La misma mañana
Chicago
Olivia
En una etapa de mi vida me costaba sobrellevar la adolescencia, era difícil expresar la frustración y la rabia que sentía por los cambios en mi cuerpo y en mi mente, supongo que también me afectaba extrañar a mis padres, más que todo necesitaba charlar con alguien para desahogarme o tan simple como repetir me fue bien en el colegio. Aunque mi tía Eloísa se esmeraba por cuidarme, por darme todo lo que necesitaba, no alcanzaba para cubrir la falta de mis padres.
Es verdad lo que dicen “el dinero no compra la felicidad y en lo personal no había nada que aplaqué mi tristeza, ni viajes, ni dinero, ni autos de lujos, solo quería de vuelta a mi familia. Sí, era imposible revivir a los muertos y con los años aprendí a sobrellevar la ausencia de mis padres a mi manera, no fue fácil y todavía me cuesta lidiar con las reuniones familiares. También es cierto que Bobby es mi padrino, pero es lo más parecido a un tío, entonces no tuve más opción que aceptar su invitación a almorzar.
Aunque olvide un detalle con rostro de galán: a Salvatore, inclusive pensé que mencionar el tema de un almuerzo familiar sería como asustarlo, pues a los hombres solo repetirles la palabra padres es como un repelente, corren en dirección contraria poniendo miles excusas para no dar ese paso, pero en cambio no fue así, más bien acabo de escuchar una respuesta que nunca espere “quiere conocer a mis padres”, entonces sigo asombrada y aturdida por su propuesta sin saber que repetirle, como tal muestro una sonrisa nerviosa mientras sus ojos escrutadores me observan con curiosidad. Aclaro mi garganta y dejo escapar la voz de mis labios.
–Salvatore lo que haces es peligroso, porque conocer a la familia de tu pareja es peor que la cárcel. Los padres son invasivos, curiosos y atemorizantes, entonces sabiendo todo esto te doy dos alternativas: puedes quedarte en el taxi y nada cambiara entre nosotros o acompañarme bajo tu responsabilidad y tener una tarde interesante– comento con mi voz firme y me mira con su rostro pensativo.
–Sí entendí bien somos más que amigos, ¡¿Novios?! Y como tu novio si quiero conocer a tus padres, aunque te advierto que soy un poco torpe, no se me da bien hablar con ellos, pero intentaré no meter la pata– dice y me muerdo nerviosa los labios.
–¿De dónde diablos saliste? Corrijo ¿De que planetas eres? –pregunto en tono de broma y me roba un beso.
–No soy un superhéroe, ni un extraterrestre, sino un hombre que está hechizado por ti y este es el efecto que causas en mí, entonces no hagamos esperar a tus padres, ¿de acuerdo? –responde con una mirada traviesa y emerge una sonrisa en mi rostro.
Salvatore sigue sorprendiéndome con cada aspecto de su personalidad, con cada gesto que hace. Queda claro que busca algo más profundo que solo una conexión física, y esa verdad me resulta tan tentadora que no deseo escapar de ella. Más bien, me sentiría encantada de quedarme a su lado y explorar lo que sea que esté surgiendo entre nosotros. No obstante, antes de dar un paso más, siento la necesidad de aclarar ciertas cosas con él, así ahora que bajamos del taxi aprovecho antes de tocar la puerta de la casa de Bobby y romper el breve silencio entre ambos.
–Guapo un detallito antes de entrar a la casa, no vamos a almorzar con mis padres, sino con mi padrino y su esposa, ellos son como mi familia. Algo más, no menciones como nos conocimos, de esa parte yo me encargo, ¿Sí? –indico con mi voz apenada y me abraza por la cintura mientras sonríe.
En un instante toco el timbre mientras cruzo miradas cómplices con Salvatore, también los nervios se presentan hasta que muy despacio se abre la puerta observando a Bobby con una mirada escrutadora sobre mi amigo y forzada rompo el incomodo silencio.
–Hola Bobby, vine como te aseguré y no sola, sino con un amigo– digo con mi voz serena mientras nos saludamos entre besos y abrazos. –Te presento a Salvatore Contti, mi vecino– miento con descaro y sigue observándolo de una manera que me confunde.
–Hola señor, es un gusto conocerlo, Emily me ha hablado mucho de usted, también le agradezco por recibirme en su casa– interviene Salvatore mientras estira su mano y Bobby lo sigue mirando con desconfianza, sin entender su actitud.
Luciano
Alguien menciono que no es bueno enamorarse, porque es como un virus que se adentra sigiloso en tu cuerpo, infectándote con sus síntomas y, por mucho que intentes luchar contra él, es una batalla perdida. Avanza a cada momento, haciéndose dueño de ti. Y lo que es peor, nunca te das cuenta del instante exacto en que se adentró en tu ser. El amor actúa de manera similar, deslizándose sigilosamente por la puerta principal o colándose por la rendija más pequeña. Y cuando por fin te percatas de que estás atrapado en sus redes, es demasiado tarde para escapar de su influencia. Quizás aún es temprano para afirmar que estoy perdidamente enamorado de Emily, pero observo todas las señales y es innegable que entre nosotros está surgiendo algo más profundo que el simple deseo físico. Este sentimiento me lleva a cometer estupideces, a veces nubla mi mente y me hace actuar de manera impulsiva, al punto que quise conocer a los padres de mi chica sin saber en que rayos me estaba metiendo, pero había dado el paso y siendo audaz decidir ir hasta el final.
Sin embargo, mi traviesa me sorprendió con su confesión, no tendríamos un almuerzo con sus padres sino con su padrino, igual no cambiaba que ese hombre me estaría estudiando de pies a cabeza, y no me equivoque porque apenas abrió la puerta asomó una mirada penetrante sobre mi figura y lo sigue haciendo ahora, inclusive mi cabeza vuela imaginando lo peor, ¿será que me reconoció? ¿Sabrá que soy un capo de la mafia? ¿Pariente del viejo? ¡No! No lo creo, es mi consciencia que me traiciona, aunque su actitud no ayuda a calmar mis nervios y lo mejor es actuar aplomado ocultando mi ansiedad tras una sonrisa falsa, pero mi chica parece estar mucho más estresada por este encuentro que escucho su voz romper el incomodo silencio.
–¡Bobby! Estoy ansiosa por ver a Amelia ¿Entramos? –dice Emily y su padrino tiene su rostro comprimido, pero cambia asomando una sonrisa forzada.
–Lo siento Emily, pero tu amigo me recuerda a alguien o como dicen muchos tiene un rostro familiar– responde Bobby y hace una pausa rodando su atención a mí. –Muchacho el señor guárdalo, no estamos en el ejército. Dime Bob y ahora por favor entremos– indica mientras aprieta mi mano respondiendo a mi saludo y asiento con la cabeza.
¡Carajos! Ese fue un recibimiento extraño, pero ya no puedo salir corriendo, sino tranquilizarme, aplomarme y sobre todo no repetir estupideces, además mi chica vale cualquier esfuerzo, también es una forma de conocer más de ella, aunque admito que será un almuerzo interesante y diferente.
Un rato después
Apenas cruzamos el bello porche, admiré una amplia sala abierta con un sofá con cojines de colores y una televisión de pantalla plana se encuentra montada en la pared, lista para entretener a quienes ocupen el espacio, y la infaltable chimenea con algunas fotos familiares en una repisa, pero no nos acomodamos allí, sino que seguimos el recorrido al patio trasero, un lugar ideal para una barbacoa y un ambiente distendido entre amigos. Así después de escuchar algunas charlas sobre la infancia de mi chica entre risas y bromas, ahora estoy tomando una cerveza con Bob mientras se ocupa de las carnes en la parrilla, pero siendo sincero no puedo evitar mirar a Emily de vez en cuando, porque el simple hecho de verla sonreír me encanta, me envuelve de una manera extraña, o es una sensación nueva para mí, pues hace mucho que no me sentía bien en lo que representa el calor de la familia y amigos. Aunque el sonido de un carraspeo discreto me devuelve a la realidad y bebo un sorbo de mi cerveza.
–¡Salvatore Contti! Eres italiano, trabajas con tu tío, pero todavía no entiendo algo, ¿Por qué no ejerces tu profesión de contador? –sentencia Bob con una mirada invasiva sobre mí y suelto una mueca.
–Por un tiempo quise hacerlo, pero desistí de la idea cuando mi tío se enfermó y tuve que abandonar mis sueños para ayudarlo en la lavandería. Además, era una forma de agradecerle por apoyarme en mis estudios, ¿Cree que hice mal? –explico, cuestiono y miro su rostro serio.
¡Mentí! No soy contador, conozco mucho de cálculos, pero no termine mis estudios universitarios, porque el viejo me vivía exigiendo que mantenga un perfil bajo, sobre todo cambiamos de escondite cada cierto tiempo, no significa que seguí al pie de la letra sus instrucciones, pues domino a la perfección cuatro idiomas: inglés, francés, español, ruso y mi lengua natal, el italiano, además conozco todo sobre armas, también de química, rutas marítimas y aéreas, es decir lo necesario para ocupar su puesto, lógico que no puedo mencionar mis destrezas, igual espero la reacción de Bob con curiosidad, y en un segundo vuelvo a escuchar su voz amargada.
–Te entiendo, a veces debemos abandonar cosas y sueños por la familia. Supongo que no podemos darle la espalda, es nuestra sangre. Por cierto, tienes un acento extraño, ¿De qué parte de Italia eres? –dice con una mirada envuelta en curiosidad y vuelve el interrogatorio.
–En realidad no nací en Italia, sino en España, Madrid, como mi madre. Ella era española y mi padre es italiano, de Nápoles, pero tras su muerte vine a Chicago a estudiar por un tiempo, o esa era la idea original. Ya sabe nunca las cosas son como uno desea, más bien siempre existe algo que cambia nuestros planes– respondo con mi voz apacible.
–Puede ser, pero lo importante es saber sobrellevar la tempestad, como lo estoy haciendo ahora contigo– replica con su voz amargada dejando aturdido.
–Bob no entiendo su actitud agresiva conmigo, usted no me conoce y no debería juzgarme como lo está haciendo ahora– me quejo y asoma una sonrisa burlona en su rostro.
–No te juzgo, solo quiero que tengas claro que Emily no está sola, ella es como una hija para mí y si le rompes el corazón vas a conocerme. Te aseguro que no querrás verme furioso– dice con su voz áspera y tenso el rostro.
–No son necesarias las amenazas Bob, porque Emily me importa mucho y nunca la lastimaría…–respondo y somos interrumpidos por la voz de su esposa.
–Amor deja el interrogatorio con el amigo de Emily, mejor apúrate con la barbacoa o a este paso me acabaré la botella de vino antes que comamos– comenta la señora en un tono de broma y sonrió por sus palabras.
Unas horas después
Menos mal que fui rescatado por Amelia porque Bob estaba siendo demasiado rudo conmigo, peor que un padre sobreprotector con su hija, incluso me arriesgo a repetir que este hombre podría ser un obstáculo si quiere intervenir en mi relación con mi traviesa. No obstante, cambió un poco su actitud mientras almorzábamos y ahora escucho sus bromas estando en el jardín.
–¡No! El pez era enorme y con una fuerza descomunal, entonces no podía con él, claro que George reclamo por soltar la caña de pescar. “Bob ¿Cómo te atreves a soltar a nuestro almuerzo? Y ahora dormiré por tu culpa en el sillón” –dice Bob jocosamente y escucho un susurro de mi traviesa.
–George era mi padre, y los fines de semana pescaba con Bobby– menciona Emily y le doy una tímida sonrisa mientras entrelazo su mano con la mía por encima de la mesa.
Aunque en medio del relato empieza a vibrar el celular con insistencia, y con disimulo lo saco del bolsillo de mi pantalón para confirmar mis sospechas. ¡Carajos! ¿Qué quiere Salvatore? ¿Por qué no puedo tener un maldito segundo de paz? Ante todo, le repetí que solo debía llamarme en caso de una emergencia.
Con una sonrisa forzada doy una excusa tonta y me levanto de la mesa para contestar la llamada. Por supuesto avanzo unos pasos al interior de la casa, donde observo con recelo el ambiente y después de asegurarme que nadie pueda escucharme aprieto el botón del celular para responder la llamada.
–Salvatore ¿Qué mierda sucede? ¿Por qué me llamas? –murmuro mientras camino por los pasillos de la casa con el celular en la mano.
–Luciano debiste llegar hace horas al bar para chequear la mercadería, pero por suerte pude manejar el asunto sin muchos contratiempos, aunque el perro de Mateo estuvo por aquí y le ira con el chisme a tu tío. Así que te conviene venir ahora mismo para acá. ¡¿Lo entiendes?! –declara Salvatore y me deja en jaque mientras sigo recorriendo por la casa.
En un segundo mi mirada se fija en la escalera que debe llevar a las habitaciones, pero en vez de subir para tener un poco más de privacidad y seguridad, mis ojos se desvían en varias puertas en el pasillo, como tal avanzo en esa dirección para ingresar al baño.
–Ahora no puedo ir al bar, estoy en medio de algo importante, entonces mira la manera de cubrirme con el viejo. Además, ni que el perro de Mateo pueda comunicarse con él tan fácil, recuerda que está en la cárcel– menciono y abro una de las puertas con mucha cautela.
–Muchacho sabes que ese es un detalle menor, porque tu tío desde la cárcel ha seguido al pendiente de los negocios, entonces con chasquear los dedos podrá hacer una llamada, ¿Me escuchaste….? –asegura con firmeza y trago saliva cuando ingreso a la habitación.
En un segundo contemplo un despacho con su escritorio, una pequeña biblioteca, pero lo peculiar de la habitación son las fotos colgadas en las paredes, porque en todas ellas aparece Bob con un uniforme de policía, también hay recortes del periódico de sus hazañas, y medallas de reconocimiento de la alcaldía por su labor en la ciudad.
¡Mierda! Debe ser una broma de mal gusto o una maldición, ¿Quién carajos me mando a meterme en la casa de un policía? ¿Cómo salgo de aquí sin que sospeche de mí? Me repite mi interior, pero sigo escuchando los reclamos insistentes de Salvatore al celular.
–¡Luciano! ¡Luciano! Debes venir ahora, no me importa lo que estés haciendo…–dice Salvatore con su voz llena de rabia y sigo aturdido mirando cada foto con cuidado.
–Tengo que colgar, ahora no puedo…–pronuncio y de repente se abre la puerta, dejándome paralizado por la presencia del Bob.
–Salvatore estabas aquí, estás pálido, ¿Te sucede algo? –sentencia Bob con su mirada invasiva y me deja sumido en mis pensamientos.