Cuando llegamos a casa, había una señora que iba a ser la de la limpieza y la que cocinara al medio día, o eso es lo que dijo Gabriel. La casa estaba impoluta y los niños estaban muy felices con eso. Gabriel me llevó a nuestra habitación y nos sentamos en la cama para conversar. Aunque ya todo estaba dicho.
—Meg, muchas cosas van a cambiar desde ya. El tiempo para mi familia será primordial. Pero te he dicho todas esas cosas y sigues sin decirme nada, he sido completamente sincero contigo. Estoy poniendo de mi parte, pero necesito que al menos me hables. Lo necesito, por favor.
—Hace apenas unas horas, en esta misma habitación, la noche anterior, me tomaste sin mi consentimiento. ¿Cómo es que esperas que te perdone solo porque me lo pidas o porque creas que ya lo mereces? Llevabas teniendo sexo con otra mujer hasta hace solo también unas horas, es algo que quieres que te perdone de la nada. No puedo, así como no puedo ver el rostro de mi marido mas que como aquel monstruo que abusó de mi y se burló de nuestro matrimonio, todo al mismo tiempo.
Él se puso de pie.
—Lo siento, aunque eso no te valga de nada. Irás notando mis cambios, te demostraré que sigo siendo el mismo Gabriel con el que te casaste y ese al que amas.
¿Amar? ¿Qué tan rápido puede bajar alguien del pedestal en el que lo tenías?
—Supongo que el tiempo pondrá las cosas en su lugar, yo no puedo hacer nada.
Después del almuerzo que cocinó Amelia, como se llamaba la señora, los niños tomaron una siesta y yo me quedé en el salón, él trabajaba desde el ordenador en la habitación.
Patty, nuestra vecina, había venido para saber porqué los niños no fueron al cole, pero le dije que teníamos que visitar a mi madre.
Para cuando los niños habían despertado, ya Gabriel había terminado de trabajar.
—Vamos a ir al parque.—comentó.—Quiero aprovechar que tendré todo el día de hoy libre. ¿Quieres venir con nosotros?
—Vamos, mamá. Eres muy divertida.—y aunque los dejara solo ir con él, no pasaban tiempo a solas y sería un poco aburrido para ellos tres al inicio. Era raro que Gabriel estuviera sacando tiempo para ellos y los niños lo sabían y aunque extrañaban a su padre, no sabían como divertirse con él. Tendrían que acostumbrarse a este nuevo Gabriel que él pretendía ser.
A ver cuanto le duraba.
—Solo los acompañaré, ustedes intentarán divertirse por su cuenta.—dije.
Ese fue el trato.
Fuimos a un parque no muy lejos de casa, aunque tomamos el coche de Gabriel, solo por si luego queríamos ir a otro lugar.
Aura estaba en un pequeño castillo jugando con otras niñas y Sami bajaba por unos toboganes, Gabriel y yo estábamos cerca de ellos, desde nuestros asientos veíamos a ellos con total facilidad.
Miraba a todas esa madres allí, tan alegres, tan felices, unas solas, otras en pareja y algunas abuelas llevando a sus nietos. La vida de los demás desde fuera parecía tan perfecta, pero seguro que detrás de esos rostros habían muchos problemas igual o peores que los míos, o tal vez no, quizás de este grupo yo era la única pasando por esto. Tal vez todas veían a este guapo hombre junto a mi, sonriéndole a sus hijos y pensaban que todo era color de rosa, cuando el color con el que estaba pintado era muy diferente.
¿Qué haría yo ahora que alguien se iba a encargar de la limpieza del hogar y la comida?
Quizás…
¿Un trabajo?
Tenía mi título, mas nunca hice nada relacionado con mi carrera, solo me casé, me gradué, quedé embrazada dos veces y luego me convertí en ama de casa. Me convertí en esto, no hice más nada y había olvidado como hacer cualquier otra cosas.
—Gabriel.—se giró hacia mi con una sonrisa muy natural.
—Meg, ¿qué pasa? ¿Quieres tomarte algo? Hay una heladería cerca, la vi cuando veníamos.
—No me apetece un helado. Como ahora no tendré que estar con todo mi tiempo invertido en casa, ya que desde hoy habrá quien se encargue de eso, voy a pensarme en conseguir un trabajo, uno que tenga que ver con mi carrera.
—Ahora mismo no tenemos la necesidad de que los dos trabajemos.—dijo él, esa misma respuesta la recibí hace mucho tiempo.— Mis ingresos son los suficientemente altos como para que no tengas que trabajar. Eso ya lo sabes y no es algo por lo que tengas que preocuparte, mi responsabilidad son ustedes, mi familia.
—No se trata de aportar a la casa o de la economía nuestra. Me sobrará mucho tiempo, dejé de lado mi carrera para ser madre y cuidar de ustedes tres. Ahora que ya no será así, ahora que ya no será a tiempo completo, ¿no crees que puedo buscar un trabajo en alguna cadena de televisión, un pequeño programa o incluso hacer de pasante, tomar algo de experiencia. Quien sabe si consigo algo en algún programa. No estaría mal, me hace mucha ilusión.—y ahora que lo decía en voz alta, veía cuán buena era la idea.
—Meg, no quiero quitarte las ganas de eso, pero…ya no tienes veintidós años, como cuando soñábamos con verte dirigiendo uno de esos super programas junto a un conductor famoso, estar en la tele con tu hermosa sonrisa y ser una de esas hermosas mujeres que trabajaban allí. Tienes dos hijos y aunque no estés en los treinta, cerca estás. Tu figura ya no es la misma que cinco o seis años atrás. ¿Has visto al tipo de mujeres que eligen hoy en día para hacer esos programas? Tienen porte, presencia, un figura impoluta, son casi tan delgadas como cualquier modelo y pareciera que son maniquíes con una enorme sonrisa marcada en el rostro.
—Como para no quitarme las ganas con todo eso que has dicho.—dije desanimada.
—Solo soy realista.—sacó su móvil.—Y quiero que también lo seas. Si quieres hacer algo, al menos que sea algo que esté a tu alcance. Déjame mostrarte—me acerqué para observar unas fotos. Habían unas mujeres muy jóvenes, hermosas, muy bellas, con trajes muy elegantes y una delgadez extrema, con piernas muy largas y abdomen muy planos, pechos firmes y delgados brazos.—Este es el tipo de mujer que escogen para los programas. También es el tipo de mujeres que las personas quieren ver entrar a sus hogares, a través de sus televisores.
—Definitivamente no soy ese tipo de mujer, son la mitad de mi, de mi se sacan dos de ellas.—toqué los rollitos en mi vientre, sentí la papada debajo de mi rostro y mis enormes cachetes, al igual que mis enormes brazos, que cada día notaba más gordos. Además mis piernas estaban muy masudas y hasta mi trasero había engordado con el embarazo de Aura. No era el tipo de mujer que pondrían frente a las cámaras, no si me comparaban con ellas. Eso estaba mas que claro. Pero no me quería rendir, si las cosas iban a cambiar, tenían que cambiar también para mi.—Me apuntaré al gimnasio. Si el problema es mi peso, tiene arreglo, ¿no lo crees?
Dije como contramedida.
—Eso suena bien, pero ¿qué harás con tu falta de experiencia?
—Bueno, Gabriel, una cosa a la vez.—solté una risita, no iba a encargarme de todo de una vez. Paso a paso.—Empezaré con el gym mientras voy viendo donde conseguir algo donde ganar experiencia. Este será mi primer paso.
Se quedó observándome, tratando de descubrir si realmente hablaba en serio.
—Me inscribiré al gym contigo.—dijo.
—Como quieras, pero iré en la mañana después de llevar a los niños al colegio. ¿Cómo piensas ir en ese horario?—a es ahora él trabajaba.
—Puedes tomar otro, uno en el que yo pueda ir.
—Gabriel, no me voy a adaptar a tu horario. Si quieres venir conmigo, acóplate al mío o solo déjame ir yo sola, no me vendría mal. Y tú no necesitas ir al gym, soy yo la que lo necesito, iré en el horario que me sea mas cómodo.
Guardó silencio después de aquello.
Mañana mismo compraría mi ropa deportiva para ir al gym y cuando estuviera lista, empezaría, cosa de esta misma semana. No podía alargar, ya que tenía que aprovechar estas energías, antes de que me entrara el bajón.
Los cambios debían de empezar hacerlos ya. No esperar hasta que las cosas se enfriaran.
Mi vida tenía que comenzar a dar otro vuelco, menos casa y más vida para mi, fuera de los niños, fuera de Gabriel y quien sabe, un poco más de diversión, pues esta última palabra resultaba desconocía últimamente en mi vida.
Aquella noche cenamos fuera y al siguiente día todo cobró su rutina normal.
Preparar a los niños, hacer el desayuno y llevarlos al colegio.
Me quedé de camino en una tienda deportiva que vi y me compré dos pantalones deportivos, uno sobre la rodilla y otro a mitad del muslo, una camiseta con mangas cortas y otra de tirantes. Algunos sostenes deportivos, medias y las zapatillas deportivas ya las tenía, casi como nuevas, con apenas un poco de uso.
Había un gym a unos cuantos metros de casa, pero…sabía que todas las mujeres de los alrededores estarían allí y no tenía ganas de tener que socializar con ellas solo por pura cortesía, así que elegí el que estaba más lejos, dándome cuenta que este era un poco más selectivo, solamente con la recepción que tenía el lugar, era obvio que no cualquiera podía pagarlo. Pero mi marido tendría que hacer ese esfuerzo por mi, ya que según él nuestra economía iba muy bien. Y como no hacía mucha inversión en mi, que al menos me pagara un buen gimnasio.
No sabía cuanto era la media de la cuota en un gym, pero era obvio que este precio era elevado, tomé la mayor s*********n sin saber de qué se trataba del todo, pero sonaba bien. Podía venir en el horario que yo quisiera, las veces al día que yo quisiera, tenía área de masaje, piscina, muchos otros complementos, saunas y tantas tonterías como yo quisiera probar.
Iba a empezar al día siguiente, a las nueve de la mañana.
Sentía un poco de emoción.