El reloj en mi muñeca marcaba las seis de la mañana, así que retiré mi brazo debajo de la chica dormida a mi lado y me levanté de la cama. Me vestí en silencio y no miré en dirección a la cama ni una vez. Aunque Fleur terminó abriendo los ojos antes de que me fuera.
— ¿Ya te vas? —Hice un ruido para confirmar su pregunta, aun cuando era muy obvia la respuesta—. Tengo que volar a Toronto hoy, pero quizá a mi vuelta pueda llamarte para vernos.
—Soy un hombre ocupado.
—Y yo también. A veces necesitamos relajarnos un poco. Ya te llamaré cuando lo necesite.
Ah, así que me usaba al igual que yo, pues bien, como quisiera.
Tomé mi saco y salí de la habitación de hotel donde la modelo que había conocido una tarde atrás se quedó plácidamente dormida.
Salí del hotel y subí a mi auto que ya hab
