Aunque pensé que no podría dormir, el cansancio pudo mas, y al cabo de un par de horas, solo me quedé dormida, después de aquel susto y de tener miedo bajo el brazo de mi esposo que dormía a mi lado.
Me desperté antes de que sonara la alarma, me dolían las piernas y un poco el vientre por las penetraciones forzosas que recibí de parte de Gabriel. Sin decir cómo se sentía mi v****a, mi espíritu o mi alma, al ser violada por mi esposo.
Era como aplastar mi ser y volverme nada.
Tuve miedo de mirar en su lado de la cama, me senté despacio y puse mis pantuflas en mis pies, al pararme de la cama, noté que él no estaba, la puerta del baño estaba abierta, con la luz apagada, por lo que él no estaba en el baño. No solía levantarse antes que yo.
Escuché unas risas fuera y me pareció muy extraño, eran los niños. Raramente despertaban antes de que yo fuera a sus habitaciones, eso solo pasaba en fin de semana y este no era el caso.
Fui a las habitaciones de los niños y ellos no estaban allí, corrí hacia la sala con un poco de pánico y los encontré en la cocina, con su padre.
Desayunaban.
—Buenos días, mamá.—me dijo el pequeño Sami. Aura tenía su pequeña cuchara en la boca, llena de cereal, por lo que solo me sonrió y allí estaba Gabriel, con el mandil puesto y friendo unos huevos. Como si no hubiera pasado nada, como si lo de anoche no ocurrió, como…intentara pretender que nada pasó.
—Queríamos darte una sorpresa, Meg.—Me sonreía muy normal.—Hemos hecho las cosas por ti. Llevas unos meses de agotamiento, mucho estrés y demasiado trabajo, siempre en casa; eso te está afectando mucho. Queremos lo mejor para mamá, ¿verdad, niños? Díganle la sorpresa.
—Mamá, habrá una señora que te ayudará en la casa.—me dijo Sami.
Mi cuerpo estaba allí, viendo todo eso, a él, lo que hacía, lo que decía y yo simplemente no me movía. Vi su sonrisa, como si fuera el mismo de siempre y luego me llegó a la mente como un choque eléctrico lo que me hizo la noche anterior, haciéndome reaccionar.
Abusó de mi.
No dije nada.
Me fui a la habitación y me cambié, miré en mi bolso que estuvieran mis tarjetas y efectivo, entonces lo tomé, dejándolo en la entrada junto con la llave de mi coche y una copia de la llave de la casa. Saqué a Aura de su silla y la dejé en el suelo, tomando su mano.
—Vamos, Sami, le haremos una visita a los abuelos.—anuncié en voz baja.
—¡Bien! No hay cole hoy. ¡Genial!—Sami estaba alegre, bajó de inmediato de la silla y vino a mi lado.
Cuando Gabriel caminó hacia mi, yo retrocedí con los niños. Dejó el mandil y soltó la cuchara en la mesa.
—Meg, ¿qué pasa? Los niños tienen que ir a clases.—levantó sus brazos sin comprender.
—Y tú a trabajar. Pasaré el día donde mis padres con mis hijos, y pensaré en lo que pasó, pensaré en lo que haré al respecto, Gabriel.
—¿Eso es lo que necesitas? Si te hará bien estar donde tus padres un día, bien. Déjame acompañarte. Podemos pasar el día allí, hace mucho que no los vemos. No estaría mal que fuéramos todos. Como una familia, podría ser hoy un día familiar.
—Tú no vienes. No quiero. Tengo miedo de ti, Gabriel. Me voy para estar lejos de ti, no quiero que vengas con nosotros.
—Meg, hablemos. Para eso me he quedado hoy en casa. Hablaremos mejor sin los niños, ¿no te parece? Déjame llevarlos al colegio y tú solo descansa. Hoy mismo contrataré a alguien para que haga los quehaceres de la casa. Vamos a estar bien, te lo prometo. Me he desentendido un poco de todo y no veía que tú estabas mal, pero anoche me quedó claro. Tengo que estar más con mi familia, mis hijos, mi hermosa esposa. Sacaré tiempo para ustedes. Lo prometo, solucionaremos esto.
—Gabriel, no me hagas hablar frente a los niños. Nos vamos a casa de mis padres. Sin ti.
—Te esperaré para cenar, Megan. A ti, mi esposa y a nuestros hijos.—dijo.
Salí de casa sin mirar atrás y sin decirle mas nada.
Lo cierto es que tenía mucho miedo y eso fue lo que me hizo reaccionar, su cambio tan rápido de actitud no podía convencerme.
Cuando llegamos a casa de mis padres, ellos se sorprendieron de verme allí.
—Meg.—mamá tomó a los niños y los llevó al patio, mientras papá me daba un abrazo, sabiendo que algo debía de estar pasando. Me llevó a su despacho y me brindó un trago, que yo tomé con gusto.—Meg, dime que pasa.—su brazos cálidos me envolvían y su voz ronca me hacía sentir en casa.
—Gabriel tiene una amante, lo descubrí ayer. Anoche lo confesó, pero no sé mas.
—Qué desgraciado. Pero tienen que hablarlo, ya tienen dos hijos, mas de cinco años de casados y una relación larga, presuntamente estable. ¿Qué quieres hacer?
La parte de mi violación me daba mucha vergüenza decírselo a mi padre, no podía contarle aquello.
—Ahora mismo, solo no quiero verlo, solo eso. Quisiera quedarme aquí unos días, pensar en lo que haré y ver qué pasará con nuestra relación.
—Me quedaré con los niños para que hables con tu madre.—besó mi frente y salió.
Mamá entró.
—Querida mía, mi pequeña.—abrió sus brazos y yo fui hasta ella, mis lágrimas salían silenciosas, aunque aquí me sentía muy protegida, también me sentía muy débil.—¿Qué tienes, ni niña?
—Gabriel tiene una amante.—dije con voz queda. Mientras más lo repetía, más real se hacía.
—Una amante. ¿Sabes quién es esa mujer?
—No, solo me enteré ayer por casualidad. Se iban a ver y sin querer escuché la llamada, creyó que yo no ya no estaba en casa, fue antes de llevar a los niños al colegio.
—Por lo que no sabes si es algo nuevo, que quizás solo pasó esa vez o si solo estaba empezando.
—¿Eso cambia algo?—pregunté confundida ante sus palabras.— Se está acostando con otra mujer mientras a mi no me tocaba, creo que no importa si fue casual, planeado o era algo a largo plazo. Lo hizo, mamá. El hombre con el que me casé, que juró que me amaba y con el que tengo dos hermosos hijos, al cual le he dedicado todos estos años, me dejaba de lado en la cama mientras tenía sexo con otra mujer y cuando acierta a tocarme, lo hace a la fuerza.
—¿A la fuerza?—preguntó.—¿Eso qué significa?
—Lo mismo que entendiste. Tuvo sexo conmigo a la fuerza, mientras yo no quería y me resistía. Abusó de mi, mamá.
—No puedes estar pensando eso, pequeña. Tuvieron sexo, tú y tu esposo, no es una violación. Quizás al inicio no querías y eso te hizo confundirte, pero seguro que luego disfrutaste de ese acto en pareja—cuando la escuché decir eso, me zafé de sus brazos.—Los hombres siempre tienen sus necesidades. Estoy segura de que después de lo que ha pasado, los dos se volverán más unidos y tu esposo un poco más dócil. Hablen, conversen, por esos niños que están allí fuera, por ti, por tu matrimonio, no lo tires a la basura por un revolcón con una mujer que seguro se le metió por los ojos y lo sedujo con artimañas. Es ese aspecto, los hombres son débiles, es como si no fuera su culpa. ¿Cómo estás tratando a Gabriel? Son una pareja muy joven, te conoció muy bella, llena de vida, le has dado dos hijos y muchas cosas han cambiado, mientras para él todo mejora, incluso se ve mejor que tú. Quizás debas de ponerte en sus zapatos, ver las causas que lo llevaron a eso. Comprenderlo un poco.
—Lo estás justificando.
—Estoy arrojando luz sobre esto, porque tú pareces no verla. ¿Cómo se te ocurre que un hombre puede violar a su esposa?
—Mamá, ¿no sabes que toda penetración sin consentimiento es violación?
—¿Tu marido tiene que pedirte permiso para que tengan sexo? ¿Tiene que preguntarte cuando tocarte o cuando no hacerlo? La mujer debe de siempre estar dispuesta.
—¡Mamá! ¡Me forzó! Separó mis piernas con fuerzas mientras yo me resistía, no lo deseaba, no quería hacerlo. Me forzó a tener sexo con él. Si no ves que eso es una violación, hice mal en venir aquí, acudir a ti o contarte esto.
—Quizás me he explicado mal, Meg o solo no has comprendido lo que te he dicho. Tu marido puede tocarte cada que quiera, ¿para qué crees que se casaron? Está bien que te tome la impresión al saber de la infidelidad, pero esa es una de las cosas que se solucionan hablando. ¿Dejarás todo lo que has construido con Gabriel al primer error que comete? Es un hombre, que antes te parecía perfecto, ahora cuando se equivoca le das la espalda, solo quieres estar en las buenas, ¿no?
Salí de allí porque necesitaba tomar aire, las palabras de mi madre eran asfixiante.
Corrí hacia el patio y tomé una bocanada de aire fresco, miré a mi papá jugar con los niños y me acerqué a ellos.
—Papá, nos vamos a ir. Despídanse, niños.
—¿Segura? ¿No quieres pasar la noche aquí? ¿Volverás casa?
No tenía respuesta para eso último. Pensé que podría encontrar refugio aquí, pero no fue así.
—Niños.—mamá los llamó desde la casa.—Su padre está aquí.—anunció mamá.
Me giré con brusquedad justo al tiempo que los niños corrían hacia su padre.
—Habla con él, Meg. O no podrás tomar ninguna decisión al respecto sin antes confrontarlo. Hablen, después decides. Tendrás siempre las puertas de casa abiertas, para ti y tus hijos.
—Hablaré con él.
Papá fue a saludarlo y se llevó a los niños al interior de la casa, di con el rostro de mamá que me decía algo en silencio, la ignoré. Gabriel vino hasta a mi, deteniéndose justo al frente, observó por encima de su hombro y volvió a mirarme.
—Lo siento, Megan. Me siento como un mierda por lo que hice anoche, te herí y te forcé, en ese momento me salí de control, estaba enojado por tu actitud y no me medí, sobrepasé los límites. Pienso en como te sientes y cómo eso te hizo verme, estoy destruido por mi acción, pero no mas que tú, que fuiste a quien dañé.—iba secando sus lágrimas conforme éstas salían.—Dime algo, amor. Quizás no me des tu perdón, pero quiero que regresen a casa. Tengo muchos planes para los cuatro.—su mano viajó a mi hombro y yo temblé, al ver aquello la retiró con rapidez.—Lo siento, Meg. Mira lo que he causado.—cubrió su rostro.
—No te perdono, Gabriel, ni lo haré. No quiero que pongas un solo dedo sobre mi piel.
—No lo haré, lo juro. No te tocaré a menos que me lo pidas.—volvía a estar frente a mi, controlando su llanto.—Hablemos ahora sobre la mujer con la que tuve sexo, Megan. Quiero contarte todo, porque quiero que vuelvas a casa.
—¿Qué se supone que me vas a decir? ¿Que es más linda y que por eso caíste en sus brazos? ¿Que te sentías solo? ¿Que ella te sedujo?
—No, no podría darte esas tontas excusas, pero lo que si puedo decirte, que es una mujer con la que puedo hablar, me escuchaba, prestaba atención y era atenta conmigo. Me sentí frustrado la primera vez que lo hice, me culpaba y quería decírtelo, pero la segunda vez se me hizo mas fácil, tu no sabías nada y yo disfrutaba con ella, mientras te dejaba de lado, a ti, a los niños. Me creí la gran cosa, quizás más hombre o solo un poco mas egoísta. Pensé que nunca lo descubrirías y que todo estaba bien. Me iba volviendo muy frío contigo y eso no fui capaz de notarlo, que ya no estaba tu sonrisa, que cada vez llegaba mas tarde a casa, que no salía ni compartía contigo, que te llenabas de tristeza mientras yo disfrutaba con otra. He sido un desgraciado, Meg. Admito mi pecado, mi falta y te pido perdón. La he dejado.
Si decía que su confesión no me conmovía, estaba mintiendo. Era el hombre al que amaba, con quien me casé y al que aún amaba como cuando solo teníamos un romance.
Quizás…debía volver a casa con los niños y arreglar las cosas con su padre, porque ¿qué otra cosa podía hacer?
—¿Estás seguro de que ya no estás con ella?
—Te lo juro. Desde que vi lo que hice, eso terminó.
—Volveré a casa, pero no quiero que me toques, ni siquiera que me beses y ten por seguro que no te perdono, Gabriel. Ni que me tomaras a la fuerza y menos que hayas sido infiel.
—Me ganará tu confianza otra vez, Megan. Lo prometo.