La otra

1924 Words
Las dos primeras semanas en el gimnasio con Gabriel habían estado bien, no sé como podía irse a trabajar después de todos los ejercicios que hacía porque yo quedaba totalmente exhausta, llegaba a casa y me tiraba a en la cama, él se iba al baño y después de una corta ducha salía a exhibirme los progresos de su cuerpo y al final se marchaba. Quizás pensé que iba a ser tedioso pero lo estábamos pasando muy bien juntos, no era desagradable que me acompañara al gimnasio, al contrario, era más fácil así. Él iba a su rutina y yo a la mía. Fin de semanas fue normal, hasta que el domingo él decidió que fuéramos casa de mis padres, los niños estaban felices con eso, papá jugaba mucho con ellos y seguro que los extrañaba. El sábado fue divertido en un cumpleaños de una amiga de Aura, por lo que un domingo tranquilos con los abuelos no estaría demás. Solo que Gabriel nos dejó allí y luego se marchó, se supone que íbamos a estar los cuatro, que por eso lo planeó. —Y dime, hija. ¿Cómo va la relación con Gabriel?—ambas estábamos sentadas bajo una sombrilla mientras papá perseguía a los niños sin cansancio, ellos reían y hacían mucho ruido al correr o cuando papá estaba por alcanzarlos. —Bien. Estamos en paz, con eso basta. —¿Qué hay en la intimidad? —No estamos intimando, le pedí que no me tocara y él está respetando eso. —¿No crees que irá a los brazos de esa otra mujer? Si no le estás dando lo que le corresponde, seguro que se lo seguirán dando en otro lado.—¿cómo es que una mujer podía tener ese tipo de pensamientos? —A veces siento miedo de como te expresas.—le dije, siendo totalmente cierto, me mortificaba.— Creo que no me gustan los consejos matrimoniales que me das. —Solo porque te digo la verdad y eso nunca lo has llevado bien. Te quejabas porque te era infiel, te tomó a la fuerza, el hombre busca solucionar las cosas y ahora tu lo privas de tu cuerpo. ¿A qué juegas? Ya no eres una jovencita y a las mujeres se nos ven mas los años, en cambio a los hombre mientras más maduros, más atractivos serán para otras mujeres. No ha sido certera tu posición de no tener sexo con él. ¿Dónde está él ahora? —No lo sé, no es un niño, no me pide permiso para ir a donde sea que vaya. Escucha, mamá, según Gabriel ya eso con esa mujer terminó, fue un error y él lo reconoce, quiere mantener a su familia y las cosas nos están yendo bien sin sexo, es un acuerdo entre los dos. No hace falta apresurar nada, eso nunca sale bien. —¡Ningún hombre está bien sin sexo! Y si lo está…es porque se lo están dando por otro lado. Piensa en eso. Alegaste no tener culpa la primera vez que te fue infiel, ¿qué pasará si vuelve a caer? ¿Dónde conoció a esa mujer? —Si Gabriel vuelve a serme infiel, nuevamente será culpa de él, no mía. Se supone que es una mujer de su trabajo, es todo lo que sé. —Tienes que ser tonta o es que ya no amas a Gabriel, ¿eso es lo que sucede? ¿La llama se apagó en tan poco tiempo? —Mamá, ¿de qué hablas? —Es una mujer que trabaja con él, Meg. Lo que significa que la ve todos los días, y ella seguro que va cada días mas bella y mas elegante, brindándole lo que una vez tuvo y lo que tu le niegas en la casa. Como no te pongas las pilas, la próxima vez habrá divorcio, créeme. La otra siempre quiere dejar de ser la amante y convertirse en la señora. Como le des cavidad, ya no hay retorno. Gabriel me había asegurado que eso ya había terminado y yo le creí, me pareció que no mentía, pero…no estábamos intimando. ¿Y si…? No, sus cambios se estaban notando y eran para bien. Si estuviera con ella otra vez, esta vez sí me daría cuenta, ya no pasaría inadvertida como la última vez, mis ojos ahora estaban abiertos y él tenía un comportamiento admirable. Estaba siendo muy amoroso, cariñoso con los niños, llegaba temprano a casa, me ayuda con ellos para hacer las tareas del colegio, veíamos películas juntos, ya tenía dos semanas de puros cambios. No notaba nada raro en él, pero tampoco quería pecar de ingenua y en esta situación era mejor dudar que confiar ciegamente. No otra vez. Ya lo había hecho una vez. Me fui con los niños y papá antes de que mamá siguiera sembrando la cizaña. Ya muchas dudas tenía en mi cabeza como para que me implantara más. Estuve corriendo de un lado a otro con papá, persiguiendo a estos niños que no tenían cansancio, pero papá aguantaba muy bien. Para cuando llegó Gabriel, ya los niños estaban exhaustos. —¡Papá!—Aura corrió hacia él con los brazos abiertos y al llegar donde su padre ella se sujetó a sus pies hasta que él la tomó en brazos. La pequeña Aura era idéntica a Gabriel, hasta sonreían iguales los dos, a él se le hacía un hoyuelo en la mejilla derecha y a ella también siempre que reían. Samuel tenía mas parecido a mi, aunque los ojos eran los de su padre y creo que iba notando muchas cosas en él de su padre. Él entró a saludar a mis padres y luego salimos para marcharnos. Me aseguré de que los niños estuvieran bien acomodados en sus sillas y entonces él emprendió la marcha. —¿Dónde estabas?—pregunté distraída. Gabriel encendió la música y le bajó el volumen, a mi pregunta no le dio ninguna respuesta. Desvié la salida del aire de mi, pues tenía algo de frío, pero mientras hacía eso, noté que en la puerta, en la apertura que tenía esta para poner cosas, había un labial, pequeño, de estuche n***o, era de marcha. Lo tomé, lo abrí, era de color rosa pálido. Bajé el pequeño espejo que había frente a mi asiento y fingí que me iba a pintar los labios, a lo que Gabriel lo tomó con fuerza de mis manos, bajó su ventanilla y se deshizo de él. Había una mujer en el coche hace poco, ese labial no estaba allí cuando yo me bajé en casa de mis padres, y lo que era peor, no era mío, jamás lo había visto antes. Lo miré con lágrimas en los ojos y luego me recosté a mi asiento, observando hacia afuera. Mamá tenía razón y la aventura con esa mujer y Gabriel aún continuaba. Cuando llegamos a casa, lo dejé que bajara a los niños y corrí a encerrarme en el baño. Esto era insoportable. Se supone que la primera vez había sido un error, pero ¿cómo se le llamaba a la segunda vez? Tenía que salir hacer la cena y eso hice, le encendí la televisión a los niños y me adentré en la cocina, puse unas papas a hervir, para hacer un puré y comer con una carne que ya estaba hecha y había sobrado del almuerzo anterior. Gabriel vino a la cocina. —Megan, hablaremos después de que los niños se duerman.—sugirió. —¿Ahora te importan los niños?—espeté molesta.— Di lo que tengas que decir, ellos están en el salón. Si quieres divorciarte de mi, me duele pero…esta situación es insostenible. —¡No, no! ¡Claro que no! Te explicaré cuando se acuesten los niños. —¡Falta mucho! ¡Solo dilo, ahora! Había un labial de otra mujer en el coche, desapareciste durante toda la tarde y luego esto. No puedo más, Gabriel.—me perdí entre un llanto silencioso para que los niños no me escucharan, sobre todo Samuel que era el mas grande y ya iba entendiendo cosas.—Otra vez no, ¿también dirás que fue mi culpa, que fuiste débil? No ha pasado mucho desde que supuestamente la dejaste, si es que alguna vez lo hiciste. Tus mentiras ya no tienen límites, Gabriel. —¡La dejé! Te lo juro. Solo…dame tiempo, deja que los niños vayan a la cama y hablamos con más tranquilidad. Pero yo era imposible que me sintiera tranquila ni hasta ese entonces y menos después. Hice puré las papas, coloqué la mesa y senté a los niños, dejándolos cenar con su padre, me marché a la habitación. Gabriel se encargó de prepararlos para ir a la cama mientras yo esperaba. Fui a darle un beso a los niños cuando estuvieron listos y volví a la habitación. —No es lo que crees, quise que fueran a casa de tus padres porque esa mujer —Tu amante.—cada cosa llamada por su nombre y eso es lo que ella era, su amante. —Ya no lo es, te dije que la dejé y es de verdad. Todo terminó desde que te lo dije. Ella no lo aceptaba. Ha estado llamándome constantemente, quería que continuáramos pero me he mantenido firme en mi decisión, pero ella está molestando, me dijo que tu lo ibas a saber, le dije que ya tu lo sabías y no me creyó, quería venir para hablar contigo. El otro día me siguió hasta casa, así que sabe donde vivimos. Y hoy, domingo, quería hacer un escándalo, por eso insistí en que fueran a casa de tus padres. Ella estuvo aquí. Quería hablar contigo. —¿Ves lo que causas? ¿Te das cuenta? Hablaré con ella, si ella lo que quiere es mostrarse y restregarme en la cara que te metiste en su cama, está bien, que lo haga. Si con eso nos va a dejar en paz y va dejar de venir a mi casa. Está bien, que lo haga. —No tienes que hacerlo, Megan, es lo que ella quiere, molestar. No tiene el derecho. —Tu le has dado el poder para que lo haga, no solo se acostó contigo no sé cuantas veces si no que ahora tiene el descaro de venir a perturbar a mi familia. ¡Es increíble! Y lo que es peor, seguro que ella conoce mi cara y yo no sé ni quien es o de quien se trata. Pero si algo me pasa, quedará en tu consciencia, ¡a mí o a los niños! —¡Megan! No tienes que exagerar todo. Ya está, lo he solucionado, no tienes que preocuparte ni le verás la cara otra vez, ella no intentará venir. Te lo prometo. —Tus promesas no me sirven de nada.—dije más que molesta. Ahora se supone que ella sería la que molestaría a mi familia, porque no le bastaba con cogerse a mi marido. —Por favor, te digo que eso se acabó, que ella esté molesta es una muestra de que todo terminó, estoy entregado a mi familia, no puedes decir que no ves los cambios. Esta rabieta de ella pasará, te lo prometo. Aquí no va a volver. Tomé mi pijama y me cambié en el baño. Este era el colmo de todos los colmos. La amante de Gabriel ahora quería hacer escándalo y mostrarse ante mi. ¿Con qué fin? ¿Destruirnos? Ya él se había encargado de eso.
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