Lo que somos

2628 Words
El mismo día Chicago Luciano Dicen que el amor a primera vista es una ilusión, un espejismo o un impulso pasajero, pero difiero porque acabo de chocarme con alguien que me descoloco, no solo por unas miradas coquetas, sino con palabras inusuales o con una respuesta sincera. Sí, mi traviesa me transporto a un lugar donde nunca he estado, porque la sonrisa tonta no podía esconderla, ni guardarme las ganas de conocer más de esta mujer especial. La conexión que desprendimos fue diferente, perderme en su piel no fue un arrebato envuelto en deseo, ni pasión, fue mucho más intenso y profundo lo que despertó en mí. Incluso sigo dudando de la fortuna que tuve por encontrarla en mi camino, Y sí, confieso que me da un poco de miedo todo esto, pero también tengo claro que quiero descubrir hasta dónde podemos llegar juntos. Y no hablo solamente de los momentos candentes y salvajes que compartimos, sino de algo más grande. Siento que esta chica es lo que he estado buscando, alguien que me acepte tal y como soy, sin trucos ni pretensiones. Si bien, no debería complicarme con una relación formal, porque sería injusto arrastrarla a mi mundo sombrío, un lugar que no le corresponde. Yo tampoco busqué esto, pero tengo que seguir mi "destino", como diría Salvatore. Las alternativas no son muchas y todavía estoy luchando con la idea de asumir el control del negocio familiar. Por ahora lo único que tengo clarísimo es que quiero una oportunidad con ella. Entonces apenas abrí mis ojos seguía con el corazón acelerado y suspirando como tonto mientras observaba como buscaba vestirse, así decidí no dejarla escapar, me prendí de su hermosa figura mientras necesita escuchar de sus labios que tendríamos una oportunidad y ahora busco descifrar su mirada inquieta, hasta que su dulce voz retumba en la habitación. –Lo siento, pero ya abrí la celda imaginaria, dejaste de ser mi esclavo y te concedí la libertad– responde dándome una mirada intensa y trago saliva mientras mi rostro se comprime. –Pues no quiero mi libertad, quiero seguir siendo tu esclavo. Deja las dudas que tengas, sobre todo no creas que soy un tipo loco, menos un hombre que vive acostándose con cualquier desconocida. No quiero ser un casi algo, menos quedarme pensando en lo que pudimos ser– sentencio con firmeza y sus ojos me confunden. No he dicho ninguna mentira, no quiero mi libertad, al contrario, quiero estar en su cárcel, ser su esclavo, porque ella tiene algo que me tienta, que me arrastra de una manera ilógica y siento que encajamos como si estuviéramos hecho a la medida. –Pues te informo que tuviste sexo con una desconocida, no significa que me arrepiento, porque fue una experiencia especial, pero es que… ¿Cómo te lo explico? –dice con un tono frustrado y corro un mechón de su cabello. –Mi traviesa, me gustas mucho, no fueron solo palabras por el momento de locura, sino lo que despertaste en mí. Entiendo que debe ser difícil confiar en un desconocido, pero no soy un imbécil, tampoco tengo una relación, ni hijos y solo te pido una oportunidad con tus términos– sentencio prendido en sus bellos ojos y añado. –¿Sí? ¿Cerramos de nuevo la celda? –pregunto con un tono de picardía y se muerde los labios de manera sensual. Quisiera gritarle “Vamos confía en mí, aunque tengas miedo, porque siento que esto es real y quiero presumir algún día que eres mi chica”, pero no quiero asustarla con mis palabras. Creo que a veces el silencio prudente es la mejor solución, sobre todo una mirada sincera y profunda expresaba lo que sentimos. –¡De acuerdo! Cerremos la celda, pero si quieres en algún momento salir solo lo pides– responde y hace una pausa. –Soy bastante desconfiada, tengo miles de manías, muchas veces me han roto el corazón y lo más importante, no tengo tiempo para un novio. Si quieres tener sexo a horas inusuales. ¡Perfecto! Tenemos un trato, sino aquí acabo todo– informa con sinceridad, estira la mano, y le doy una mirada intensa. –Pareces abogada ¿Lo eres? –digo a modo de broma y miro su pose formal. –Entiendo, tampoco puedo saber nada de ti, pero puedo conocer tu nombre, creo que lo merezco o ¿No? –me quejo, suaviza su rostro y como un reflejo la pego a mí. –Soy Emily. Emily Green, ¿Y tú cómo te llamas? –responde percibiendo su perfume y me deja en jaque. ¡Carajos! No es conveniente decirle mi nombre real, sobre todo mientras menos conozca de mi identidad es mejor para ella, al menos por un tiempo. Lo sé, una relación no debe empezarse con mentiras, aunque estoy omitiendo ciertos detalles, igual debo darle un nombre. –¡Emily! Lindo nombre y suena mejor en una frase. Emily y Salvatore dos locos amantes que quieren más o ¿Tú no? –comento y frunce el ceño. –Así que te llamas Salvatore, ¿español o italiano? –exclama con curiosidad y me deja perturbado. –Me estás interrogando como si fueras una policía. Corrijo eres una bella abogada. Lo malo es que no quiero tus servicios profesionales, quiero estar en tu prisión– replico guardando mis nervios tras una sonrisa tonta y asoma una mirada extraña en su rostro. –Salvatore debo marcharme, tengo un asunto que resolver– dice desenredándose de mí y me deja con un sinsabor de impotencia. Al punto de observar como termina de vestirse, pero reacciono justo cuando se coloca los tacones y se cuelga el bolso al hombro, deteniéndola con mi voz ronca mientras me interpongo delante de la puerta. –Soy Salvatore Contti, trabajó con mi tío Giorgio en su negocio de lavado de ropa y vivo en un pequeño departamento en la zona oeste. Ahora ya no somos dos desconocidos, ante todo recuerdo cada parte de tu cuerpo a la perfección, entonces dime, ¿es suficiente para tener más que una noche de pasión contigo? ¿Más que sexo? –exclamo y vuelvo a presionar. –¿Nos vemos más tarde mi traviesa? –exclamo con mi corazón acelerado y emerge una sonrisa en su rostro. Unas horas más tarde Olivia Dicen que, a lo largo de la vida, uno se lanza a hacer locuras, comete errores a veces, o quizás aciertos. Es un proceso natural, una parte esencial de crecer, de evolucionar. Pero hay ocasiones en que el destino juega a mezclarse de formas extrañas, y eso fue lo que sucedió en mi caso. Apareció este galán en mi camino, en un momento en que no estaba buscando nada en serio, en pleno desinterés por involucrarme con alguien, ante todo después del fiasco que fue mi relación con Scott, pues me hice una promesa: evitar caer en esa trampa conocida como el amor. Además, mi carrera como policía añadía su propia dosis de complejidad. En mi profesión sabemos que tener a alguien equivale a ser vulnerables, débiles y exponer a esa persona al peligro de nuestro mundo. Sin embargo, no pude cegarme a todas las señales, más bien me gritaban “no dejes escapar a este hombre” “no cometas el peor error de tu vida cerrándole la puerta”. Al punto de cuestionarme ¿Será él a quien busqué? ¿Y si es el hombre de mi vida? ¿Si me arrepiento? Entonces emergió esa vocecita en mi cabeza. Apuesta por él, tírate al vació y sobre todo confía en tus instintos. Cedí a la propuesta de Salvatore a mi paso y a mi manera, volveremos a vernos está noche, a la misma hora y mismo lugar. Lo sé, debí ser sincera con él, al menos con mi nombre, pero fue mi manera de protegerlo, además apenas estamos comenzando y no puedo abrirme con un desconocido. A todo esto, el maldito celular comenzó a sonar y tuve que escapar, no quería darle explicaciones, más bien necesitaba tener la libertad para charlar y conocer el motivo de la llamada. En efecto hice bien, pues estaba llamándome el idiota de Colorado por un arresto y ni siquiera entendí que quería, y forzada tuve que venir a la oficina. Así ahora lo miro llegar en compañía de un sujeto con una apariencia de delincuente, no solo por los tatuajes en sus brazos, si todo en él lo delata, seguro debe ser un soplón, igual necesito respuestas, como tal aprovecho cuando deja al tipo en la sala de interrogatorios. –Colorado sabes que no debes traer a tus zorras a la oficina, ¿Qué hace aquí ese hombre? –exclamo y me da una sonrisa forzada. –No me involucro con zorras, tengo otros gustos más refinados, aunque lo dudes– replica observándome de pies a cabeza, pero no me intimido, más bien tenso mi rostro. –Hablemos del cabrón, lo encontré con un kilo de cocaína, 100% pura y hace mucho tiempo que nadie en la ciudad tenía este tipo de producto, pienso que tenemos alguien nuevo en el negocio de la droga– informa y le clavo mis ojos. –Ya sabes lo que debes hacer Colorado, hazlo hablar, que confiese el maldito o ¿quieres que haga tu trabajo? –repito con mi voz llena de sarcasmo y miro su rostro comprimido. –Lo haría, pero el hijo de puta alega que no entiende nuestro idioma, ya usé todos los métodos que conozco para que suelte la puta boca y nada. Al contrario, me estoy quedando sin tiempo, porque su abogado viene en camino– menciona y niego con la cabeza. –Colorado que decepción ver que eres solo pura boca. Aprende como tratar a esta escoria– indico, saco mi arma ajustando el cañón e ingreso al lugar. Contemplo al individuo con su expresión de falsa amabilidad y una serenidad que, en lugar de tranquilizarme, genera un inquietante cosquilleo en mi interior. Ahí está, sentado en una de las sillas, las manos esposadas sobre la mesa. Sin perder tiempo, apago la cámara que nos observa, cierro la distancia entre nosotros y tomo mi lugar justo frente a él. Con un gesto práctico, comienzo a hojear el expediente sobre la superficie y hago mi voz presente. –Renato, el cargo por posesión de un kilo de cocaína va desde 4 años a diez años, pero si colaboras con nosotros el fiscal te rebajará la condena, tal vez uno o dos años dependiendo de tu ayuda. –No capisco niente, no parlo tu lingua– dice el sujeto. –¡No hablas mi idioma! Pero yo si te entiendo cabrón. ¡Non ti sopporto più, va a cagare! Figlio di puttana– sentencio y en un impulso lo sorprendo apuntando a su cuello. Contemplo al sujeto con sus ojos desbordando miedo, su rostro aterrorizado, pero a pesar de su temor niega con la cabeza, entonces colocó el dedo en el gatillo del arma para presionarlo. –Parla figlio di puttana o ti faccio saltare le cervella. Dove hai preso la droga? –¡Hablaré! ¡Hablaré! No me vueles los sesos. La cocaína era parte de una muestra del próximo cargamento que llegará a la ciudad a cargo del nuevo jefe de la mafia italiana. No sé nada más del tema– confiesa con su voz entrecortada. –Sigue hablando o tiraré del gatillo, ¿Cómo se llama el tipo? ¿A qué familia representa? –sentencio con mi voz firme. –Si sigo hablando me mandará a matar el viejo, necesito garantías si quieren mi colaboración, sino esperare a mi abogado y se entenderán con él– negocia el cabrón y me deja sorprendida. –Debes ser pendejo o tienes agallas para atreverte a negociar teniendo un arma en tu cuello, pero vamos a cambiarlo a mi manera, te dejaré un recuerdito en una de tus piernas, ¿derecha o izquierda? ¿Dónde prefieres el disparo? –pronuncio apartando el arma de su cuello. –¡Eres policía! No puedes dispararme... ¡Hija de puta! ¡Maldita loca! –sentencia cuando la bala roza su brazo. –Las reglas las pongo yo, la próxima bala ira directo a tus sienes, así que te conviene hablar, ¿Cómo se llama el nuevo jefe de la mafia…? –¡Tú ganas! No dispares. No sé el nombre del sujeto, solo que es familia de Filippo Santoro. Un pariente del viejo que llego a la ciudad para eliminar a los rivales y posicionarse en el mercado de la droga– repite el sujeto y me deja sumida en mis pensamientos. Luciano Había asuntos que ya no podía seguir posponiendo, y comenzar con el pie derecho con el viejo no era precisamente lo que deseaba. Con el corazón pesado y una sensación de forzada resignación, tuve que abandonar el hotel, aunque al menos tenía la certeza reconfortante de que más tarde tendría un encuentro con mi traviesa. En resumen, con pasos decididos y un rostro serio, ingresé al bar, sintiendo las miradas curiosas de los empleados sobre mí, aunque preferí hacer caso omiso y continuar mi camino hasta la oficina, donde estaba Salvatore con su rostro envuelto en reproche por mi escapada, y no hubo forma de aplacar su rabia, más bien sus reclamos constantes no cesaban y siguen como si fuera mi madre. –¡Luciano! ¿Qué mierda tienes en la cabeza para desaparecer de esa manera? Lo que hiciste fue una estupidez, no tienes idea en el aprieto que me pusiste con tu tío– rebate con su voz colérica. –Me canse de tener una niñera siempre, si no te has dado cuenta soy un hombre adulto capaz de tomar sus propias decisiones– exclamo con mi voz cargada en rabia y me fulmina con sus ojos. –Se muy bien que eres un hombre, pero no entiendes lo que está en juego. Te expusiste con nuestros enemigos y sobre todo con la policía– responde furioso y tenso más el rostro. –La policía no sabe quien soy, no hay registros, nada que indiqué mi existencia, menos mi vínculo con el viejo, entonces deja de preocuparte– declaro y miro sus dudas reflejadas en sus ojos. –No te metas en problemas, menos te expongas, porque esto no puede repetirse nunca más. Por cierto ¿Dónde estabas metido y con quién? –advierte, cuestiona y tuerzo la boca. –Salvatore no te metas en mis cosas y por tu bien no menciones nada a nadie. Por cierto, necesito un departamento sencillo, nada de lujos, en la zona oeste y también consígueme un pasaporte falso, licencia de conducir, tarjetas de crédito y todo lo necesario para tener una nueva identidad con tu nombre, ¿De acuerdo? –ordeno y asoma su rostro de preocupación. Son comprensibles los reclamos de Salvatore, pero necesito por una vez en mi vida tener un poco de control, ser mi dueño y no tener que dar explicaciones a nadie, menos al desgraciado del viejo. Admito que Emily tiene gran parte de culpa en estas ganas de querer cambiar mi destino, no significa que he resuelto ese tema, todo lo opuesto estoy en una lucha interna entre mi corazón y la sensatez hasta que vuelvo a la realidad por la voz inquisidora de Salvatore. –Ya entendí, tu escapada tiene nombre de mujer, pero por tu bien olvídala, porque en este negocio el corazón es mal consejero, sobre todo te expone, te deja vulnerable y débil. Hazme caso muchacho antes que sea tarde y te quiebres en el camino, ¿Lo harás? –aconseja con firmeza y me deja sumido en mis pensamientos.
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