La misma noche
Chicago
Luciano
Supongo que algunos me considerarían raro, tímido y desconfiado, pero encasillarme en solo esas tres cualidades sería reducirme a una simple etiqueta. Soy mucho más de lo que aparento o proyecto. Es verdad que no soy el más expresivo, pero hay razones detrás de mi reserva. Mi infancia estuvo marcada por continuos cambios y mudanzas, siempre me movían de una escuela a otra, de una ciudad a otra, e incluso de país en país. Adaptarse a tantos cambios sin comprender los motivos resultaba difícil para un niño.
Aunque todo era diferente cuando mis padres estaban presentes, pero una fatídica noche mi vida se sumió en las sombras. Quedé bajo la custodia de mi tío, un hombre amargado y distante, del cual tengo pocos recuerdos. La vida me arrebató a mis padres, y desde entonces he pasado la mayor parte del tiempo viajando y conociendo el mundo exterior. Mi tío me dejó al cuidado de Salvatore, su hombre de confianza, quien se ha convertido en una especie de guardián para mí. Es un hombre apacible, leal y, aunque a veces pueda ser un poco entrometido, sé que su intención es protegerme.
Sin embargo, aunque agradezco su preocupación, me cuesta aceptar que todavía me trate como un niño indefenso. He crecido y me he convertido en un hombre capaz de defenderme solo. Pero Salvatore es mi sombra, siempre a mi lado, vigilando cada uno de mis movimientos. Además, insiste en que debo seguir el destino trazado para mí, que es tomar las riendas del negocio familiar. Su lema es "Debes estar preparado para tu destino", lo que se traduce en que debo conocer a la perfección el negocio de la familia. Aunque me sienta forzado y con ganas de escapar de mi realidad, no tuve muchas alternativas y me veo continuando con el legado que me impusieron.
En fin, pensé que nunca llegaría ese día de asumir las riendas del negocio, hasta que una tarde primaveral en el balcón de mi departamento en Nápoles, apareció Salvatore con su rostro impasible, pero en sus ojos pude ver reflejada cierta indecisión, hasta que su voz grave resonó en el ambiente.
–Luciano llego el día que tanto esperabas. Tú tío te mando a llamar, es hora de volver a casa, sobre todo estás más que listo para tomar el control de los negocios, conoces cada movimiento, cada ruta, cada paso para éxito de las operaciones y confió en tus habilidades– mencionó y lo miré frustrado.
–¡Salvatore! Sigo sin entender ¿Por qué debo ocuparme de sus negocios? ¿No tiene al imbécil de Mateo para servirle? ¿Qué haré en Chicago? –reclame con mi voz irritada y asomo su mirada de reproche.
–¡Basta! Deja de quejarte y se agradecido con tu tío por todo lo que ha hecho por ti, además tú llevas su sangre, no Mateo. Ese cabrón es un simple empleado que nunca será el jefe y es bueno para el negocio que te conozcan– dijo con firmeza y tensé el rostro.
–¿Agradecido? No usaría ese término para definir la vida de mierda que he llevado por su culpa– reclamé y resoplé frustrado. –¿Cuándo partimos a Chicago? –pregunté y miré la satisfacción en su rostro.
Era imposible posponer lo inevitable, menos quería tener problemas con el viejo, ya había escuchado las consecuencias de indisponerlo, aunque el desgraciado siempre enviaba a su perro fiel a dar la cara para resolver cualquier inconveniente. No eran simples chismes de sus empleados, sino una realidad, al punto de que nadie se atrevía a traicionarlo, el desgraciado del viejo tenía una fama de implacable que mantenía a raya a sus propios rivales.
A todo esto, apenas bajé del avión mis nervios comenzaron a presentarse, tal vez era parte del paso que daría en mi vida, pero no podía evitarlo. Miraba con ansiedad mientras el oficial sellaba mi pasaporte y con una sonrisa forzada buscaba ocultar mi preocupación. Así continúe mi camino por los pasillos del aeropuerto de Chicago, por supuesto me seguía Salvatore, como siempre cuidando mis pasos. Y una vez afuera me quedé un instante observando el movimiento de las personas, era inevitable contemplar a las familias despidiéndose entre ellos, en cambio las parejas se comían a besos emocionados, fue extraño esa sensación que me embargo y lo que obtuve de Salvatore fue una palmada en el hombro.
–¡Hey…! Muchacho deja guardada esa melancolía en un baúl con miles de candados, más bien alégrate o quieres que te ayude a olvidar tus penas. ¿Vamos al bar? –propuso mi amigo y negué con la cabeza.
–Ve tú y tómate el resto del día libre. ¡Diviértete en mi nombre! –indiqué y paré un taxi dejando con el rostro desencajado.
Ni siquiera esperó ese movimiento y tampoco le di opción a seguirme, más bien se quedó estupefacto por mi escapada y solo vio partir el taxi conmigo adentro. No obstante, estuve dando vueltas por la ciudad como un turista más y en un impulso le pedí al conductor frenarse en el cementerio. Lo sé, mis acciones indican mi peculiaridad, soy extraño, pero en realidad, me abrumó el deseo de aferrarme a una lápida, a algo que me conecte con mis padres y llegue aquí. Estuve un rato caminando entre las tumbas con una opresión en el pecho, aunque todo cambio cuando contemplé a una chica muy hermosa, cabellos negros, piel blanca como la porcelana caminar a unos metros de mí.
Sí, la curiosidad me ganó, me dejé arrastrar de una manera irracional por mis ganas de conocer más de esa desconocida y cuando acorté distancia quedé hechizado por sus bellos ojos marrones, su actitud, su belleza y su cuerpo de diosa. Esta mujer de unos 27 años de edad me embrujó y salió mi torpeza con unas preguntas ridículas, más acaba de dejarme desconcertado por su respuesta inusual, y no tengo idea si es una broma o es una oferta loca acostarnos, pero lo mejor es salir de mis dudas haciendo mi voz presente en el ambiente.
–Creo que encontraste el sujeto loco que buscabas para acostarte, por supuesto que te ayudo, ¿Vamos a tu departamento? –menciono prendido de sus bellos ojos y miro una sonrisa traviesa en su rostro.
–No pienso correr semejante riesgo llevando a un loco a mi departamento, mejor vamos al tuyo, o a un hotel donde nadie nos molestará– propone y emerge mi mirada lujuriosa.
–El hotel suena perfecto para enloquecer juntos. ¿Vamos? –respondo con un tono seductor y como un reflejo sujeto su mano con la mía.
En un segundo mi corazón se acelera mucho más al contacto de su piel, al punto de sentir una corriente eléctrica recorrer mi cuerpo mientras sorteamos las tumbas, por supuesto que oculto mis nervios tras una sonrisa traviesa, pero lo cierto es que me pierdo en su mirada, me absorbe de una manera extraña, es como si pudiera verme mi interior. No es una exageración, pero las miradas cómplices surgen como magia, como una conexión rara y diferente que me descoloca, es como si estuviera destinado a encontrarme con esta mujer tan especial. Sí, especial porque es como un cometa fugaz que solo una vez en tu vida puedes contemplarlo. Supongo que ni en mis sueños espere encontrarme con una chica igual o más extraña que yo, quizás sus repuestas inusuales me han atrapado y ahora quiero conocer más de ella. Tal vez me flecho y no sé cómo explicarlo, solo que está allí el deseo por más de una mirada lasciva.
Un rato más tarde
Todo el trayecto en el taxi parecía estar soñando entrelazando su mano, también admito que estaba nervioso mientras nos acercábamos a la dirección del hotel, porque era incapaz de pronunciar una maldita palabra, tan solo la sonrisa tonta me salía de la nada y un silencio abrumador me consumía.
Sin embargo, ahora el conductor se detuvo en la entrada del lugar y con cierto recelo p**o la cuenta, bajo del vehículo, esperando que no intente retractarse de sus palabras, menos que sea un juego perverso para darme una lección por imbécil. Recordemos que las mujeres son como una caja de sorpresa, siempre te salen con algo inesperado y ella no debe ser la excepción.
Avanzamos por el lobby del hotel observando como sus ojos se posan en el lugar con curiosidad y asoma una duda, obligado rompo el silencio antes de llegar a la recepción.
–¿No te gusta el lugar? ¿Es demasiado para ti? –cuestiono con curiosidad.
La verdad es que le dije al taxista que necesitaba llevar a mi chica a lugar revelador para cumplir sus fantasías sexuales, aunque nunca imaginé un lugar tan sugerente, pues en el lobby existe una estantería con películas porno, preservativos de todos los tamaños, colores y sabores, espejos en el techo, consoladores, látigos, fustas, esposas, todo lo que creas necesitar para una experiencia s****l diferente ellos lo proporcionan.
–Es prefecto, pide una habitación con jacuzzi, me gustan las burbujas– replica mordiéndose los labios de una manera provocativa y mis pantalones estallaran, tan solo asiento con la cabeza.
Olivia
Debo haber perdido la cabeza al acostarme con un completo desconocido, pero no puedo evitarlo. Su atractivo es irresistible, su mirada lujuriosa me atrae como un imán peligroso, y su sonrisa tonta me enloquece. Es como si todas las alarmas de sensatez se apagaran y dejara que el deseo me guiara hacia lo desconocido. Quiero probar el placer de lo prohibido, romper todas las reglas y dejarme llevar por la pasión.
El lugar también juega su papel en esta locura. Un motel oscuro y misterioso, el ambiente perfecto para desatar nuestros deseos más oscuros y traviesos. No pienso en las consecuencias, solo quiero vivir el momento y descubrir qué tan bueno es en la cama. Lo miro nuevamente con la tarjeta magnética en la mano, dispuesta a llevar esto hasta el final. Para bajar la tensión, agarro unos preservativos del estante, dispuesta a protegernos en medio de esta locura. Incluso busco un consolador, tentada a explorar nuevos territorios de placer.
–No me gustan las competencias, esta noche eres mía, ¿De acuerdo? –reclama con su rostro serio y sonrió ante su comentario.
–Espero que cumplas y no sean solo alardes– replico con un tono travieso y desliza sus manos en mi cintura, mientras me da una mirada lujuriosa.
–Te convertirás en adicta a mí o seré tu esclavo, pero no nos volveremos a separar nunca. Te lo garantizo– susurra sobre mis labios y su aliento en mi rostro me descoloca.
El tiempo parece detenerse en ese segundo en el que sus labios se encuentran con los míos, y siento la humedad de su boca en un beso suave pero profundo. Un escalofrío recorre mi piel mientras sus labios exploran los míos con una destreza que me deja sin aliento. Pero lo peor, o quizás lo mejor, es cuando su lengua traviesa se entrelaza con la mía en un baile prohibido.
Es como si un volcán de deseo estallara dentro de mí, consumiendo todo a su paso. Quiero dejarme arrastrar por esta pasión desbordante, entregarme por completo a lo que este hombre es capaz de desatar en mi cuerpo. Entre risas y besos robados, nos dirigimos al ascensor, pero siendo honesta este hombre me enloquece por completo. Cada gesto suyo, cada mirada, me hace perder la razón, y estoy dispuesta a seguirlo en cualquier locura que proponga.
Así sigue llevándome a mis límites, tanto que me empuja contra una de las paredes del ascensor, levanta mi pierna para enroscarla en su cintura y sigue besándome con desenfreno, hasta que suena la maldita campana, obligándonos a detenernos con nuestras respiraciones agitadas.
–Mejor usemos la tarjeta magnética, sino nos echaran del hotel por indecorosos– rebate entre risas nerviosas y vuelve a robarme un beso.
–¡Si me besas de esa manera! Volvamos a subir en el ascensor, sería bueno tener sexo en él o ¿prefieres un suave colchón? –confieso con mi voz entrecortada y me da una mirada penetrante.
–Traviesa ¿Quién te dijo que usaríamos el colchón? –cuestiona con un tono seductor y entrelaza su mano con la mía.
Recorremos la poca distancia por el pasillo hasta que se detiene delante de una puerta, pasa la tarjeta magnética y hace una pequeña reverencia para darme paso para ingresar a la habitación. Miro con curiosidad cada rincón del lugar y dejo mi bolso en unos de los sillones, cuando siento sus brazos aprisionarme por detrás de mi espalda. Me besa el cuello mientras sus manos recorren mi silueta, y me giro entre sus brazos para mirarlo con mi respiración agitada. Ataca mis labios y con vigor me empuja contra la pared, mientras sus manos comienzan a quitarme la blusa con desesperación, sigue por mis pantalones, aunque no me quedo atrás, también desabotono su camisa observando sus brazos fornidos y su abdomen trabajado, e inmiscuyo mis manos en su pantalón, bajo en cierre para liberar su pronunciada erección.
–¿Uva? ¿Chocolate? ¿Fresa? ¿Cuál preservativo prefieres? –pregunta con un tono juguetón mientras muestra los condones y muerdo mis labios.
Sin esperármelo vuelve a besarme, pero sus manos me sorprenden yendo a mi intimidad, empieza a enloquecerme con el movimiento de sus dedos en mi clítoris, no puedo contener mis gemidos, pero es peor la locura cuando los introduce dentro de mi interior, una y otra vez los mueve con mayor rapidez. Besa mi cuello de una manera sensual y dejo escapar mi voz.
–Probemos todos, comencemos por el sabor a uva– respondo agitada buscando sus ojos y ante mi mirada atenta se coloca el preservativo, aparta mi tanga y de una embestida me penetra con fuerza, mientras sus manos se aferran a mis muslos.
–¿Sigo así? ¡Dímelo mi traviesa! –gruñe sintiendo como su pene cada vez se endurece dentro de mi cuerpo.
Se mueve buscando el ritmo, así mis gemidos y sus jadeos se mezclan en una sinfonía del placer compartido del que somos presos. Este hombre parece que leyera mis pensamientos, porque cada embestida es precisa, desatando un derroche de pasión y de deseo, sin entender lo que logra despertarme en mí, es como si una conexión nos uniera. Sin embargo, escucho su gruñido en mi oído sabiendo que está llegando al final y como un reflejo me quejo.
–¡No pares! No te atrevas a llegar antes que yo– digo con mi voz agitada y busca mis ojos para besarme con desenfreno y pasión.
Vuelve a moverse con más rapidez con embestidas salvajes y continua por un rato dejando escapar un gemido desgarrador:
–¡Ay…! ¡Ay…! ¡Ay ...! Sigue, sigue– pido mientras mis gemidos no cesan, hasta que siento que miles de temblores se apoderan de mi cuerpo, llegando al orgasmo y con una última arremetida fuerte escucho su gruñido mientras tensa su mandíbula sabiendo que también llego a la meta.
Se aparta de mí un poco y miro su cara de satisfacción en su rostro, corre un mechón de mi cara con una de sus manos y acaricia con su pulgar mi cara, así escucho su voz agitada en el ambiente.
–Me gustas mi traviesa, volvamos a repetirlo, pero esta vez sin ropas, quiero admirarte desnuda, navegar en tu piel sin apuros y sobre todo usar todos los condones que tengo, también puedes colocarme las esposas para cumplir todas tus fantasías, soy tu esclavo– exclama con un tono travieso mientras su mirada lujuriosa me descoloca.
–¡¿Mi esclavo?! De acuerdo guapo, te encerraré en mi cárcel imaginaria por unas horas, pero no habrá llave que pueda abrirla– anuncio con un tono formal y me da una sonrisa juguetona.
Al día siguiente
¡Diablos! Hace mucho tiempo que no pasaba una noche tan loca, espontánea, y desenfrenada, el sexo con este hombre fue el mejor de mi vida, pero hubo más que deseo y placer. Cada beso, cada caricia me llevaba a un lugar donde nunca estuve, fue sentir una conexión única y a la vez me asusté, porque es difícil encontrar a alguien que te comprenda con un gesto, con una mirada y él podía hacerlo sin pronunciarle una maldita palabra. Era como si el silencio fuera nuestro lenguaje, y en mi profesión es malo dejar que el corazón te dominé, no puedo permitir que esto vaya más lejos, no es justo con él y con un pesar vuelvo a contemplarlo desnudo y suelto un suspiro de resignación.
Así muevo sus brazos que me aprisionan con mucho cuidado, ruedo al borde de la cama, y que rabia me da, porque ¿Qué tonta dejaría escapar a semejante galán? Nadie, solo yo. Fijo mis ojos al frente buscando en el piso mi ropa, me incorporó para comenzar a vestirme, pero siento el calor de su cuerpo abrazarme, sus besos húmedos en mi cuello y resuena su voz ronca en el ambiente.
–Mi traviesa, no te marches todavía, recuerda que soy tu esclavo, o mejor dime ¿Cuándo nos podemos volver a ver de nuevo? –dice a mi oído con un tono seductor, cuestiona con su voz llena de curiosidad y me giro entre sus brazos quedándome en jaque por su pedido.