que quiero sacar mi arma completamente cargada y dispararle a seis hombres en esta habitación. Los cuatro que sobran solo vivirán por que mi arma se descargó. Por suerte se apuñalar. —3 mil dólares— me responde Ortega sonriendo. Se que va a venderla por mil dólares, es probable que ella no sea virgen así que es el precio habitual. Me la esta vendiendo por ese precio solo para molestar porque realmente no cree que vaya a comprarla. Entonces ella habla. —¿3mil dólares? Estoy segura que yo valgo al menos 5 mil. ¿Ella realmente acaba de quejarse por el precio de su venta y no por el hecho de que esta siendo vendida como una cosa? —Muy bien, 5mil dólares.— dice Ortega sonriendo. Él realmente no espera que yo quiera comprarla. —5mil era solo una propuesta, estoy segura que valgo incluso más que eso.— vuelve a contra ofertarse a si misma. No se hasta que punto es la droga en su sistema o simplemente ella esta loca. Probablemente un poco de ambas. La miro furioso y ella tiene el descaro de parecer avergonzada mientras me mira embobada desde el suelo como un pequeño cachorrito abandonado que esta a punto de ser asesinado en el matadero y me ruega con esos ojos brillantes que la salve. —Diez mil dólares por la zorrita.— me dice Ortega riéndose. Él realmente no espera que yo vaya a pagar un centavo por esta mujer. Sacó la chequera y añado un cero a esa oferta. —Esos son cien mil— le lanzo el cheque que aterriza en el suelo. Su orgullo no es fuerte porque no se ofende por mi gesto y acepta el dinero fácilmente. Hay cierta sorpresa en su rostro pero más que nada parece complacido. Después de todo los mil dólares que iba a ganar se convirtieron en cien mil. —Levántate Jessica— digo su nombre y algo parece brillar en su mirada— no puedo llevarte, tienes que salir por tus propios pies para que el acuerdo sea valido, por favor levántate. Afortunadamente ella lo hace. Y no se cae en todo el camino hacía afuera, aun que tengo que sostenerla un par de veces y parece que esta aprendiendo a caminar. Estoy seguro que un niño de tres años tiene más habilidad para caminar que ella en este momento. Casi suspiro de alivio cuando salimos del edificio. Siento miradas sobre mi desde las ventanas del último piso como el láser del un francotirador. ¿Cómo carajo me metí en esto? Jessica vuelve a caerse al suelo. —Esta temblando, deberíamos ponernos debajo de una mesa.— Ella empieza a gatear y se pone entre las piernas de uno de los hombres de mi escolta cubriéndose la cabeza. Mi escolta me mira confundido sin saber que hacer con la chica entres su piernas. Respiro para darme paciencia antes de ir hacia ella y levantarla para cargarla sobre mi hombro. —¡No, no debes estar en las alturas cuando esta temblando!— me grita agitándose para que la baje. No lo hago. No estoy seguro de cuanto tiempo durará la droga en su sistema pero estoy seguro que no será pronto. Ella patalea todo el camino hasta el auto, afortunadamente vivimos en una sociedad de imbénciles cobardes y nadie se involucra ni se detiene a ver a la chica que estoy llevando en contra de su voluntad a mi auto. La dejo en la parte de atrás y pongo el seguro de niños solo por si acaso. —Vayan en sus autos, yo iré con ella— le digo a mi escolta que asiente sin cuestionar nada más. Entró al asiento del conductor y arranco. Cuando me giro me doy cuenta que Jessica esta a mi lado, no se en que momento se pasó al asiento del copiloto. Pero el asiento del copiloto no tiene seguro de niños. —¡Sigue temblando, no debes estar en un auto cuando esta temblando!— me grita ella un segundo antes de abrir la puerta con el auto en movimiento. La jalo hacía mi antes de que salte del auto controlando el volante con la otra mano. Debe ser una broma. Hago un brusco giro en u para estacionarme y escucho unos cuantos pitidos y maldiciones de los conductores que casi se estrellan conmigo. Ella empieza forcejear tratando de bajarse y yo la jalo a mi regazo intentando calmarla. —¡Tengo una cena con Obama!— me grita luchando por salir del auto. Ella era realmente una chica extraña estando en sus cinco sentidos pero ahora que la droga a llenado su sistema se ha convertido en algo imposible de tratar. La envuelvo entre mis brazos como una camisa de fuerza apretando su espalda contra mi pecho y acomodándola mejor entre mis piernas. —¡Él me hará la primera dama!— llora mientras sigue luchando conmigo. —Él ya no es presidente— le respondo y no se realmente porque le sigo la corriente. —Eso es lo que él quiere que pienses— me responde sin dejar de luchar. Es sorprendentemente fuerte. De pronto ella detiene su lucha y me mira por encima del hombro al momento que yo también me congelo. Los ojos enrojecidos por la droga le brillan con emoción cuando se da cuenta de lo mismo que yo. Estoy duro. Mierda. Y ella… Carajo, ella empieza a moverse contra mi regazo. ¡Ella esta loca! Y yo estoy mas loco por que no la detengo y demonios sabe lo que hace. Ella habré la boca mientras se acomoda mejor sobre mi regazo y suspira haciendo un sonido que… Basta. Ella esta muy drogada y yo estoy muy fuera de mi elemento. Y en muchos problemas. La agarro por el cuello desde atrás buscando detenerla. —Basta— le susurro pero por algún motivo mi acción parece emocionarla mas porque se frota más fuerte. Aprieto su cuello con la suficiente fuerza para impedir la entrada de oxigeno.— Jessica no quiero hacer esto, basta. Ella no se detiene y si ella no se detiene voy a perder el control. Y yo nunca pierdo el control. Aprieto su cuello con más fuerza y eso no la detiene. Carajo, no puedo, voy a… Presionó en los puntos exactos en su cuello que un instante la deja inconsciente. Su cuerpo cae inconsciente contra mi pecho. Finalmente… La tomo en brazos y la llevo a los asientos de atrás, la acomodo a lo largo del asiento con cuidado. No puedo evitar observar su cuerpo vulnerable y completamente fuera de si. Esos hombres realmente iban a violarla y luego a venderla. Solo de pensarlo quiero regresar por donde vine y cortar los micropenes de cada uno y hacer que los cocinen y se los coman. De acuerdo, estoy pasando demasiado tiempo con esta mujer. Vuelvo hacía el asiento del conductor y arranco el auto presionando el acelerador, después recuerdo qué hay una mujer inconsciente en el asiento trasero y bajo la velocidad. La observo por el parabrisas y ella sigue inconsciente. Su rostro es sereno, como si no fuera consiente del peligro de estar atrapada en un auto conmigo. Sería tan sencillo si tan solo me tuviera miedo. Es la primera vez que conozco a alguien que se aferra a mi, la primera vez que mi rechazo y mi trato impersonal no le hace salir corriendo o lanzarme algo a la cara con odio. Y eso hace que algo incomodo y doloroso se apriete en mi pecho. Tengo que sacar a esta mujer de mi vida lo antes posible. Antes de que sea demasiado tarde.
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