Sin mencionar que decidí no creerle nada a Gabriel, todo siguió igual, él en su lado de la cama y yo en el mío, frente a los niños seguía todo normal, intimidad cero, nada de contacto físico ni de otra índole. Seguíamos yendo al gimnasio, solíamos hablar de cosas sin importancia en ese transcurso y sobre el hecho de que seguía con las esperanzas puestas en ese trabajo, el que conseguiría en algún momento. Seguía buscando propuestas de trabajo, enviaba algunos currículos mientras trabajaba mi cuerpo y ahora miraba hacia atrás por si alguna loca me seguía en las horas que tenía fuera de casa, ya que Gabriel se negó a enseñarme una foto de su amante, alegando que ella no se acercaría, que no hacía falta conocerla para evitarme un “disgusto”.
Ya llevábamos un mes así y yo podía aguantar cuantos fueran necesarios para ver hasta donde iba a seguir con sus “cambios”. Era como único podía saber si eran verdaderos, aunque él parecía estar cansándose, quizás eso era lo que yo quería.
Patty me había investigado, aunque no se lo pedí, sobre un presentador muy conocido que estaba en el mismo gimnasio que yo, solo que este entraba, según ella, a las siete de la mañana, luego de que terminaba su programa matutino de las seis. Me levanté mas temprano para ver su programa, tenía buen rating, era muy apuesto y carismático, se supone que Patty quería que lo abordara en el gimnasio y que me presentara como su admiradora y de paso que le hablara de mi carrera y mi intención de un trabajo de ello. Era absurdo, pero no sonaba tan descabellado, incluso me lo estaba pensando, ya que no era la peor de las ideas. Valía la pena intentar todo, sobre todo con algo que era mi sueño y estaba poniendo de mi empeño en ello.
En este mes sentía mis piernas mas firmes y mi abdomen un poco más plano, seguía la rutina al pie de la letra y me gustaban los resultados que estaba obteniendo. Lo podía lograr, no me quedaba la menor duda.
¡Claro que podía!
—Gabriel.—se había quedado en la cama y ni se levantó a desayunar aquel martes, los niños estaban listos y yo también, se supone que los dejábamos en la escuela y de ahí nos íbamos juntos al gimnasio, así no había que usar dos coches si íbamos al mismo sitio.—¿No irás hoy? Ya tengo que llevar a los niños a clase.
—No iré hoy, me duele la cabeza.—me respondió todavía en la cama.
—¿Quieres que te traiga alguna pastilla?
—No, puede que si me quedo un rato mas en la cama se me pase. Pero no iré al gimnasio.
—Entonces nos vemos cuando llegue, ¿estarás aquí?
—Si no voy hoy al gimnasio, entraré mas temprano al trabajo, puede que no esté para cuando regreses.
—Pues ya nos vemos en la tarde. Espero que te mejores.
—Que tengas un buen día, Megan.
Era la primera vez que él decidía faltar en todo este mes, pero si se sentía mal era muy lógico que no fuera al gimnasio, no tenía nada de extraño.
Me despedí de Patty, quien cada mañana me alentaba para que hablara con Hugo, el guapo presentador, solo que aún no me animaba y tenía que planearlo muy bien.
Dejé a los niños en la escuela y esta mañana Aura estaba un poco indecisa en si se quería quedar o romper a llorar para quedarse conmigo, al final me dio un abrazo y se fue con una amiga que su maestra mandó a buscarla para convencerla.
Este martes no hubo lágrimas, menos mal.
Empecé mi rutina como de costumbre, todo normal. Hacía mis ejercicios en orden y el entrenador venía de vez en cuando a asegurarse de que estaba haciendo las cosas bien, nunca estaba de mas una corrección de postura.
Estaba en la caminadora mientras mis brazos descansaban. Una chica, aparentemente nueva, se colocó en la que estaba a mi lado, aunque no mantenía una charla con todo el mundo, yo sabía quienes eran los recurrentes, ya llevaba un mes aquí, reconocía los rostros y ellos a mi.
Esta chica era nueva.
—Hola.—me saludó, llevaba su velocidad al mínimo, por lo que parecía querer charlar. Era joven, unos veinte y pocos, muy pocos, probablemente no llegara ni a los veinticinco años, su perfecto cutis lo dejaba claro, la firmeza de sus senos sin sostén y sus delgadas piernas. Probablemente ese era el físico que buscaban en una presentadora, la chica era muy bella, no sé qué hacía en el gimnasio, porque a su cuerpo no le hacía falta ni tonificar, miré su abdomen que llevaba fuera junto con su piercing en su ombligo que parecía hundirse en lo plano de su estómago. A lo mejor hacía esto para pasar el tiempo o solo era costumbre de ella, lo cierto es que era nueva y no necesitaba venir al gimnasio.
—¿Eres Megan?—preguntó. ¿Cómo conocía mi nombre?
—No sé si habrán otras Megan aquí, pero soy Megan. ¿Eres nueva?
—Podría decirse. Mi nombre es Lissy.—dijo sonriente con cierta expresión.
—Lissy.—algo no me cuadraba con Lissy. Detuvo su caminadora y no sé porqué yo hice lo mismo.—¿Cómo sabes mi nombre? ¿Me conoces?—yo no la conocía de nada.
—Claro.—respondió y se empezó a reír.—Obvio que te conozco. La esposa amargada de Gabriel, la ama de casa dedicada que solo piensa en sus hijos y se ha quedado allí de chopa. Para la edad que dice él que tienes, te ves más vieja. Eres casi una señora. Menos mal que te inscribiste al gimnasio, porque no quiero saber cómo te veías antes.—decía sin parar, clavando sus ojos en cada detalle de mi cuerpo.— Supongo que traer a dos hijos al mundo no ha de ser fácil. Ya sabrás quién soy.
Desde luego que sí.
Su carta de presentación había sido muy clara.
—La amante de Gabriel.—dije. Eso era ella, la amante.
—¡Bingo! ¿Quieres que sigamos hablando aquí o nos vamos al baño?—me miró enarcando sus cejas, bajó de la caminadora y yo la seguí al baño.
Al fin nos veíamos la cara, ahora podía saber quién era, una mujer joven, hermosa, con un cuerpo envidiable y aparentemente muy segura de sí misma, creyendo conocer cosas sobre mi, parecía estar bien informada.
Dejó sus cosas frente al espejo y apoyó una mano en él, mientras la otra se la llevaba a su delgada cadera.
—Querías conocerme, hablar conmigo. Aquí estoy.
—Ya te conocía y sabía tus pasos, solo me faltaba hablar contigo. No vine aquí a discutir, contrario a lo que Gaby creía.
—¿Gaby?—así lo llamaba.
—¿Sabes por qué no está aquí esta mañana? Lo he citado, solo como prueba y además para que estuvieras a solas y pudiéramos hablar. ¿Qué mentira te dijo? ¿Dolor de cabeza? ¿Asunto laboral urgente? Déjame decirte que todos los asuntos laborales urgentes se llaman Lissy.—me provocaba náuseas recordar todos los asuntos laborales urgentes que me llegaban a la mente siempre que él ponía esa excusa.— Mira este anillo.—mostró su mano, luciendo un hermoso anillo con un diamante en el medio, mientras yo llevaba en el dedo una simple alianza sin ningún adorno, de cuando él apenas empezaba en su trabajo, nuestro inicio, aquel comienzo de dos enamorados.—¿Sabes qué coche uso o quién me lo compró? ¿Cuántas cenas se perdió con su familia? ¿Cuantas veces llegó tarde, muy tarde por no querer despegarse de mis brazos o de entre mis piernas? Nunca lo retuve o le dije quédate, él quería quedarse. Siempre. Sé que ni siquiera te tocaba, no le hacía falta, conmigo tenía todo. ¿Cómo es que nunca sospechaste? ¿Tan bien fingía él o solo eres una conformista que le daba igual una cosa que otra? Tienes cara de ser de esas mujeres que solo les importa mantener las apariencias y fingir que todo va bien en su matrimonio, ¿eso eres, Megan?.—sequé una lágrima que se deslizó por mi mejilla.—Lo siento, no vine a ofenderte, me dejé llevar.
—¿Qué tiempo tienen juntos?
—Desde que nació Aura.—hablaba de mi hija y decía su nombre como si la conociera.—Empezamos siendo amigos, me hablaba de ti, de lo mal que la pasaba a tu lado, con una mujer tan fría y poco cariñosa, conformista y rezagada, sin ninguna meta o un sueño, mas que poner la comida en la mesa, lo pronto que se casaron , lo mucho que cambiaste y saliste embarazada muy rápido, ¿qué pretendías? Empezamos con los besos para consolarlo y una cosa llevó muy rápido a la otra, porque Gaby es un hombre encantador. ¿Cómo es que no te hicieron falta sus besos o sus manos sobre tu cuerpo? Es un hombre muy ardiente que sabe cómo complacer, sabe ser gentil, pero puede ser salvaje, un animal en la cama, pasar de ser tímido a convertirse en un león feroz. Ha intentando resistírseme, pero que acudiera hoy a mi cita, donde es obvio que lo dejé plantado, es una muestra para ti que quería darte, mostrarte a ti que lo voy a tener cada vez que se me pegue la gana, cada vez que sienta mi cama muy fría, será él quien la caliente. Gaby duerme en tu cama, pero es mío. De nada sirve que sea tu esposo, si no lo conoces, si no lo comprendes, si él no te ama. Los niños son su único motivo de seguir contigo, porque no quiere separarse de ellos y que crezcan en un hogar roto con una mujer como tú, vacía. Dice que te pareces mucho a tu madre, eso parece desagradarle. Eres lamentable.—tomó sus cosas y pasó junto a mi, a lo que yo sujeté su brazo izquierdo con fuerzas.
—Escucha, perra arrastrada. Me da igual lo que tengas con Gabriel, me da igual que esta noche o todas las venideras duerma en tu cama, lo hagan en un baño a escondidas o en el coche, ya que después de todo eres la amante, pero lo que no voy a permitir es que tomes a mis hijos en tu sucia boca o que finjas conocerme y decir cosas de mi. Si quieres creer las mentiras que te cuenta Gabriel para excusarse de estar conmigo y no dejarme, son tus problemas, creo que no ves que son las típicas excusas del hombre infiel, donde le echa toda la culpa a la esposa para consolar a la amante, justificarse y hacerse el lamentable. Si tan segura estás de todo eso, pídele que se divorcie de mi, realmente estaría haciéndome un favor. Y he sido yo la que no me he dejado tocar desde que sé que tenía una amante, quizás estoy con él todavía, luego de saber de su relación, pero no me creas tan estúpida, soy mas que la opinión de Gabriel o la tuya.—solté su brazo y ella se acercó a mi.
—No estás en los treinta y ya tienes arrugas. Cuando se divorcien, ¿a qué te vas a dedicar? ¿Seguirás refugiándote en un gimnasio? Estoy segura que te crees la gran cosa solo porque vienes a un gimnasio costoso. Me imagino que nunca te ha llevado a ningún lugar elegante. ¿Sabes con quién Gaby ha celebrado cada uno de sus logros en el trabajo? Conmigo. ¿Sabes a quién ha presentado a sus jefes? A mi. Yo sí he estado ahí para él, tu solo eres la que le crías a los hijos mientras él se vuelve un hombre exitoso, eso serás siempre, la sombra de tu esposo.
Sujeté su brazo izquierdo mientras mi mano impactaba en su mejilla derecha, la había golpeado con muchas fuerzas, llena de rabia, de ira, de impotencia.
Mis manos se fueron a su cabello y comencé a tirar de ellos mientras ella lloraba y pedía a gritos por ayuda, la tiré al suelo y no hacía mas que golpearla en la cara, sus manos me empujaban, yo estaba sobre ella, intentaba apartarme y logró dar con mi cabello, tiró de mi hasta bajarme de ella, me incorporé primero y comencé a patearla en el costado, me sentía como una desquiciada y una parte de mi quería que fuera Gabriel quien estuviera allí, bajo mis pies.
Un monitor entró al baño y me apartó de la tal Lissy, otra mujer que escuchó los gritos se acercó para ayudarla mientras yo era sacada del baño, llamando la atención de todos, me observaban como una loca y tal vez lo estaba.
En aquel momento me había vuelto loca.
No se trataba de Gabriel, de esa mujer o el hecho de que fuera la amante, se trataba de los desvergonzados que habían sido los dos. Estaba con ella desde el nacimiento de Aura, la mujer me conocía, sabía cosas de los dos, pero la mayoría no eran ciertas, hablaban de mi como si supieran todo sobre mi, como si yo solo fuera lo que ellos decían.
Una enfermera pasó a mi lado para atender a Lissy.
—Megan, ¿qué ha pasado?
—Esa mujer solo ha venido aquí a provocarme, es la amante de mi esposo y se le ocurrió la brillante idea de provocarme. Solo reaccioné.—le dije a Jasón, el entrenador con el que mas contacto tenía.
—Creo que debes irte ahora.—me sugirió.— Te llamaremos para cualquier cosa, pero…lo más probable es que ya no puedas seguir viniendo al gimnasio, nuestras políticas prohiben este tipo de comportamientos, Megan. La has molido a golpes.
—¡Y ella hizo añicos mi autoestima!
—Pero al menos no tienes la cara destrozada, ella sí.
—Bien merecido.
—Ya vete, Megan.
—Es lo que haré o solo intentaré entrar a ese baño hasta dejarla sin pelos.
Salí de allí mientras todos me miraban, si ya no podía volver al gimnasio con eso desaparecía mi oportunidad para hablar con el presentador Hugo, además seguro que el chisme se expandía en todos los horarios y esa oportunidad ya iba a estar arruinada, como todo lo demás.